domingo, 25 de mayo de 2014

Qué hacer con los traumas de vidas pasadas.

Esta es la pregunta del millón. Bueno… para alguien que empieza, quizá una de tantas. Para los que llevamos ya un tiempo recordando, es una de las preguntas más difíciles de responder. Digamos que cada uno hace lo que puede. Porque es evidente que si vas a tu psicólogo de la Seguridad Social y le dices que crees que sufres síndrome de estrés postraumático porque recuerdas haber muerto en la guerra de Vietnam, lo más seguro es que acabes en una celda acolchada con una camisa de fuerza. Otros pensarán: “Eso es fácil, acude a alguien que te haga una regresión y ya verás que en cuanto veas con todo detalle cómo acabaste con los niños de esa aldea perdida en la selva, te perdonarás a ti mismo y tu alma sanará”. Y tú te preguntarás: “Vale, ¿y dónde encuentro ahora a alguien que me haga una regresión? Ah, mira… en la feria esotérica del centro comercial”. No, eso no es buena idea, créeme. Pero supongamos que tienes la suerte de encontrar a un verdadero especialista en terapia regresiva y no tienes que recorrer más de quinientos kilómetros para verle… Aun en el caso de que ese trauma aparezca en la regresión con fuerza, y eso sin duda va a hacer que te sientas algo mejor, porque por fin sabes de dónde vienen esas oscuras pesadillas en las que ves personas desmembradas y niños con los ojos hundidos, la supuesta “sanación” no va a ocurrir de la noche a la mañana. Recordar solo es el primer paso para que esas emociones que se han quedado ahí atascadas empiecen a fluir. Pero luego viene lo peor… lo que yo llamo el tsunami. Cíclico y de intensidad variable, pero siempre te deja hecho polvo...

Hacer frente a un trauma de vida pasada es exactamente lo mismo que hacer frente a un trauma de esta vida. Así que para muchos de nosotros lo más fácil suele ser contarle a tu psicólogo tus síntomas, sin mencionar ni por un segundo que crees que puede deberse a una vida pasada. Si no quieres acudir a un psicólogo porque piensas que va a ser una pérdida de tiempo (que es lo que yo pienso, si quieres que sea sincera), y seguramente de dinero, trata de informarte del tratamiento que siguen los que han pasado por lo mismo en esta vida. Es decir, si fuiste soldado y aún tienes ansiedad si escuchas petardos en una fiesta, o piensas que en cualquier momento alguien te va a poner una bomba en el coche, o si ves a una figura de autoridad con uniforme que seguramente solo te va a poner una multa de tráfico pero a ti te entran taquicardias y estás a punto de desmayarte del susto… infórmate sobre el síndrome de estrés postraumático que sufren muchos veteranos de guerra. Está ampliamente estudiado e incluso existen asociaciones de apoyo a estas personas. Si en una vida pasada sufriste abusos sexuales de cualquier tipo y eso aún te da problemas, busca información sobre víctimas de violaciones y aprende sus estrategias sobre cómo superar el trauma asociado. Te sorprenderás cuando veas cuánto tienes en común con ellas y descubrirás pistas sobre cómo hacer frente a este tipo de recuerdos.


Los traumas pueden ser muy variados y las circunstancias en las que te viste en el pasado pudieron ser muy distintas, por eso siempre es muy difícil para los reencarnacionistas encontrar una respuesta que sirva para todos. Pero recientemente he leído en el libro Beyond the Ashes del rabí Gershom (centrado en víctimas judías del Holocausto), que es muy buena idea tratar de entender que todo el proceso de sanación de un trauma es muy parecido a las fases del duelo que describió la Doctora Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. “Sanar” de un trauma no implica simplemente recordar en una sesión de terapia regresiva y obedecer al terapeuta cuando este te diga que tienes que perdonarte a ti mismo o perdonar a quien te hizo un daño. Los que recordamos sabemos muy bien que eso no es tan fácil. Sobre todo cuando la muerte nos sobrevino antes de que pudiéramos aceptar lo que había pasado. La sanación es sobre todo aceptación. Pero para llegar a ella pasas por todas las demás fases, no necesariamente en el orden propuesto unas líneas atrás, y a veces algunas de ellas pueden repetirse. Este proceso lleva un tiempo: semanas, meses… incluso años.

