miércoles, 28 de enero de 2015

Dudas... y una certeza.

Durante tu camino personal recordando vidas pasadas, las dudas siempre van a estar ahí... o casi siempre. Te debes acostumbrar a su presencia. No son malas por sí mismas. Es mucho peor que te creas absolutamente todo lo que surja durante el transcurso de una regresión o durante un sueño. En cualquiera de los dos casos, estamos utilizando nuestra mente, nuestro poder imaginativo (que no es lo mismo que fantasía), para que una escena se desarrolle, para que revivamos ciertos acontecimientos. Sobre todo al principio va a ser difícil controlar esa mente y dejar que solo sea nuestra intuición la que nos ayude a recuperar esos recuerdos. Nuestra mente va a rellenar los huecos, va a razonar, se va a interponer... Nos podemos equivocar. Por ello NUNCA olvides que los recuerdos han de ser verificados.

Pero existe otro tipo de duda, que es algo más fastidiosa: la eterna duda de si, después de todo lo que llevas investigado, después de tantas noches sin dormir, tantas verificaciones (que sí, a veces llegan), tanto esfuerzo para dejar de pensar en tus tareas cotidianas para centrarte en el pasado... ¿no será que estamos todos equivocados y la reencarnación no existe?


Bueno, llevo un par de días leyendo un libro titulado El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, escrito por un monje tibetano llamado Sogyal Rimpoché. Hay partes con las que no concuerdo en absoluto. A pesar de que considero que el budismo se aproxima bastante a la realidad, no deja de ser una filosofía con muchos años de antigüedad, y además tampoco tiene en cuenta otras enseñanzas que han surgido posteriormente como las descripciones del mundo espiritual que hacen los pacientes del Dr. Michael Newton. En mi opinión, cojea mucho cuando habla del karma, y se pierde un poco cuando comienza a hablar de moralidad. Desgraciadamente aquí es donde se demuestra que el budismo no deja de ser una religión, aunque no dejen de negarlo. Lo que cuenta acerca de los distintos bardos también se queda muy corto. Me da la impresión de que algunos lamas han llegado a tener importantes experiencias en el astral, pero aún no han alcanzado toda la Verdad. No les culpo por ello, son humanos como todos nosotros, aunque algunas personas se deslumbren con sus enseñanzas. Aún así, a pesar de estas críticas, creo que muchos de sus pensamientos, pero sobre todo la técnica de la meditación y cómo mediante ella se puede llegar a vislumbrar —solo vislumbrar— la naturaleza de la mente humana, me parece un conocimiento de valor incalculable que jamás deberíamos perder.

Pero la cuestión es que Rimpoché hablaba de las dudas de este modo:
No nos tomemos las dudas con exagerada seriedad ni las dejemos crecer desproporcionadamente; no las veamos sólo en blanco y negro ni reaccionemos a ellas con fanatismo. Lo que hemos de aprender es a ir cambiando poco a poco nuestro concepto de la duda apasionada y culturalmente condicionada, por otra más libre, humorística y compasiva. Esto quiere decir que debemos dar tiempo a las dudas, y darnos tiempo a nosotros mismos para encontrar respuestas que no sean meramente intelectuales o «filosóficas», sino vivas, reales, auténticas y operativas. Las dudas no pueden resolverse por sí mismas inmediatamente, pero si tenemos paciencia puede crearse un espacio en nuestro interior en el que las dudas puedan examinarse, desembrollarse, disolverse y curarse de un modo cuidadoso y objetivo. Lo que nos falta, sobre todo en esta cultura, es el correcto ambiente mental, ricamente espacioso y libre de distracción, que sólo puede crearse mediante la práctica sostenida de la meditación y en el que las intuiciones pueden tener ocasión de madurar lentamente.
No tenga demasiada prisa para resolver todas sus dudas y problemas; como dicen los maestros, «apresúrese lentamente». Yo siempre les aconsejo a mis alumnos que no se formen expectativas excesivas, porque el crecimiento espiritual lleva su tiempo. Se precisan años para aprender correctamente el japonés o para llegar a ser médico: ¿de veras podemos creer que obtendremos todas las respuestas, y mucho menos que alcanzaremos la Iluminación, en unas cuantas semanas? El viaje espiritual supone un aprendizaje y una purificación constantes. Cuando se sabe esto, se vuelve uno más humilde. En este sentido, hay un conocido proverbio tibetano: «No confundas la comprensión con el conocimiento profundo, ni confundas el conocimiento profundo con la liberación». Y Milarepa dijo: «No abrigues esperanzas de conocimiento total, pero practica toda tu vida». Uno de los aspectos de mi tradición que he llegado a apreciar más es su carácter práctico y hasta prosaico, y su intensa convicción de que los mayores logros exigen la más profunda paciencia y el más largo tiempo.

