lunes, 16 de febrero de 2015

El proceso de recordar vidas pasadas.

Esta semana me preguntaron directamente en el foro cómo recuerdo mis vidas pasadas, si son imágenes que surgen, o algo que que es así porque me viene tal cual durante la meditación. Pensé que estaría bien contarlo también en el blog, puesto que estoy segura de que muchos lectores tendrán esa misma duda.

Muchos de los que empezáis a recordar vidas pasadas no sabéis muy bien qué esperar. Además de dudar constantemente de si lo que veis es un recuerdo o imaginación, también tenéis la idea de que a la primera va a ser como sumergirte de lleno en una película en tecnicolor, con una historia perfecta y llena de emociones de principio a fin. Bien, esto no es así, obviamente. A mí también me pasaba al principio. Leía las experiencias de otras personas y me quedaba anonadada por la cantidad de información que tenían, por cómo habían logrado verificarlas, cómo habían logrado identificar a personas que conocían en sus vidas actuales, incluso tenían claro lo que habían aprendido en sus vidas pasadas. Esto hacía aflorar mi escepticismo, para qué lo voy a negar, así que entiendo que todo aquel que lea algo sobre mis recuerdos, también puede creer que me lo he inventado todo. Esto es porque cuando empecé no tenía ni idea de todo el trabajo que había detrás de recordar mediante la autohipnosis o la meditación. Ese trabajo no es de un par de días o de unos meses, sino de años. Y es así porque por mucho que lo deseemos hay factores que no podemos controlar. Por ejemplo, puede que pienses que si tienes un trauma te vas a concentrar en él y enseguida vas a tener todas las respuestas. Pues no. Lo habitual es que tu mente tenga siempre el control. Sobre todo al principio va a ir muy poco a poco y te va a mostrar solo lo necesario. Y no importa que tú creas que ya has trabajado suficientemente esos primeros recuerdos y estás listo para más. Aunque creas que algo no te afecta, puede que a nivel subconsciente sí lo esté haciendo todavía. Tu mente es más sabia que tú y elegirá el momento adecuado para seguir con el trabajo. Estas fases de bloqueo son muy frustrantes, pero cuanto más lo fuerces, más difícil te será recordar.

Después de un año o dos recordando puede que tengas las piezas suficientes para ir construyendo el puzle de tu vida pasada. Cada pieza son pequeños fragmentos que corresponden a distintos periodos de esa vida y que debes ordenar cronológicamente para que tengan sentido. Ahí es cuando te das cuenta de que todo el trabajo mereció la pena. Aún así, siempre quedan huecos o puntos no muy claros. Por eso siempre digo que desconfíes si alguien es capaz de describirte toda una vida pasada, de principio a fin, con profusión de datos y ni una sola duda.


¿Cómo fue mi proceso? En mi caso —que no tiene por qué coincidir con la experiencia de otras personas— empecé con breves flashes que surgieron espontáneamente cuando meditaba. “Unas botas con espuelas y un caballo con manchas, soy un joven vaquero, veo una mujer pelirroja”. Eso es todo. ¿Fue un recuerdo o una imaginación? Evidentemente, no lo sabes. Así que lo apuntas y lo dejas en cuarentena. En la misma meditación me podían llegar otros flashes. “Diría que soy una mujer joven. Toco el piano en una casa de aspecto colonial”. Lo apunto también.

Días, semanas o meses después, quizá surgían nuevas escenas que parecían corresponderse a la misma vida. “Soy un vaquero, pero aparento más edad. Estoy en una cantina discutiendo con unos hombres. Enfrente de mí veo a otro joven. Es mi amigo, reímos, pero en el fondo no me gusta su actitud”. Esto ya es bastante más que un flash. Empiezan a surgir emociones. Esto por lo general es un signo de que es un verdadero recuerdo. Ahora puedo empezar a estar más segura de que en otra vida fui un vaquero, pero aún no sé apenas nada. ¿A qué me dedico? ¿Quién es ese amigo? ¿Qué pasa con él? ¿Tengo novia? ¿Qué hay de mi familia? Todas estas preguntas puedes ir haciéndotelas según meditas. Algunas encontrarán respuesta, otras aún no. Al hacerte la pregunta, puede que la respuesta te venga inmediatamente, como un pensamiento, o puede que surja también en forma de escena que se empieza a desarrollar. Por ejemplo, te preguntas “¿Tengo padre?” y enseguida lo ves como un hombre no muy viejo pero castigado por el paso del tiempo y con una muleta. “¿Por qué lleva una muleta?” Y sabes que le hirieron en una batalla, por lo que puedes intuir que fue soldado. De esta forma, los recuerdos se van encadenando. Aquí es muy importante no precipitarse y asumir cosas que no son, ni tampoco debemos interferir con nuestra lógica y nuestro razonamiento, puesto que si comenzamos a analizar lo que vemos, dejamos de trabajar con nuestra intuición, y es mucho más fácil equivocarnos. Hay que dejar siempre el análisis de los recuerdos para después de la meditación.

