lunes, 12 de enero de 2015

Sobre creencias, experiencias y la verdad.

Llevo semanas dándole vueltas a estos conceptos, porque veo que con frecuencia son confundidos y utilizados incorrectamente, en función de nuestros intereses. También veo que se usan como la opción políticamente correcta para decirte “Vete al carajo, cree lo que quieras que yo seguiré creyendo en lo que yo quiero”. Es decir, cuando alguien dice algo así como “No hay necesidad de debatir sobre esto, todos tenemos nuestra propia verdad”, sí, suena muy respetuoso y muy “espiritual”, pero en realidad te están diciendo que no creen una sola palabra de lo que les estás contando y no van a cambiar de opinión, así que deja de insistir porque lo que ellos creen que son solo tus creencias, no tienen ninguna validez para ellos. Esto me ha pasado montones de veces. Pero a lo largo de estos años he aprendido algunas cosillas, entre ellas: 
1. La Verdad es única. Sus interpretaciones son falsedades.
2. Es más fácil que la RAE cambie una palabra en el diccionario que hacer que alguien modifique sus creencias. No importa que les des un montón de argumentos lógicos y científicos para tratar de convencerles de que lo tuyo no es una creencia, sino una certeza que viene a consecuencia de mucha investigación y de tus propias experiencias. Si en la cabeza de alguien no cabe el concepto de reencarnación, no habrá forma de convencerle de lo contrario, preferirá seguir creyendo en aquello que entra dentro de sus esquemas mentales.

No estoy diciendo que esto sea bueno o malo, solo estoy describiendo objetivamente la naturaleza de los seres humanos. En entornos virtuales estamos juzgando constantemente a la gente sin ni siquiera saber de dónde vienen, y con frecuencia lo hacemos basándonos en nuestros propios prejuicios. Por ejemplo, si alguien pronuncia la palabra “astral” y nosotros hemos visto muchas insensateces e incongruencias entre personas que hablan del astral, vamos a dar por supuesto que esa persona está igual de loca, a pesar de que tenga una actitud totalmente científica y racional. El caso contrario se produce si esa misma persona antepone a su nombre la palabra “doctor”, o si se ha montado un “instituto” en el que se ofrecen cursos por más de 4000 euros para enseñarte algo que cualquier persona con verdadera experiencia te podría enseñar gratis. Pero, claro, como esa persona tiene estudios o gana dinero a costa de ti, solo por eso “debe estar en posesión de la verdad”. Y si lo escribes en un libro, ya ni te cuento. Se convierte en poco menos que la Biblia: palabra de Dios.

Volviendo a lo de antes, he de reconocer que yo muchas veces también acabo las discusiones con “Puedes creer lo que quieras”, y posiblemente la gente pensará que les estoy enviando al carajo. Pero eso no es cierto. En mi caso, la diferencia es que cuando yo entro en las discusiones no es porque “tenga una creencia sobre ello”, sino porque “tengo muy buenas razones para pensar así”. Razones basadas en mi propia investigación, en la ciencia, la lógica, o al menos en un sano raciocinio. Puede que me equivoque, claro, pero por lo general me baso en mis propias experiencias a lo largo de muchos años, y en el amplio conocimiento que he podido reunir leyendo las experiencias de otros. Claro que la mayoría de la gente esto no lo sabe, y como por lo general la gente no se molesta en conocer a la otra persona antes de juzgarla, sobre todo si es online, lo más fácil es recurrir al ataque personal cuando lo que dices contradice sus creencias. Yo les contesto “Cree lo que quieras” y pensarán que soy una arrogante porque me creo en posesión de la Verdad. Lo cierto es que lo único que ocurre es que sé que no voy a poder cambiar sus creencias, y en el fondo me da igual, así que puede seguir creyendo en lo que quiera.