Estoy completamente de acuerdo con esto. La mayoría de la gente busca respuestas, y las quiere ya. Al principio les solía decir: “Busca en tu interior, ahí es donde están las respuestas”. Pero a mucha gente les asusta la palabra “meditación” y creen que no pueden hacerlo. Cuando descubres lo fácil que es realmente recordar vidas pasadas, que nuestros recuerdos no están enterrados en los más profundo de nuestra psique, sino que forman parte de nosotros y pueden hacerse conscientes en menos de un minuto, te quedas sorprendido. Lo que más nos ata son nuestros propios miedos, nuestros límites, aquellas creencias que nos hemos construido desde niños, los muros de nuestra propia prisión. Así lo dice también Rimpoché.

Hasta hace poco solía decir que estaba 100% convencida de que la reencarnación es un hecho, pero que siempre decía que era de un 95% para no parecer una arrogante, puesto que he venido comprobando que si dices estar tan segura de estas verdades trascendentales, la gente parece molestarse. Cuando experimenté mi primer desdoblamiento consciente ese porcentaje lo subí al 98-99%, porque una experiencia extracorpórea es tan increíblemente transformadora que ya es imposible decir que solo somos nuestro cuerpo físico. Ahora me he dado cuenta de que si no me atrevía a decir un 100% era porque yo misma aún albergaba una pequeña duda de estar equivocada. Pero el otro día se esfumó. Noté cómo desaparecía sin más, cómo el poco desasosiego que me quedaba se iba para no volver y me invadía una infinita paz interna. La razón fue que por fin descubrí el principio científico que explica que los seres humanos somos alma y cuerpo al mismo tiempo. Ni siquiera las doctrinas religiosas o espirituales más elaboradas han llegado tan lejos. Esa era la última pieza que me quedaba para completar mi rompecabezas personal e intransferible sobre lo que somos y lo que venimos a hacer aquí. Era mi mente científica la que necesitaba ese último eslabón. Y leyendo a Rimpoché supe a qué se refería cuando habla de que todos podemos alcanzar la iluminación.


No creo en la iluminación como medio para liberarnos del samsara o “Rueda de la Vida”. No creo en el karma como lo plantean los budistas. No creo que esta especie de revelación final que he tenido me convierta en una especie de santa que ya solo se reencarnará para ayudar a los demás. Creo que nada asegura que en mi próxima encarnación no lo pasaré mal, por mucho bien que haya hecho a los demás en esta vida. No creo en ningún sistema de premio y castigo, lo llamen como lo llamen. Creo que el único propósito por el que estamos aquí es para experimentar, y volveré mientras me divierta o piense que tengo cosas que hacer aquí, no porque ningún karma me obligue a ello. Como bien dice Rimpoché:

Para encarnar lo trascendente es por lo que estamos aquí.

Con saber esto nos basta y nos sobra, y no entiendo por qué tenemos que complicar tanto las cosas y sacarnos de la nada tantas creencias absurdas que no nos llevan a ningún sitio.

lunes, 12 de enero de 2015

Sobre creencias, experiencias y la verdad.