Lo que apunta Gershom es más o menos lo mismo que comentaba yo días atrás en uno de mis posts, sobre “La declaración de derechos del doliente”. Y según mi experiencia, es fundamental dejar que esas emociones fluyan, sean las que sean. Es bueno llorar, es bueno desahogarse, gritar de rabia si lo necesitas… Si es necesario revivir de nuevo el momento en el que se produjo el trauma, tu mente te lo enseñará con más detalles cuando medites, y no es porque nos guste vivir en el pasado o regodearnos en el sufrimiento, es solo porque lo necesitamos.

Hace poco me quejaba a una compañera de viaje: “Vale, pero siento que lo único que podemos hacer es dejar que esas heridas sangren y sangren sin parar. ¿Hasta cuándo estarán sangrando? ¿Hasta que no me quede ni una sola una gota de sangre en el cuerpo?” Y ella me contestó: “Bueno, el tiempo lo cura todo (o casi todo), así que esa es una opción…” Pero según ella hay otras formas de curar esas emociones, como la homeopatía, la kinesiología, el psicoanálisis, la terapia regresiva (por supuesto)… y lo que todas ellas tienen en común es que es fundamental llegar a la raíz del trauma y sobre todo, hacerte consciente de la ilusión que mantiene viva esa emoción. Los traumas tienden a cristalizar, y no solo dan la impresión de que han sucedido, sino también de que están sucediendo ahora mismo y siempre van a suceder. Y nos convencemos a nosotros mismos de que ese estado emocional es normal e inevitable. Pero no lo es. Esta tendencia a la repetición de patrones fue identificada por Freud, que la llamó la “compulsión de repetición”. Tenemos que darnos cuenta de que eso es un engaño de nuestra mente. Ese hecho traumático que ocurrió en el pasado no tiene por qué repetirse en el futuro, por tanto no tiene por qué seguir produciéndonos miedo, no tiene por qué paralizarnos hoy en día e impedirnos llevar una vida normal en todos los sentidos. Por supuesto, esto más fácil decirlo que hacerlo, pero no es imposible.

Hay otras técnicas para “sanar las emociones”, como por ejemplo utilizar determinados fármacos (que deberían ser prescritos por un psiquiatra). Pero estos son solo paliativos. A estas alturas de la película, los que recordamos vidas pasadas ya sabemos que los ansiolíticos y los antidepresivos te dejan atontado pero no solucionan el problema, porque jamás van a llegar a la raíz del trauma. Y los buenos deseos de alguien que te dice “Imagina un halo de luz blanca a tu alrededor y deja que esa luz blanca se lleve las malas energías que contaminan tu alma” tampoco van a servir para nada. Tenemos que ser prácticos… lo que en nuestro caso significa que tenemos que buscarnos la vida confiando en gente con más experiencia que lleve años recordando vidas pasadas y que sepa de verdad lo que quieres decir cuando estás pasando por una etapa de past life mood.

Otra posibilidad, aunque también con un efecto solo paliativo, es salir ahí fuera (con “ahí fuera” me refiero a un lugar seguro donde haya personas que te comprendan, o sea básicamente Foro Reencarnación si solo hablas español) y contar tus problemas, tus traumas, ponerlo por escrito y dejar (o no) que otros lo lean, encontrar la forma de expresar todo ese dolor, esa rabia, ese miedo, que aún te atenaza por las noches. Puede ser dibujando, haciendo un collage de vidas pasadas, aporreando el piano, escuchando música que te transmita algo, bailando o lo que se te ocurra, pero no dejes nada dentro.

También conviene aclarar que sentir emociones procedentes de vidas pasadas no es malo en sí mismo, como he dicho otras veces. Personalmente eso me hace sentir viva, sobre todo cuando esas emociones van ligadas a hechos afortunados… que también los hay. Echar de menos a alguien, sentir algo de tristeza porque tu ciudad ya no es lo que era, recordar los buenos momentos junto a un soulmate, esté o no en tu vida actual… ¿Qué hay de malo en volver a sentir esas emociones? Para mí mis recuerdos son como un tesoro que no quiero volver a perder, tanto los malos como los buenos, puesto que forman parte de mí y son los responsables de que sea como soy. Solo cuando esos recuerdos me afectan y me impiden vivir como me gustaría, es necesario buscar una solución. Pero la solución no es olvidar ni “sanar”, sino trabajar esos recuerdos para aceptarlos totalmente y que ya no duelan.

Como siempre digo: no debemos borrar nuestras cicatrices, sino mirarlas y sentirnos orgullosos de ellas, porque reflejan pruebas superadas. Significan no solo que hemos vivido… sino que hemos vivido plenamente.

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En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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