Cuando comparto mis conocimientos con otras personas, muchas veces me siento como si tratara de explicar a un hombre de la Edad Media que debe hervir el agua porque si no lo hace los bichitos que hay en ella le van a producir diarrea e incluso la muerte. Él seguirá pensando que el agua está maldita porque tiene una vecina bruja que tiene poderes sobrenaturales y quiere vengarse de él, y pensará que lo mío es una creencia sin fundamento. Pero no, lo mío viene de mis conocimientos, de ver esos bichitos al microscopio, y de mi experiencia hirviendo el agua y comprobando que así deja de producir diarrea. No es algo que me haya sacado de la manga, ni una inspiración que me vino en un sueño, y por supuesto no es cuestión de fe. Es mucho, mucho más.

Cuando hay gente empeñada en creer que los viajes astrales son pura fantasía o que no son muy distintos a entrar en un estado de meditación profunda, donde tu consciencia se expande, y aunque le expliques que no es lo mismo, piensan que es una cuestión semántica, la conclusión es la misma para todos los que hemos experimentado de verdad un viaje astral: esa persona aún no ha conseguido tener una experiencia extracorpórea consciente. Es así de simple. Yo puedo insistir hasta la saciedad y repetir y repetir lo mismo hasta que mis dedos sangren de tanto teclear, pero no insisto por pura obstinación o por defender “mis creencias”. Insisto porque tengo ese conocimiento. Es igual que cuando Neil Armstrong se enfadaba si le decían que él no había estado en la Luna. Si alguien duda de ello, es como si te llamaran estúpido. ¿Es que crees que no soy lo suficientemente inteligente para distinguir si estoy fuera de mi cuerpo o no? ¿Es que después de toda la investigación que he hecho crees que no sé distinguir entre un sueño y una EEC? ¿Crees que no sé lo que es meditar y lo que es estar fuera de tu cuerpo, en otra dimensión? ¿Crees que me estoy engañando a mí misma? No, lo único que ocurre es que tú no puedes entenderlo aún porque no lo has experimentado. Igual que ni siquiera te puedes imaginar lo que un hombre ha sentido al pisar nuestro satélite, ni todo el trabajo que le debió suponer llegar ahí. Creo que Armstrong llegó a dar un puñetazo a alguien por insinuarle que todo eso era mentira, o al menos lo intentó. Y no es para menos... 

Pero así pasa con todo... Muchos de los que dicen creer en la reencarnación, creen en ella y ya está. Los verdaderos reencarnacionistas tenemos la certeza de que reencarnamos porque tenemos muchas razones para pensar que es así, y no se trata solo de nuestras propias experiencias. Pero, ¿cómo puedes explicar esto a alguien que jamás ha recordado por sí mismo? No merece la pena, cada día estoy más segura de ello. Y, sin embargo, cuanto más evidencias científicas encontramos, cuantos más misterios de la naturaleza humana encuentran una explicación en la reencarnación, y más se convierte en una certeza, alejándose más y más del ámbito de las creencias y la espiritualidad, más creo que debemos divulgar lo que sabemos y permitir a otros que investiguen y se convenzan por sí mismos. Es como saber que la Tierra gira en torno al Sol, mientras que el resto del mundo sigue pensando que es al contrario. No es que yo quiera convencer a nadie de mis creencias. Es que sé que es un hecho, es la única Verdad, y como tal un día será reconocida e integrada en nuestra civilización (si no nos autodestruimos antes).