Llevo semanas dándole vueltas a estos conceptos, porque veo que con frecuencia son confundidos y utilizados incorrectamente, en función de nuestros intereses. También veo que se usan como la opción políticamente correcta para decirte “Vete al carajo, cree lo que quieras que yo seguiré creyendo en lo que yo quiero”. Es decir, cuando alguien dice algo así como “No hay necesidad de debatir sobre esto, todos tenemos nuestra propia verdad”, sí, suena muy respetuoso y muy “espiritual”, pero en realidad te están diciendo que no creen una sola palabra de lo que les estás contando y no van a cambiar de opinión, así que deja de insistir porque lo que ellos creen que son solo tus creencias, no tienen ninguna validez para ellos. Esto me ha pasado montones de veces. Pero a lo largo de estos años he aprendido algunas cosillas, entre ellas: 
1. La Verdad es única. Sus interpretaciones son falsedades.
2. Es más fácil que la RAE cambie una palabra en el diccionario que hacer que alguien modifique sus creencias. No importa que les des un montón de argumentos lógicos y científicos para tratar de convencerles de que lo tuyo no es una creencia, sino una certeza que viene a consecuencia de mucha investigación y de tus propias experiencias. Si en la cabeza de alguien no cabe el concepto de reencarnación, no habrá forma de convencerle de lo contrario, preferirá seguir creyendo en aquello que entra dentro de sus esquemas mentales.

No estoy diciendo que esto sea bueno o malo, solo estoy describiendo objetivamente la naturaleza de los seres humanos. En entornos virtuales estamos juzgando constantemente a la gente sin ni siquiera saber de dónde vienen, y con frecuencia lo hacemos basándonos en nuestros propios prejuicios. Por ejemplo, si alguien pronuncia la palabra “astral” y nosotros hemos visto muchas insensateces e incongruencias entre personas que hablan del astral, vamos a dar por supuesto que esa persona está igual de loca, a pesar de que tenga una actitud totalmente científica y racional. El caso contrario se produce si esa misma persona antepone a su nombre la palabra “doctor”, o si se ha montado un “instituto” en el que se ofrecen cursos por más de 4000 euros para enseñarte algo que cualquier persona con verdadera experiencia te podría enseñar gratis. Pero, claro, como esa persona tiene estudios o gana dinero a costa de ti, solo por eso “debe estar en posesión de la verdad”. Y si lo escribes en un libro, ya ni te cuento. Se convierte en poco menos que la Biblia: palabra de Dios.

Volviendo a lo de antes, he de reconocer que yo muchas veces también acabo las discusiones con “Puedes creer lo que quieras”, y posiblemente la gente pensará que les estoy enviando al carajo. Pero eso no es cierto. En mi caso, la diferencia es que cuando yo entro en las discusiones no es porque “tenga una creencia sobre ello”, sino porque “tengo muy buenas razones para pensar así”. Razones basadas en mi propia investigación, en la ciencia, la lógica, o al menos en un sano raciocinio. Puede que me equivoque, claro, pero por lo general me baso en mis propias experiencias a lo largo de muchos años, y en el amplio conocimiento que he podido reunir leyendo las experiencias de otros. Claro que la mayoría de la gente esto no lo sabe, y como por lo general la gente no se molesta en conocer a la otra persona antes de juzgarla, sobre todo si es online, lo más fácil es recurrir al ataque personal cuando lo que dices contradice sus creencias. Yo les contesto “Cree lo que quieras” y pensarán que soy una arrogante porque me creo en posesión de la Verdad. Lo cierto es que lo único que ocurre es que sé que no voy a poder cambiar sus creencias, y en el fondo me da igual, así que puede seguir creyendo en lo que quiera.

Cuando comparto mis conocimientos con otras personas, muchas veces me siento como si tratara de explicar a un hombre de la Edad Media que debe hervir el agua porque si no lo hace los bichitos que hay en ella le van a producir diarrea e incluso la muerte. Él seguirá pensando que el agua está maldita porque tiene una vecina bruja que tiene poderes sobrenaturales y quiere vengarse de él, y pensará que lo mío es una creencia sin fundamento. Pero no, lo mío viene de mis conocimientos, de ver esos bichitos al microscopio, y de mi experiencia hirviendo el agua y comprobando que así deja de producir diarrea. No es algo que me haya sacado de la manga, ni una inspiración que me vino en un sueño, y por supuesto no es cuestión de fe. Es mucho, mucho más.