Muchas veces estaba recordando una vida y de pronto parecía que el flujo de información se detenía. Por mucho que esperara o me hiciera a mí misma nuevas preguntas, no surgía nada más. Hacía un breve descanso (o no) y al volver comenzaba a recordar otra vida. Con el tiempo esto me dejó de suceder y entonces era más fácil concentrarme en una sola vida por sesión. Aún no sé por qué ocurre esto, pero supongo que era porque en aquel entonces todos mis recuerdos necesitaban salir a la luz y lo hacían de manera bastante descontrolada, quizá porque mi mente tenía menos entrenamiento.

Así, muy poco a poco, vas juntando la información y la vas ordenando en tu cabeza. Hay recuerdos que se repiten y se amplían, hasta que se van quedando bien grabados en tu memoria y se sienten exactamente igual que recuerdos de esta vida. Es muy frecuente que al principio te sientas algo raro, no te logras identificar totalmente con ese personaje. Esto suele pasar cuando no hay emociones, cuando crees que es alguien demasiado distinto a ti, y sobre todo cuando ese alguien actuó de alguna manera que detestas. No quieres reconocer esa parte oscura de ti y entonces puedes llegar incluso a bloquear esos recuerdos o a negarlos. Es lo que llamamos “periodos de negación”. Pero esa es otra historia...

lunes, 2 de febrero de 2015

Recordar es más fácil de lo que parece.

En mi última entrada dije que nuestros recuerdos de vidas pasadas no están enterrados en lo más profundo de nuestra psique, y que en realidad traer a nuestro consciente esos recuerdos es bastante más fácil de lo que estamos acostumbrados a pensar. Creo que la mayoría de la gente aún tiene esta idea profundamente arraigada en su mente, la idea de que recordar es raro, innecesario, o algo que solo se puede hacer en la consulta de un psicólogo, y como uno de mis propósitos con este blog es destruir mitos en torno a la reencarnación, explicaré por qué tenemos que dejar de pensar así.

No hace falta leer libros para darte cuenta de ello. Aún así haré referencia a Carol Bowman, terapeuta especialista en vidas pasadas de niños, porque creo que su experiencia es fascinante y un ejemplo perfecto para el tema que nos ocupa hoy. Hace ya más de tres años que comencé a recordar vidas pasadas. Jamás acudí a un hipnoterapeuta, hecho que normalmente le cuesta bastante creer a la gente, según lo que vengo observando. Al principio utilicé grabaciones de autohipnosis, después me pasé a la meditación, y actualmente alterno ambos métodos según mi estado de ánimo o las preocupaciones que tenga en mi cabeza. Según te acostumbras a meditar regularmente, te das cuenta de algo muy curioso: la información que antes solo estaba en el subconsciente, comienza a aflorar a la superficie, y puede incluso que durante el día te empiecen a llegar flashes espontáneos. ¿Es que de pronto tenemos poderes paranormales? ¿Nos hemos hecho videntes? No. Lo único que ocurre es que estamos aprendiendo a utilizar nuestro cerebro de otra manera, y ahora estamos más en contacto con esa parte de nosotros que generalmente permanece más oculta, esa parte que muchos llaman “yo superior”. Otra consecuencia de la meditación es que aprendes a escuchar mucho mejor a tu intuición, y reacciones emocionales que antes te pasaban desapercibidas y que ni siquiera asociabas con vidas pasadas, ahora puedes sospechar de dónde vienen, y puedes sacar provecho de la situación para obtener más recuerdos de vidas pasadas, o para profundizar en esa emoción y descubrir qué es lo que la está produciendo. Si es algo que te está haciendo daño, lo primero que debes hacer es traer ese recuerdo a tu mente consciente, para poder empezar a trabajar sobre ello.

Bien, como bien es sabido por los lectores habituales del blog, la hipnosis regresiva, método utilizado por muchos psicoterapeutas, no tiene nada que ver con perder el conocimiento, perder el control, o que te implanten falsos recuerdos en tu cerebro. Me estoy leyendo actualmente el libro de Carol Bowman Children’s Past Lives, un libro que me debería haber leído hace mucho tiempo porque es muy esclarecedor. En él describe cómo sus hijos comenzaron a recordar vidas pasadas y cómo ella misma fue descubriendo poco a poco la reencarnación y los métodos que existen para recordar vidas pasadas. Desde el principio se quedó sorprendida por cómo sus niños no necesitaban entrar en ningún “trance profundo” para recordar. Un hipnoterapeuta amigo suyo que ya había trabajado con ella ayudándola a recordar, se ofreció para hacer una regresión a sus hijos. Lo único que necesitaba hacer era sentarlos en una silla, invitarles a que cerraran los ojos e imaginaran un lugar en el que estuvieran cómodos y felices, y entonces les preguntaba por aquello que les estaba produciendo problemas: “Dime qué es lo que ves cuando oyes esos ruidos fuertes que te asustan”. Y justo después su hijo Chase estaba recordando una vida durante la Guerra Civil Americana.

