En mi última entrada dije que nuestros recuerdos de vidas pasadas no están enterrados en lo más profundo de nuestra psique, y que en realidad traer a nuestro consciente esos recuerdos es bastante más fácil de lo que estamos acostumbrados a pensar. Creo que la mayoría de la gente aún tiene esta idea profundamente arraigada en su mente, la idea de que recordar es raro, innecesario, o algo que solo se puede hacer en la consulta de un psicólogo, y como uno de mis propósitos con este blog es destruir mitos en torno a la reencarnación, explicaré por qué tenemos que dejar de pensar así.
No hace falta leer libros para darte cuenta de ello. Aún así haré referencia a Carol Bowman, terapeuta especialista en vidas pasadas de niños, porque creo que su experiencia es fascinante y un ejemplo perfecto para el tema que nos ocupa hoy. Hace ya más de tres años que comencé a recordar vidas pasadas. Jamás acudí a un hipnoterapeuta, hecho que normalmente le cuesta bastante creer a la gente, según lo que vengo observando. Al principio utilicé grabaciones de autohipnosis, después me pasé a la meditación, y actualmente alterno ambos métodos según mi estado de ánimo o las preocupaciones que tenga en mi cabeza. Según te acostumbras a meditar regularmente, te das cuenta de algo muy curioso: la información que antes solo estaba en el subconsciente, comienza a aflorar a la superficie, y puede incluso que durante el día te empiecen a llegar flashes espontáneos. ¿Es que de pronto tenemos poderes paranormales? ¿Nos hemos hecho videntes? No. Lo único que ocurre es que estamos aprendiendo a utilizar nuestro cerebro de otra manera, y ahora estamos más en contacto con esa parte de nosotros que generalmente permanece más oculta, esa parte que muchos llaman “yo superior”. Otra consecuencia de la meditación es que aprendes a escuchar mucho mejor a tu intuición, y reacciones emocionales que antes te pasaban desapercibidas y que ni siquiera asociabas con vidas pasadas, ahora puedes sospechar de dónde vienen, y puedes sacar provecho de la situación para obtener más recuerdos de vidas pasadas, o para profundizar en esa emoción y descubrir qué es lo que la está produciendo. Si es algo que te está haciendo daño, lo primero que debes hacer es traer ese recuerdo a tu mente consciente, para poder empezar a trabajar sobre ello.
Bien, como bien es sabido por los lectores habituales del blog, la hipnosis regresiva, método utilizado por muchos psicoterapeutas, no tiene nada que ver con perder el conocimiento, perder el control, o que te implanten falsos recuerdos en tu cerebro. Me estoy leyendo actualmente el libro de Carol Bowman Children’s Past Lives, un libro que me debería haber leído hace mucho tiempo porque es muy esclarecedor. En él describe cómo sus hijos comenzaron a recordar vidas pasadas y cómo ella misma fue descubriendo poco a poco la reencarnación y los métodos que existen para recordar vidas pasadas. Desde el principio se quedó sorprendida por cómo sus niños no necesitaban entrar en ningún “trance profundo” para recordar. Un hipnoterapeuta amigo suyo que ya había trabajado con ella ayudándola a recordar, se ofreció para hacer una regresión a sus hijos. Lo único que necesitaba hacer era sentarlos en una silla, invitarles a que cerraran los ojos e imaginaran un lugar en el que estuvieran cómodos y felices, y entonces les preguntaba por aquello que les estaba produciendo problemas: “Dime qué es lo que ves cuando oyes esos ruidos fuertes que te asustan”. Y justo después su hijo Chase estaba recordando una vida durante la Guerra Civil Americana.