Cuando hay gente empeñada en creer que los viajes astrales son pura fantasía o que no son muy distintos a entrar en un estado de meditación profunda, donde tu consciencia se expande, y aunque le expliques que no es lo mismo, piensan que es una cuestión semántica, la conclusión es la misma para todos los que hemos experimentado de verdad un viaje astral: esa persona aún no ha conseguido tener una experiencia extracorpórea consciente. Es así de simple. Yo puedo insistir hasta la saciedad y repetir y repetir lo mismo hasta que mis dedos sangren de tanto teclear, pero no insisto por pura obstinación o por defender “mis creencias”. Insisto porque tengo ese conocimiento. Es igual que cuando Neil Armstrong se enfadaba si le decían que él no había estado en la Luna. Si alguien duda de ello, es como si te llamaran estúpido. ¿Es que crees que no soy lo suficientemente inteligente para distinguir si estoy fuera de mi cuerpo o no? ¿Es que después de toda la investigación que he hecho crees que no sé distinguir entre un sueño y una EEC? ¿Crees que no sé lo que es meditar y lo que es estar fuera de tu cuerpo, en otra dimensión? ¿Crees que me estoy engañando a mí misma? No, lo único que ocurre es que tú no puedes entenderlo aún porque no lo has experimentado. Igual que ni siquiera te puedes imaginar lo que un hombre ha sentido al pisar nuestro satélite, ni todo el trabajo que le debió suponer llegar ahí. Creo que Armstrong llegó a dar un puñetazo a alguien por insinuarle que todo eso era mentira, o al menos lo intentó. Y no es para menos... 

Pero así pasa con todo... Muchos de los que dicen creer en la reencarnación, creen en ella y ya está. Los verdaderos reencarnacionistas tenemos la certeza de que reencarnamos porque tenemos muchas razones para pensar que es así, y no se trata solo de nuestras propias experiencias. Pero, ¿cómo puedes explicar esto a alguien que jamás ha recordado por sí mismo? No merece la pena, cada día estoy más segura de ello. Y, sin embargo, cuanto más evidencias científicas encontramos, cuantos más misterios de la naturaleza humana encuentran una explicación en la reencarnación, y más se convierte en una certeza, alejándose más y más del ámbito de las creencias y la espiritualidad, más creo que debemos divulgar lo que sabemos y permitir a otros que investiguen y se convenzan por sí mismos. Es como saber que la Tierra gira en torno al Sol, mientras que el resto del mundo sigue pensando que es al contrario. No es que yo quiera convencer a nadie de mis creencias. Es que sé que es un hecho, es la única Verdad, y como tal un día será reconocida e integrada en nuestra civilización (si no nos autodestruimos antes).

Aquí hay que tener cuidado, porque a veces no nos damos cuenta de que nuestra propia interpretación de una experiencia es también una creencia. Es lo que ocurre con la falsa “Ley del Karma”, por ejemplo. Alguien trató de dar explicación a determinados hechos, y como sonaba tan bonito y todo encajaba tan bien, la mayoría de la gente se lo ha creído, sin ni siquiera molestarse en recordar por sí mismo y comprobar si eso es cierto. Claro que según esto muchos podrían decirme que mi creencia en la reencarnación sigue siendo una creencia, por muy convencida que esté. Bueno, por eso siempre digo que puedo estar equivocada, es cierto. Pero si tuviera que hacer una lista de diagnósticos diferenciales, igual que hago cuando tengo que diagnosticar una enfermedad, la primera opción en mi lista sería la reencarnación. La Verdad (la enfermedad que está produciendo unos síntomas determinados) es una, no doscientas. Y si está en el primer puesto de mi lista es porque tengo una gran probabilidad de acertar. Y no está ahí por capricho o porque yo lo haya elegido. Está ahí porque es el puesto que le corresponde después de observar fenómenos parecidos en cientos de personas, estudiar otros hechos que apuntan a la inmortalidad del alma, por sensaciones subjetivas que coinciden con sensaciones subjetivas de otras personas... en definitiva, por una serie de observaciones basadas en algo más que en pura fe. Si los médicos tuvieran que tratar a todos sus pacientes teniendo un diagnóstico definitivo, muchos de esos pacientes morirían porque el tratamiento no llegaría a tiempo. Por tanto, prefiero dar por cierta la reencarnación, aun a riesgo de equivocarme, porque así evito la muerte del paciente. Es decir, quizá aún no tenga medios para demostrar científicamente que la reencarnación es un hecho, pero si trato al paciente “suponiendo” que la enfermedad es la reencarnación, y el paciente se cura, es muy probable que la enfermedad fuera la reencarnación. Sería un diagnóstico indirecto. Y creo que ese es el punto en el que estamos. Si alguien me pregunta, le diré que no debería dudar de la existencia de la reencarnación porque muchos pacientes se han curado de sus traumas recordando vidas pasadas, o yo he encontrando las respuestas a muchas de mis preguntas trascendentales haciéndome consciente de quién fui en otros tiempos.

