Esta es la pregunta del millón. Bueno…
para alguien que empieza, quizá una de tantas. Para los que llevamos ya un
tiempo recordando, es una de las preguntas más difíciles de responder. Digamos
que cada uno hace lo que puede. Porque es evidente que si vas a tu psicólogo de
la Seguridad Social y le dices que crees que sufres síndrome de estrés
postraumático porque recuerdas haber muerto en la guerra de Vietnam, lo más
seguro es que acabes en una celda acolchada con una camisa de fuerza. Otros
pensarán: “Eso es fácil, acude a alguien que te haga una regresión y ya verás
que en cuanto veas con todo detalle cómo acabaste con los niños de esa aldea
perdida en la selva, te perdonarás a ti mismo y tu alma sanará”. Y tú te
preguntarás: “Vale, ¿y dónde encuentro ahora a alguien que me haga una
regresión? Ah, mira… en la feria esotérica del centro comercial”. No, eso no es
buena idea, créeme. Pero supongamos que tienes la suerte de encontrar a un
verdadero especialista en terapia regresiva y no tienes que recorrer más de
quinientos kilómetros para verle… Aun en el caso de que ese trauma aparezca en
la regresión con fuerza, y eso sin duda va a hacer que te sientas algo mejor,
porque por fin sabes de dónde vienen esas oscuras pesadillas en las que ves
personas desmembradas y niños con los ojos hundidos, la supuesta “sanación” no
va a ocurrir de la noche a la mañana. Recordar solo es el primer paso para que
esas emociones que se han quedado ahí atascadas empiecen a fluir. Pero luego
viene lo peor… lo que yo llamo el tsunami. Cíclico y de intensidad variable,
pero siempre te deja hecho polvo...
Hacer frente a un trauma de vida pasada
es exactamente lo mismo que hacer frente a un trauma de esta vida. Así
que para muchos de nosotros lo más fácil suele ser contarle a tu psicólogo tus
síntomas, sin mencionar ni por un segundo que crees que puede deberse a una
vida pasada. Si no quieres acudir a un psicólogo porque piensas que va a ser
una pérdida de tiempo (que es lo que yo pienso, si quieres que sea sincera), y
seguramente de dinero, trata de informarte del tratamiento que siguen los que
han pasado por lo mismo en esta vida. Es decir, si fuiste soldado y aún
tienes ansiedad si escuchas petardos en una fiesta, o piensas que en cualquier
momento alguien te va a poner una bomba en el coche, o si ves a una figura de
autoridad con uniforme que seguramente solo te va a poner una multa de tráfico
pero a ti te entran taquicardias y estás a punto de desmayarte del susto…
infórmate sobre el síndrome de estrés postraumático que sufren muchos veteranos
de guerra. Está ampliamente estudiado e incluso existen asociaciones de apoyo a
estas personas. Si en una vida pasada sufriste abusos sexuales de cualquier
tipo y eso aún te da problemas, busca información sobre víctimas de violaciones
y aprende sus estrategias sobre cómo superar el trauma asociado. Te
sorprenderás cuando veas cuánto tienes en común con ellas y descubrirás pistas
sobre cómo hacer frente a este tipo de recuerdos.
Los traumas pueden ser muy variados y las
circunstancias en las que te viste en el pasado pudieron ser muy distintas, por
eso siempre es muy difícil para los reencarnacionistas encontrar una respuesta
que sirva para todos. Pero recientemente he leído en el libro Beyond the Ashes del rabí Gershom (centrado en víctimas judías del Holocausto), que es muy buena idea tratar de entender que todo el proceso
de sanación de un trauma es muy parecido a las fases del duelo que describió la
Doctora Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación. “Sanar” de un trauma no implica simplemente recordar en
una sesión de terapia regresiva y obedecer al terapeuta cuando este te diga que
tienes que perdonarte a ti mismo o perdonar a quien te hizo un daño. Los que
recordamos sabemos muy bien que eso no es tan fácil. Sobre todo cuando la
muerte nos sobrevino antes de que pudiéramos aceptar lo que había pasado. La
sanación es sobre todo aceptación. Pero para llegar a ella pasas por todas las
demás fases, no necesariamente en el orden propuesto unas líneas atrás, y a
veces algunas de ellas pueden repetirse. Este proceso lleva un tiempo: semanas,
meses… incluso años.
