Llevo
semanas dándole vueltas a estos conceptos, porque veo que con frecuencia son
confundidos y utilizados incorrectamente, en función de nuestros intereses.
También veo que se usan como la opción políticamente correcta para decirte
“Vete al carajo, cree lo que quieras que yo seguiré creyendo en lo que yo
quiero”. Es decir, cuando alguien dice algo así como “No hay necesidad de
debatir sobre esto, todos tenemos nuestra propia verdad”, sí, suena muy
respetuoso y muy “espiritual”, pero en realidad te están diciendo que no creen
una sola palabra de lo que les estás contando y no van a cambiar de opinión,
así que deja de insistir porque lo que ellos creen que son solo tus creencias,
no tienen ninguna validez para ellos. Esto me ha pasado montones de veces. Pero
a lo largo de estos años he aprendido algunas cosillas, entre ellas:
1. La Verdad es única. Sus interpretaciones son falsedades.
2. Es más fácil que la RAE cambie una palabra en el diccionario que hacer que alguien modifique sus creencias. No importa que les des un montón de argumentos lógicos y científicos para tratar de convencerles de que lo tuyo no es una creencia, sino una certeza que viene a consecuencia de mucha investigación y de tus propias experiencias. Si en la cabeza de alguien no cabe el concepto de reencarnación, no habrá forma de convencerle de lo contrario, preferirá seguir creyendo en aquello que entra dentro de sus esquemas mentales.
No estoy
diciendo que esto sea bueno o malo, solo estoy describiendo objetivamente la naturaleza
de los seres humanos. En entornos virtuales estamos juzgando constantemente a
la gente sin ni siquiera saber de dónde vienen, y con frecuencia lo hacemos
basándonos en nuestros propios prejuicios. Por ejemplo, si alguien pronuncia la
palabra “astral” y nosotros hemos visto muchas insensateces e incongruencias
entre personas que hablan del astral, vamos a dar por supuesto que esa persona
está igual de loca, a pesar de que tenga una actitud totalmente científica y
racional. El caso contrario se produce si esa misma persona antepone a su
nombre la palabra “doctor”, o si se ha montado un “instituto” en el que se
ofrecen cursos por más de 4000 euros para enseñarte algo que cualquier persona
con verdadera experiencia te podría enseñar gratis. Pero, claro, como esa
persona tiene estudios o gana dinero a costa de ti, solo por eso “debe estar en
posesión de la verdad”. Y si lo escribes en un libro, ya ni te cuento. Se
convierte en poco menos que la Biblia: palabra de Dios.
Volviendo a
lo de antes, he de reconocer que yo
muchas veces también acabo las discusiones con “Puedes creer lo que quieras”, y
posiblemente la gente pensará que les estoy enviando al carajo. Pero eso no es
cierto. En mi caso, la diferencia es que cuando yo entro en las discusiones no
es porque “tenga una creencia sobre ello”, sino porque “tengo muy buenas
razones para pensar así”. Razones basadas en mi propia investigación, en la
ciencia, la lógica, o al menos en un sano raciocinio. Puede que me equivoque,
claro, pero por lo general me baso en mis propias experiencias a lo largo de
muchos años, y en el amplio conocimiento que he podido reunir leyendo las
experiencias de otros. Claro que la mayoría de la gente esto no lo sabe, y como
por lo general la gente no se molesta en conocer a la otra persona antes de
juzgarla, sobre todo si es online, lo más fácil es recurrir al ataque personal
cuando lo que dices contradice sus creencias. Yo les contesto “Cree lo que
quieras” y pensarán que soy una arrogante porque me creo en posesión de la
Verdad. Lo cierto es que lo único que ocurre es que sé que no voy a poder
cambiar sus creencias, y en el fondo me da igual, así que puede seguir creyendo
en lo que quiera.