Este hipnoterapeuta le dijo a Carol Bowman: “Los niños entran y salen del trance continuamente”. Pero, ¿qué significa en realidad “trance”? No es que estén profundamente hipnotizados. Es solo que están en un estado de relajación muy ligera y su mente concentrada en su interior. Los niños entran en este estado muy fácilmente cuando viajan en el coche, les están bañando, o van a ir a dormir. Por ello estos momentos suelen ser muy propicios para que hagan comentarios espontáneamente sobre sus vidas pasadas. Es cierto que a los adultos no les es tan fácil acceder a esos recuerdos. Posiblemente esto tiene que ver con el fenómeno de la poda sináptica que tiene lugar en el cerebro de los niños a partir de cierta edad. O quizá solo es que la información procedente del mundo físico y nuestra necesidad de centrarnos en el presente van creando capas y capas que nos van haciendo olvidar nuestra esencia. Sin embargo, esto no significa que no podamos recuperarla. Los que se acostumbran a meditar de manera regular lo saben muy bien.
Me sorprende ver el paralelismo entre estos estados de “trance” con lo que dicen los budistas, como en El libro tibetano de la vida y la muerte. Para ellos la meditación tiene que llegar a formar parte de tu vida cotidiana, de manera que puedas ir en el autobús, por ejemplo, y puedas ser capaz de mantener la calma interior, aislarte de tanto ruido y sobreexcitación de tus sentidos físicos, y entrar en estado de meditación. Creo que eso es exactamente lo que hacen los niños, y lo que hacemos los adultos que hemos aprendido a meditar y que de vez en cuando, cuando menos te lo esperas, entramos espontáneamente en ese mismo estado durante el cual te llegan flashes de vidas pasadas. Esto suele pasar cuando estás realizando tareas cotidianas que no requieren demasiada concentración, a mí me ha ocurrido cortando verduras para la comida o planchando. También es fácil que ocurra cuando estás dibujando o escribiendo. A veces también puedes entrar en lo que yo llamo past life mood, que es más o menos lo mismo, solo que las emociones son más fuertes y te pueden estar afectando durante días. Es cuando comprendes que no necesitas la ayuda de nadie para recordar. Es algo natural y probablemente ha ocurrido desde siempre, solo que nunca le prestamos atención.
Más adelante en su camino personal, Carol Bowman conoció a Roger Woolger, otro psicoterapeuta de la escuela de Jung a quien valoro especialmente. Él tampoco utiliza siempre la regresión, sino algo que él llama past life scripts (guiones de vidas pasadas). Consiste en hacerte pensar en algo de tu vida actual que te produce un problema, una situación que te pone nervioso pero no sabes la causa, por ejemplo: sientes que no encajas en ningún grupo, que cuando tratas de integrarte hay algo que te produce incomodidad. Te tienes que concentrar en esa emoción, y repetir en tu cabeza “No encajo, no encajo, no encajo”, mientras mantienes un estado leve de relajación y te concentras en tu respiración. De pronto, las imágenes comienzan a surgir, y te ves en una vida pasada, en esa situación que originó el problema. Sí, parece mentira, pero es así de fácil, porque los recuerdos de vidas pasadas están más cerca de la superficie de lo que nos creemos. Puede que no surja nada, en ese caso no nos debemos preocupar, porque nuestra propia mente pone sus límites, y tal vez no es el momento adecuado o la causa es demasiado dolorosa para que podamos hacerle frente. O quizá somos demasiado escépticos y nos bloqueamos a nosotros mismos. Pero es raro que la gente no recuerde nada. Este método funciona porque lo que pensamos y sentimos en el momento de la muerte es tremendamente importante: esos pensamientos y emociones dejan una profunda huella en nuestra psique, y se crean patrones mentales que luego nos afectan en nuestras siguientes vidas. Yo misma identifiqué varios de esos patrones cuando recordé mis vidas pasadas, aun cuando no sabía nada de Woolger ni de filosofía budista. Y también descubrí que no solo se producen en el momento de la muerte, en realidad cualquier acontecimiento, traumático o no, que tenga lugar durante nuestra vida, puede dejar huella. Eso es lo que crea nuestra personalidad. A veces llega a ser algo problemático, pero diría que en la mayoría de los casos no lo es. Simplemente son vivencias que nos marcan y que van dando forma a lo que somos hoy en día. Por ello recordar vidas pasadas, para mí, es sobre todo conocerte a ti mismo. Algo que, para mí, no tiene precio.
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