Muchas veces, cuando tratas de expresar tu opinión y algunos se lo toman como que estás intentando imponer tus creencias, la respuesta suele ser: “Cada uno sigue su propio camino espiritual, no puedes cambiar eso”. Y lo sé. También es cierto que la mejor forma de que la gente aprenda es que se estrellen ellos mismos contra la pared. Pero supongo que mi educación sanitaria me impulsa a evitar que la gente haga eso. Además, siento que esto (la reencarnación) cada vez tiene menos que ver con la espiritualidad. La “espiritualidad” —no la verdadera, sino la que nos quieren vender los creadores de la Nueva Era— es una nueva religión, con hermosos consejos para llevar nuestra vida algo mejor y darle sentido a nuestra estancia aquí. Personalmente, cuanto más pienso en la reencarnación, más convencida estoy de que obedece a cuestiones puramente “fisiológicas”, es un mecanismo natural del ser humano y no hay que darle más vueltas. Las distintas teorías espirituales son como tratar de dar un significado a por qué los glóbulos rojos forman parte de la sangre. ¿Tendrán algo que aprender? ¿Por qué son rojos? ¿Llevan una carga de oxígeno a sus espaldas porque en una vida anterior fueron virus malvados? ¿Si son atacados por parásitos sanguíneos que se adhieren a su membrana es porque ellos lo eligieron?

Estoy exagerando un poco y no me estoy burlando de nadie, que conste. Solo quiero expresar mis pensamientos al respecto: creo que a veces nos perdemos demasiado en tratar de dar una explicación trascendental a todo lo que nos pasa, y no tiene por qué ser así. Posiblemente las cosas son más fáciles de lo que pensamos. Pero nuestra mente es débil y no entiende el sufrimiento. Hay gente que se aprovecha de ello, de manera más o menos inocua, como vendiendo libros tratándote de convencer de algo que no es cierto, cuestión que no me preocupa demasiado... o bien haciendo mucho daño, como muchas sectas o muchas supersticiones, cuestión que sí que me preocupa, puesto que trae mucho sufrimiento a los seres humanos. Yo creo que si sabemos algo es nuestra obligación compartir ese conocimiento, no porque queramos extender “nuestra fe” igual que hacen muchos fundamentalistas, sino por el bien de la Humanidad, para acabar con tanta confusión y ayudar a la gente a no tener miedo o a que sufran menos por alguien que han perdido, por ejemplo. Luego, que cada uno haga con ese conocimiento lo que quiera, claro.

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sábado, 10 de enero de 2015

Integración.

Hemos estado hablando recientemente sobre la integración de vidas pasadas en los foros, y aunque estas últimas semanas he estado muy liada con las fiestas navideñas y otros temas familiares, y apenas he tenido tiempo de pensar en la reencarnación o en mis vidas pasadas, la integración ha estado en mi cabeza en los escasos momentos de tranquilidad que he podido disfrutar.

Y es que es un proceso muy curioso. Va mucho más allá de la tan manida "sanación espiritual" en la que no creo mucho, por razones que no me voy a detener a explicar ahora. Es un proceso que puede llevar años, pero creo que es muy satisfactorio, y es lo que te lleva al pleno convencimiento interno de que la reencarnación es un hecho, te lleva a aceptar a todas esas personas que has sido en el pasado y a reconocerlas dentro de ti en determinados momentos. Es cuando te das cuenta de que aunque has cambiado de cuerpo y ahora las circunstancias son distintas, en el fondo sigues siendo el mismo, viviendo una misma vida que se puede prolongar en el tiempo todo lo que tú quieras. Creo que está muy relacionado con algo que he comentado otras veces: esa sensación de paz y tranquilidad interna que te llega porque ya no tienes más dudas. Ya no tienes miedo de la muerte, ni de la vida, porque sabes que eres inmortal, y pase lo que pase, siempre estarás bien.

