lunes, 8 de junio de 2015

La Reacción.

Diversos acontecimientos me han tenido alejada de mis vidas pasadas, aunque no de la reencarnación, ya que eso es imposible. Pero no tiene nada que ver pensar y teorizar sobre la reencarnación, con tener que lidiar con tus recuerdos, eso está claro. Aparte de eso, también he estado más centrada en mi vida actual, con problemas de trabajo, nuevos proyectos, cursos... y todo ese movimiento me ha restado energía para invertir en la reencarnación. Poco a poco todo va quedando en el pasado, y a veces llegas a preguntarte si todo aquello que viste y sentiste en esas regresiones, todo el trabajo que hiciste, fue solo una ilusión, una ida de olla, una etapa que pasaste “en las nubes” que para nada es real. Y resulta que luego un día, de manera totalmente inesperada, algo sucede que te vuelve a trastornar, y te recuerda que no, por supuesto que no, tus vidas pasadas siguen siendo parte de ti. No solo eso: te siguen afectando emocionalmente. La reencarnación es real. No puedes dudarlo.

Ayer se me ocurrió ir a visitar la exposición que las Fuerzas Armadas habían organizado en Madrid, con motivo de la celebración del 5 de Junio. Mi pareja y yo nos enteramos a última hora, y como no teníamos nada mejor que hacer, era cerca de casa, y era gratis, decidimos acudir. A pesar de mi vida en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría, mi interés en todo lo militar antes de recordar era prácticamente nulo. Pero mi trabajo en el Ejército estadounidense en la Alemania Occidental de los años 60 fue bastante entretenido, y eso siempre me trae buenos recuerdos: cuidaba del mantenimiento de los helicópteros, sabía tirarme en paracaídas, hacía vuelos de prueba, conducía un camión militar... En todo eso iba pensando mientras nos acercábamos a la exhibición, deseando poder meterme en la cabina de un avión o en un tanque. Nada más llegar, el enorme helicóptero que había a la entrada nos dejó sin habla... pero enseguida llamó mi atención un vehículo con una cruz roja que había detrás. Luego vi que no solo había un vehículo, sino que habían levantado un hospital de campaña. Eso me traía recuerdos de la Segunda Guerra Mundial... y eso ya no es tan divertido.


Me imagino que muchos lectores podrían pensar que mi propia sugestión hizo el resto. “Creo firmemente” que viví terribles acontecimientos traumáticos en un hospital de campaña alemán en territorio francés, así que mi propio cerebro hizo que mis piernas comenzaran a temblar y que me detuviera a la entrada. Supongo que solo yo sé que esto no lo produce una simple creencia. Le dije a mi pareja que no estaba segura de querer entrar ahí. Yo lo llamo un “cambio en la energía”, porque los súbitos sentimientos que te invaden no tienen nada que ver con lo que sentías hasta entonces. Me forcé a mí misma a avanzar. No podía desaprovechar la oportunidad de ver en realidad un hospital de campaña (algo que jamás había hecho antes), y quizá obtener alguna pequeña verificación, pequeña ya que al fin y al cabo este era un hospital moderno, no uno de la Segunda Guerra Mundial.

Bueno, creo que no había mucha diferencia... Entré y la sensación fue como transportarme a 1942. Sobre todo quería comprobar que las paredes daban la sensación de ser sólidas como si fuera un edificio... porque esa era la sensación que tenía en mis recuerdos, que no parecían ser las paredes de “una tienda”. Vi las camas metálicas y las camillas con grandes ruedas y neumáticos. Vi los instrumentos médicos (estos no me produjeron ninguna sensación, porque los veo todos los días por mi profesión). Pero la visión del quirófano al fondo fue lo que más me impresionó, porque era exactamente así como lo recordaba... Las ganas de llorar que tenía desde el principio comenzaron a hacerse más fuertes, y luego se unió la terrible rabia que aún siento cuando recuerdo todo aquello. Flashes de soldados heridos y mucha sangre. Y sobre todo, cuando veía aquellas gruesas lonas con cremallera en las camillas, como sacos de dormir que me imagino se usan para mantener a los pacientes calientes, solo podía imaginar que en su interior había cadáveres. Empecé a sentir ansiedad también, y mi mente me susurraba: “Sal de aquí”.


Así lo hice. Si hubiera estado sola quizá habría aguantado hasta ser presa de lo que llamo “La Reacción”. Fue una amiga la que utilizó este término para describir las reacciones físicas que sufrimos a veces los que recordamos vidas pasadas cuando nos vemos en una situación como esa, en la que la escena que estás viendo te trae recuerdos del pasado muy vívidos y dolorosos. También la pueden sufrir personas que aún no tienen recuerdos conscientes, como es común entre los turistas que van a visitar Auschwitz, sin saber que fueron víctimas del Holocausto. Necesitaba... aún necesito, liberar todas esas emociones que no acaban de salir, a pesar de lo que mucho que he llorado ya en mis regresiones. El dolor continúa enquistado. La muerte de mi novio por fuego enemigo, sin que yo como enfermera pudiera hacer nada para evitarlo, no se olvida fácilmente. Yo no quería ser el foco de atención ni ponerme a vomitar ni caer desmayada, así que salí del hospital. Pero las emociones aún no se han ido.

Estoy convencida de que si hubiera estado enchufada a un monitor, se habrían notado los cambios fisiológicos en mi organismo. Puedes fingir un ataque de ansiedad, pero eso no se refleja en un electroencefalograma. Yo no llegué a tanto, pero creo que si hubiera estado dos minutos más, quizá sí habría llegado. Más tarde mi pareja me dijo que me había puesto blanca. Y, desde luego, las ganas de llorar ya me acompañaron durante el resto de le exhibición, y también una gran furia interna que ya no me permitió disfrutar de la visita.

Hace solo unos días le decía a una amiga para animarla que yo era prueba de que se podía sanar, que ya no me acordaba apenas de mis vidas pasadas. Menos mal que sé que no pude engañarla...

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La autora de este blog tiene una amplia formación científica y por ello piensa por sí misma para llegar a las conclusiones y opiniones que aquí se ven reflejadas. La reencarnación es un fenómeno natural y universal. El único objetivo de este blog es reflexionar y ofrecer algunas claves para que todo el mundo pueda darse cuenta de ello por sí mismo.

En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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