Cuando
comparto mis conocimientos con otras personas, muchas veces me siento como si
tratara de explicar a un hombre de la Edad Media que debe hervir el agua porque
si no lo hace los bichitos que hay en ella le van a producir diarrea e incluso
la muerte. Él seguirá pensando que el agua está maldita porque tiene una vecina
bruja que tiene poderes sobrenaturales y quiere vengarse de él, y pensará que
lo mío es una creencia sin fundamento. Pero no, lo mío viene de mis
conocimientos, de ver esos bichitos al microscopio, y de mi experiencia
hirviendo el agua y comprobando que así deja de producir diarrea. No es algo
que me haya sacado de la manga, ni una inspiración que me vino en un sueño, y
por supuesto no es cuestión de fe. Es mucho, mucho más.
Cuando hay
gente empeñada en creer que los viajes astrales son pura fantasía o que no son
muy distintos a entrar en un estado de meditación profunda, donde tu
consciencia se expande, y aunque le expliques que no es lo mismo, piensan que
es una cuestión semántica, la conclusión es la misma para todos los que hemos
experimentado de verdad un viaje
astral: esa persona aún no ha conseguido tener una experiencia extracorpórea
consciente. Es así de simple. Yo puedo insistir hasta la saciedad y repetir y
repetir lo mismo hasta que mis dedos sangren de tanto teclear, pero no insisto
por pura obstinación o por defender “mis creencias”. Insisto porque tengo ese
conocimiento. Es igual que cuando Neil Armstrong se enfadaba si le decían que
él no había estado en la Luna. Si alguien duda de ello, es como si te llamaran
estúpido. ¿Es que crees que no soy lo suficientemente inteligente para
distinguir si estoy fuera de mi cuerpo o no? ¿Es que después de toda la
investigación que he hecho crees que no sé distinguir entre un sueño y una EEC?
¿Crees que no sé lo que es meditar y lo que es estar fuera de tu cuerpo, en
otra dimensión? ¿Crees que me estoy engañando a mí misma? No, lo único que
ocurre es que tú no puedes entenderlo aún porque no lo has experimentado. Igual
que ni siquiera te puedes imaginar lo que un hombre ha sentido al pisar nuestro
satélite, ni todo el trabajo que le debió suponer llegar ahí. Creo que Armstrong llegó a dar un puñetazo a alguien por insinuarle que todo eso era mentira, o al menos lo intentó. Y no es para menos...
Pero así
pasa con todo... Muchos de los que dicen creer en la reencarnación, creen en
ella y ya está. Los verdaderos reencarnacionistas tenemos la certeza de que
reencarnamos porque tenemos muchas razones para pensar que es así, y no se
trata solo de nuestras propias experiencias. Pero, ¿cómo puedes explicar esto a
alguien que jamás ha recordado por sí mismo? No merece la pena, cada día estoy
más segura de ello. Y, sin embargo, cuanto más evidencias científicas
encontramos, cuantos más misterios de la naturaleza humana encuentran una
explicación en la reencarnación, y más se convierte en una certeza, alejándose
más y más del ámbito de las creencias y la espiritualidad, más creo que debemos
divulgar lo que sabemos y permitir a otros que investiguen y se convenzan por
sí mismos. Es como saber que la Tierra gira en torno al Sol, mientras que el
resto del mundo sigue pensando que es al contrario. No es que yo quiera
convencer a nadie de mis creencias. Es que sé que es un hecho, es la única
Verdad, y como tal un día será reconocida e integrada en nuestra civilización
(si no nos autodestruimos antes).