Ayer me estuve viendo el Episodio 7 de la segunda temporada de Ghost inside my child. En él se trataba un caso espectacular de reencarnación dentro de la misma familia. El niño, mientras la familia viajaba en coche, se dirigió a su madre con el apelativo de "honey", tal y como solía hacerlo un hermano fallecido de esa mujer. En otra ocasión describió cómo había muerto, mientras iba haciendo eses en una carretera... tal y como había fallecido ese hermano. Pero lo más impactante fue cuando, estando en casa de su abuela, a la hora de acostarse, le preguntó por un peluche amarillo llamado Froggy con el que quería irse a dormir, insistiendo: "Tú sabes a qué peluche me refiero". La abuela (madre del hermano fallecido), que por supuesto jamás había mencionado a nadie dónde estaba ese peluche, tuvo que ir a buscarlo a un armario y el niño lo reconoció al instante. La madre (antigua hermana) del niño, también comenzó a notar ciertas similitudes en la personalidad de ambos, ya que los dos tenían propensión a la ira.

Algunos llaman a esto "evidencias circunstanciales", o dicho más propiamente en castellano, "indicios". Yo me suelo preguntar qué prueba definitiva necesitamos para aceptar de una vez la reencarnación. Es cierto que tal y como está la ciencia actualmente, aún estamos muy lejos de poder demostrar la existencia del alma, y cómo esta abandona un cuerpo y renace en otro... pero vamos a ver, si es blanco y en botella, ¿no es leche? No, es verdad, también puede ser horchata. Ni siquiera entre la leche de vaca y la leche vegetal hay mucha diferencia, sigue siendo blanca y en botella. No sé, personalmente creo que seguir negando la reencarnación es cuando menos absurdo.


Pero en este caso hablaba de esa integración que se produce cuando por fin aceptas que has sido esa otra persona. Y ponía el ejemplo de ese niño porque no puede estar más claro que su alma se reencarnó en la misma familia e incluso había esa similitud en la personalidad. Esto me recordó a esos momentos en los que reconoces a esa persona del pasado en ti. Yo recuerdo muchas vidas pasadas y siento que soy el resultado de todas esas experiencias. He cambiado en algunas cosas, pero sigo sintiendo que soy la misma, y según la situación en la que me encuentre, reconozco algunas de las características de personalidad predominantes en épocas pasadas. Por ejemplo, sé que si trabajo en equipo (especialmente si es online) tiendo a tomar las riendas, si me dejan. Intento evitarlo porque en esta vida no tengo especial interés en estar al mando, seguramente porque ya lo he vivido, pero aún así el impulso interno continúa estando ahí. También sé que en las discusiones, si no me controlo, puedo llegar a ser muy obstinada, aunque poco a poco también voy controlando ese aspecto, porque sé a dónde me llevó un comportamiento parecido en el pasado. No es que sea malo de por sí, es solo que de momento no me interesa acabar de esa forma. Quizá si hubiera una revolución como las de antaño y me obligaran a defender mis derechos, probablemente actuaría de la misma manera.

Bien, pues esto me pasa con todas esas vidas pasadas. Y creo que eso es integración, es una especie de reconocimiento de que esa persona cuya vida empezaste a recordar no es "una tercera persona", eres tú mismo, y sigue dentro de ti. Puedes seguir siendo igual a como eras, si así lo deseas. Puedes seguir sus consejos sobre cómo actuar esta vez, o puedes ignorarlos. Ya no intentas rechazarlos porque te traigan tristeza o malos sentimientos. Ahora les das la bienvenida, los sientas a tu mesa y charlas con ellos como viejos amigos. En el fondo, están siempre contigo porque nunca se fueron.

A mí me encanta esa sensación. Es otra de las cosas que tus vidas pasadas pueden hacer por ti. Y llegar a ese instante merece la pena.

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La autora de este blog no pertenece a ninguna religión ni a ninguna secta, ni tampoco es ferviente seguidora de ninguna doctrina espiritual, espírita o new age. Tampoco es una fanática lectora de ningún escritor más o menos popular que hable en sus libros sobre terapia o hipnosis regresiva.

La autora de este blog tiene una amplia formación científica y por ello piensa por sí misma para llegar a las conclusiones y opiniones que aquí se ven reflejadas. La reencarnación es un fenómeno natural y universal. El único objetivo de este blog es reflexionar y ofrecer algunas claves para que todo el mundo pueda darse cuenta de ello por sí mismo.

En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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