Lo que apunta Gershom es más o menos lo
mismo que comentaba yo días atrás en uno de mis posts, sobre “La declaración de derechos del doliente”. Y según mi experiencia, es fundamental dejar que
esas emociones fluyan, sean las que sean. Es bueno llorar, es bueno
desahogarse, gritar de rabia si lo necesitas… Si es necesario revivir de nuevo
el momento en el que se produjo el trauma, tu mente te lo enseñará con más
detalles cuando medites, y no es porque nos guste vivir en el pasado o
regodearnos en el sufrimiento, es solo porque lo necesitamos.
Hace poco me quejaba a una compañera de
viaje: “Vale, pero siento que lo único que podemos hacer es dejar que esas
heridas sangren y sangren sin parar. ¿Hasta cuándo estarán sangrando? ¿Hasta
que no me quede ni una sola una gota de sangre en el cuerpo?” Y ella me contestó:
“Bueno, el tiempo lo cura todo (o casi todo), así que esa es una opción…” Pero
según ella hay otras formas de curar esas emociones, como la homeopatía, la
kinesiología, el psicoanálisis, la terapia regresiva (por supuesto)… y lo que
todas ellas tienen en común es que es fundamental llegar a la raíz del trauma y
sobre todo, hacerte consciente de la ilusión que mantiene viva esa emoción. Los
traumas tienden a cristalizar, y no solo dan la impresión de que han sucedido,
sino también de que están sucediendo
ahora mismo y siempre van a suceder. Y nos convencemos a nosotros mismos de que
ese estado emocional es normal e inevitable. Pero no lo es. Esta tendencia a la
repetición de patrones fue identificada por Freud, que la llamó la “compulsión de repetición”. Tenemos que darnos cuenta de que eso es un engaño de nuestra
mente. Ese hecho traumático que ocurrió en el pasado no tiene por qué repetirse en el futuro, por tanto no tiene
por qué seguir produciéndonos miedo, no tiene por qué paralizarnos hoy en día e
impedirnos llevar una vida normal en todos los sentidos. Por supuesto, esto más
fácil decirlo que hacerlo, pero no es imposible.
Hay otras técnicas para “sanar las
emociones”, como por ejemplo utilizar determinados fármacos (que deberían ser
prescritos por un psiquiatra). Pero estos son solo paliativos. A estas alturas
de la película, los que recordamos vidas pasadas ya sabemos que los
ansiolíticos y los antidepresivos te dejan atontado pero no solucionan el
problema, porque jamás van a llegar a la raíz del trauma. Y los buenos deseos
de alguien que te dice “Imagina un halo de luz blanca a tu alrededor y deja que
esa luz blanca se lleve las malas energías que contaminan tu alma” tampoco van
a servir para nada. Tenemos que ser prácticos… lo que en nuestro caso significa
que tenemos que buscarnos la vida confiando en gente con más experiencia que
lleve años recordando vidas pasadas y que sepa de verdad lo que quieres decir
cuando estás pasando por una etapa de past life mood.
Otra posibilidad, aunque también con un
efecto solo paliativo, es salir ahí fuera (con “ahí fuera” me refiero a un
lugar seguro donde haya personas que te comprendan, o sea básicamente Foro Reencarnación si solo hablas español) y contar tus problemas, tus traumas,
ponerlo por escrito y dejar (o no) que otros lo lean, encontrar la forma de
expresar todo ese dolor, esa rabia, ese miedo, que aún te atenaza por las
noches. Puede ser dibujando, haciendo un collage de vidas pasadas, aporreando
el piano, escuchando música que te transmita algo, bailando o lo que se te ocurra, pero no dejes nada dentro.
También conviene aclarar que sentir emociones
procedentes de vidas pasadas no es malo en sí mismo, como he dicho otras veces.
Personalmente eso me hace sentir viva, sobre todo cuando esas emociones van
ligadas a hechos afortunados… que también los hay. Echar de menos a alguien,
sentir algo de tristeza porque tu ciudad ya no es lo que era, recordar los
buenos momentos junto a un soulmate, esté o no en tu vida actual… ¿Qué hay de
malo en volver a sentir esas emociones? Para mí mis recuerdos son como un
tesoro que no quiero volver a perder, tanto los malos como los buenos, puesto
que forman parte de mí y son los responsables de que sea como soy. Solo cuando
esos recuerdos me afectan y me impiden vivir como me gustaría, es necesario
buscar una solución. Pero la solución no es olvidar ni “sanar”, sino trabajar
esos recuerdos para aceptarlos totalmente y que ya no duelan.
Como siempre digo: no debemos borrar
nuestras cicatrices, sino mirarlas y sentirnos orgullosos de ellas, porque
reflejan pruebas superadas. Significan no solo que hemos vivido… sino que hemos vivido plenamente.
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