Aquí hay que
tener cuidado, porque a veces no nos damos cuenta de que nuestra propia
interpretación de una experiencia es también una creencia. Es lo que ocurre con
la falsa “Ley del Karma”, por ejemplo. Alguien trató de dar explicación a
determinados hechos, y como sonaba tan bonito y todo encajaba tan bien, la
mayoría de la gente se lo ha creído, sin ni siquiera molestarse en recordar por
sí mismo y comprobar si eso es cierto. Claro que según esto muchos podrían
decirme que mi creencia en la reencarnación sigue siendo una creencia, por muy
convencida que esté. Bueno, por eso siempre digo que puedo estar equivocada, es
cierto. Pero si tuviera que hacer una lista de diagnósticos diferenciales,
igual que hago cuando tengo que diagnosticar una enfermedad, la primera opción
en mi lista sería la reencarnación. La Verdad (la enfermedad que está
produciendo unos síntomas determinados) es una, no doscientas. Y si está en el
primer puesto de mi lista es porque tengo una gran probabilidad de acertar. Y
no está ahí por capricho o porque yo lo haya elegido. Está ahí porque es el
puesto que le corresponde después de observar fenómenos parecidos en cientos de
personas, estudiar otros hechos que apuntan a la inmortalidad del alma, por
sensaciones subjetivas que coinciden con sensaciones subjetivas de otras
personas... en definitiva, por una serie de observaciones basadas en algo más
que en pura fe. Si los médicos tuvieran que tratar a todos sus pacientes
teniendo un diagnóstico definitivo, muchos de esos pacientes morirían porque el
tratamiento no llegaría a tiempo. Por tanto, prefiero dar por cierta la
reencarnación, aun a riesgo de equivocarme, porque así evito la muerte del
paciente. Es decir, quizá aún no tenga medios para demostrar científicamente
que la reencarnación es un hecho, pero si trato al paciente “suponiendo” que la
enfermedad es la reencarnación, y el paciente se cura, es muy probable que la
enfermedad fuera la reencarnación. Sería un diagnóstico indirecto. Y creo que
ese es el punto en el que estamos. Si alguien me pregunta, le diré que no
debería dudar de la existencia de la reencarnación porque muchos pacientes se
han curado de sus traumas recordando vidas pasadas, o yo he encontrando las
respuestas a muchas de mis preguntas trascendentales haciéndome consciente de
quién fui en otros tiempos.
Muchas veces,
cuando tratas de expresar tu opinión y algunos se lo toman como que estás
intentando imponer tus creencias, la respuesta suele ser: “Cada uno sigue su
propio camino espiritual, no puedes cambiar eso”. Y lo sé. También es cierto
que la mejor forma de que la gente aprenda es que se estrellen ellos mismos
contra la pared. Pero supongo que mi educación sanitaria me impulsa a evitar
que la gente haga eso. Además, siento que esto (la reencarnación) cada vez
tiene menos que ver con la espiritualidad. La “espiritualidad” —no la
verdadera, sino la que nos quieren vender los creadores de la Nueva Era— es una
nueva religión, con hermosos consejos para llevar nuestra vida algo mejor y
darle sentido a nuestra estancia aquí. Personalmente, cuanto más pienso en la
reencarnación, más convencida estoy de que obedece a cuestiones puramente “fisiológicas”,
es un mecanismo natural del ser humano y no hay que darle más vueltas. Las
distintas teorías espirituales son como tratar de dar un significado a por qué
los glóbulos rojos forman parte de la sangre. ¿Tendrán algo que aprender? ¿Por
qué son rojos? ¿Llevan una carga de oxígeno a sus espaldas porque en una vida
anterior fueron virus malvados? ¿Si son atacados por parásitos sanguíneos que
se adhieren a su membrana es porque ellos lo eligieron?
Estoy
exagerando un poco y no me estoy burlando de nadie, que conste. Solo quiero
expresar mis pensamientos al respecto: creo que a veces nos perdemos demasiado
en tratar de dar una explicación trascendental a todo lo que nos pasa, y no
tiene por qué ser así. Posiblemente las cosas son más fáciles de lo que
pensamos. Pero nuestra mente es débil y no entiende el sufrimiento. Hay gente
que se aprovecha de ello, de manera más o menos inocua, como vendiendo libros
tratándote de convencer de algo que no es cierto, cuestión que no me preocupa
demasiado... o bien haciendo mucho daño, como muchas sectas o muchas
supersticiones, cuestión que sí que me preocupa, puesto que trae mucho
sufrimiento a los seres humanos. Yo creo que si sabemos algo es nuestra obligación
compartir ese conocimiento, no porque queramos extender “nuestra fe” igual que
hacen muchos fundamentalistas, sino por el bien de la Humanidad, para acabar
con tanta confusión y ayudar a la gente a no tener miedo o a que sufran menos
por alguien que han perdido, por ejemplo. Luego, que cada uno haga con ese
conocimiento lo que quiera, claro.
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