Este hipnoterapeuta le dijo a Carol Bowman: “Los niños entran y salen del trance continuamente”. Pero, ¿qué significa en realidad “trance”? No es que estén profundamente hipnotizados. Es solo que están en un estado de relajación muy ligera y su mente concentrada en su interior. Los niños entran en este estado muy fácilmente cuando viajan en el coche, les están bañando, o van a ir a dormir. Por ello estos momentos suelen ser muy propicios para que hagan comentarios espontáneamente sobre sus vidas pasadas. Es cierto que a los adultos no les es tan fácil acceder a esos recuerdos. Posiblemente esto tiene que ver con el fenómeno de la poda sináptica que tiene lugar en el cerebro de los niños a partir de cierta edad. O quizá solo es que la información procedente del mundo físico y nuestra necesidad de centrarnos en el presente van creando capas y capas que nos van haciendo olvidar nuestra esencia. Sin embargo, esto no significa que no podamos recuperarla. Los que se acostumbran a meditar de manera regular lo saben muy bien.

Me sorprende ver el paralelismo entre estos estados de “trance” con lo que dicen los budistas, como en El libro tibetano de la vida y la muerte. Para ellos la meditación tiene que llegar a formar parte de tu vida cotidiana, de manera que puedas ir en el autobús, por ejemplo, y puedas ser capaz de mantener la calma interior, aislarte de tanto ruido y sobreexcitación de tus sentidos físicos, y entrar en estado de meditación. Creo que eso es exactamente lo que hacen los niños, y lo que hacemos los adultos que hemos aprendido a meditar y que de vez en cuando, cuando menos te lo esperas, entramos espontáneamente en ese mismo estado durante el cual te llegan flashes de vidas pasadas. Esto suele pasar cuando estás realizando tareas cotidianas que no requieren demasiada concentración, a mí me ha ocurrido cortando verduras para la comida o planchando. También es fácil que ocurra cuando estás dibujando o escribiendo. A veces también puedes entrar en lo que yo llamo past life mood, que es más o menos lo mismo, solo que las emociones son más fuertes y te pueden estar afectando durante días. Es cuando comprendes que no necesitas la ayuda de nadie para recordar. Es algo natural y probablemente ha ocurrido desde siempre, solo que nunca le prestamos atención.

Más adelante en su camino personal, Carol Bowman conoció a Roger Woolger, otro psicoterapeuta de la escuela de Jung a quien valoro especialmente. Él tampoco utiliza siempre la regresión, sino algo que él llama past life scripts (guiones de vidas pasadas). Consiste en hacerte pensar en algo de tu vida actual que te produce un problema, una situación que te pone nervioso pero no sabes la causa, por ejemplo: sientes que no encajas en ningún grupo, que cuando tratas de integrarte hay algo que te produce incomodidad. Te tienes que concentrar en esa emoción, y repetir en tu cabeza “No encajo, no encajo, no encajo”, mientras mantienes un estado leve de relajación y te concentras en tu respiración. De pronto, las imágenes comienzan a surgir, y te ves en una vida pasada, en esa situación que originó el problema. Sí, parece mentira, pero es así de fácil, porque los recuerdos de vidas pasadas están más cerca de la superficie de lo que nos creemos. Puede que no surja nada, en ese caso no nos debemos preocupar, porque nuestra propia mente pone sus límites, y tal vez no es el momento adecuado o la causa es demasiado dolorosa para que podamos hacerle frente. O quizá somos demasiado escépticos y nos bloqueamos a nosotros mismos. Pero es raro que la gente no recuerde nada. Este método funciona porque lo que pensamos y sentimos en el momento de la muerte es tremendamente importante: esos pensamientos y emociones dejan una profunda huella en nuestra psique, y se crean patrones mentales que luego nos afectan en nuestras siguientes vidas. Yo misma identifiqué varios de esos patrones cuando recordé mis vidas pasadas, aun cuando no sabía nada de Woolger ni de filosofía budista. Y también descubrí que no solo se producen en el momento de la muerte, en realidad cualquier acontecimiento, traumático o no, que tenga lugar durante nuestra vida, puede dejar huella. Eso es lo que crea nuestra personalidad. A veces llega a ser algo problemático, pero diría que en la mayoría de los casos no lo es. Simplemente son vivencias que nos marcan y que van dando forma a lo que somos hoy en día. Por ello recordar vidas pasadas, para mí, es sobre todo conocerte a ti mismo. Algo que, para mí, no tiene precio.

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La autora de este blog no pertenece a ninguna religión ni a ninguna secta, ni tampoco es ferviente seguidora de ninguna doctrina espiritual, espírita o new age. Tampoco es una fanática lectora de ningún escritor más o menos popular que hable en sus libros sobre terapia o hipnosis regresiva.

La autora de este blog tiene una amplia formación científica y por ello piensa por sí misma para llegar a las conclusiones y opiniones que aquí se ven reflejadas. La reencarnación es un fenómeno natural y universal. El único objetivo de este blog es reflexionar y ofrecer algunas claves para que todo el mundo pueda darse cuenta de ello por sí mismo.

En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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