Aquí hay que tener cuidado, porque a veces no nos damos cuenta de que nuestra propia interpretación de una experiencia es también una creencia. Es lo que ocurre con la falsa “Ley del Karma”, por ejemplo. Alguien trató de dar explicación a determinados hechos, y como sonaba tan bonito y todo encajaba tan bien, la mayoría de la gente se lo ha creído, sin ni siquiera molestarse en recordar por sí mismo y comprobar si eso es cierto. Claro que según esto muchos podrían decirme que mi creencia en la reencarnación sigue siendo una creencia, por muy convencida que esté. Bueno, por eso siempre digo que puedo estar equivocada, es cierto. Pero si tuviera que hacer una lista de diagnósticos diferenciales, igual que hago cuando tengo que diagnosticar una enfermedad, la primera opción en mi lista sería la reencarnación. La Verdad (la enfermedad que está produciendo unos síntomas determinados) es una, no doscientas. Y si está en el primer puesto de mi lista es porque tengo una gran probabilidad de acertar. Y no está ahí por capricho o porque yo lo haya elegido. Está ahí porque es el puesto que le corresponde después de observar fenómenos parecidos en cientos de personas, estudiar otros hechos que apuntan a la inmortalidad del alma, por sensaciones subjetivas que coinciden con sensaciones subjetivas de otras personas... en definitiva, por una serie de observaciones basadas en algo más que en pura fe. Si los médicos tuvieran que tratar a todos sus pacientes teniendo un diagnóstico definitivo, muchos de esos pacientes morirían porque el tratamiento no llegaría a tiempo. Por tanto, prefiero dar por cierta la reencarnación, aun a riesgo de equivocarme, porque así evito la muerte del paciente. Es decir, quizá aún no tenga medios para demostrar científicamente que la reencarnación es un hecho, pero si trato al paciente “suponiendo” que la enfermedad es la reencarnación, y el paciente se cura, es muy probable que la enfermedad fuera la reencarnación. Sería un diagnóstico indirecto. Y creo que ese es el punto en el que estamos. Si alguien me pregunta, le diré que no debería dudar de la existencia de la reencarnación porque muchos pacientes se han curado de sus traumas recordando vidas pasadas, o yo he encontrando las respuestas a muchas de mis preguntas trascendentales haciéndome consciente de quién fui en otros tiempos.

Muchas veces, cuando tratas de expresar tu opinión y algunos se lo toman como que estás intentando imponer tus creencias, la respuesta suele ser: “Cada uno sigue su propio camino espiritual, no puedes cambiar eso”. Y lo sé. También es cierto que la mejor forma de que la gente aprenda es que se estrellen ellos mismos contra la pared. Pero supongo que mi educación sanitaria me impulsa a evitar que la gente haga eso. Además, siento que esto (la reencarnación) cada vez tiene menos que ver con la espiritualidad. La “espiritualidad” —no la verdadera, sino la que nos quieren vender los creadores de la Nueva Era— es una nueva religión, con hermosos consejos para llevar nuestra vida algo mejor y darle sentido a nuestra estancia aquí. Personalmente, cuanto más pienso en la reencarnación, más convencida estoy de que obedece a cuestiones puramente “fisiológicas”, es un mecanismo natural del ser humano y no hay que darle más vueltas. Las distintas teorías espirituales son como tratar de dar un significado a por qué los glóbulos rojos forman parte de la sangre. ¿Tendrán algo que aprender? ¿Por qué son rojos? ¿Llevan una carga de oxígeno a sus espaldas porque en una vida anterior fueron virus malvados? ¿Si son atacados por parásitos sanguíneos que se adhieren a su membrana es porque ellos lo eligieron?

Estoy exagerando un poco y no me estoy burlando de nadie, que conste. Solo quiero expresar mis pensamientos al respecto: creo que a veces nos perdemos demasiado en tratar de dar una explicación trascendental a todo lo que nos pasa, y no tiene por qué ser así. Posiblemente las cosas son más fáciles de lo que pensamos. Pero nuestra mente es débil y no entiende el sufrimiento. Hay gente que se aprovecha de ello, de manera más o menos inocua, como vendiendo libros tratándote de convencer de algo que no es cierto, cuestión que no me preocupa demasiado... o bien haciendo mucho daño, como muchas sectas o muchas supersticiones, cuestión que sí que me preocupa, puesto que trae mucho sufrimiento a los seres humanos. Yo creo que si sabemos algo es nuestra obligación compartir ese conocimiento, no porque queramos extender “nuestra fe” igual que hacen muchos fundamentalistas, sino por el bien de la Humanidad, para acabar con tanta confusión y ayudar a la gente a no tener miedo o a que sufran menos por alguien que han perdido, por ejemplo. Luego, que cada uno haga con ese conocimiento lo que quiera, claro.

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