martes, 23 de diciembre de 2014

Niños que recuerdan vidas pasadas en Milenio 3.

Hace unos días descubrí con cierta sorpresa y, por supuesto, gran alegría, cómo en el programa de radio Milenio 3, conducido por mi admirado Íker Jiménez, se tocaba con gran valentía el tema de los niños que recuerdan vidas pasadas, gracias a un programa de televisión llamado Ghost inside my child que actualmente ya va por la segunda temporada y que se emite en Estados Unidos.

Aquí podéis escuchar el programa de radio al que hago referencia: Niños que retornan.

Ghost inside my child no es para nada un programa desconocido por los reencarnacionistas, al menos los que no nos cansamos de buscar respuestas y conocer más y más casos de personas que han pasado por lo mismo que nosotros. Hoy en día gracias a internet es fácil tener acceso a programas que se emiten en otros países y que por alguna razón tardan años en llegar a nuestras televisiones y ser traducidos o subtitulados. Espero que ya estén en ello. Mientras, los que hemos podido los hemos visto en versión original. Y a pesar de que no escogieron un buen nombre para él y se podría prescindir de ciertos efectos como la vocecilla fantasmal que ponen a la niña al presentar cada episodio (problema que han ido solventando en la segunda temporada), todos los reencarnacionistas serios que conozco coinciden en que la mayoría de los casos son sólidos y especialmente en los más recientes las verificaciones son impactantes

El programa de radio, si bien me pareció extremadamente básico, para lo que yo estoy acostumbrada, me sorprendió también por mencionar a Carol Bowman, psicóloga especializada en niños que recuerdan vidas pasadas, creadora del primer foro en inglés sobre reencarnación en Estados Unidos, allá por la década de los 90. Si no hubiera sido por ese foro, yo aún estaría bastante perdida y probablemente aún estaría preguntándome si me he vuelto loca o si lo que tengo en la mente se debe únicamente a un fenómeno conocido como criptomnesia, que no es más que haber leído un libro o haber visto una película, y años después cuando menos te lo esperas, esos recuerdos aparecen en tu cabeza aunque tú pienses que jamás leíste o viste nada parecido. Esto, simplificando mucho, claro. El caso es que hace tres años la información que existía en internet en habla española daba pena. Ahora, algo menos, porque a consecuencia de mis experiencias, leí y aprendí mucho, me di cuenta de que no era la única persona en el mundo que comenzó a recordar sus vidas pasadas al hacer meditación, y acabé abriendo el primer foro en español que trata de manera totalmente seria y racional el tema de la reencarnación. Un año después, nació este blog, ¡y aquí estamos!

Después de tanto esfuerzo, tanto estudio y recopilación de información, y sobre todo, mucha experimentación propia, la verdad es que es un placer ver que poco a poco nuestras mentes se van abriendo a una realidad que está ahí para todo el que la quiera conocer. En mi opinión es muy importante la actitud que tengamos al acercarnos a la reencarnación. Como siempre digo, la Nueva Era, los temas que tienen que ver con la espiritualidad, determinadas enseñanzas mediúmnicas poco fiables, o el típico gurú que nos intenta convencer de algo que nadie ha demostrado todavía, han hecho mucho daño a la reencarnación, y ahora estamos pagando el precio. Lo primero que todo el mundo debe saber cuando se acerca a la reencarnación es que nadie sabe cómo funciona, nadie tiene todas las respuestas, y muchas cosas de las que se dan por supuesto son discutibles. Eso lo sabe muy bien Íker Jiménez y todo aquel que busque y exija un mínimo de racionalidad. Sin embargo, aunque a mí me parece algo fundamental, otras personas, más influenciables quizá, no se dan cuenta de ello y tienden a creerse cualquier cosa que les cuenten, aunque no tenga ni pies ni cabeza, como la famosa Ley del Karma que tanto quebraderos de cabeza me produce. Y es que hay gente que se piensa que si crees en la reencarnación, también te crees a pies juntillas todos los dogmas que nadie sabe de dónde surgieron pero que la acompañan irremediablemente. Eso es falso.

Por tanto, me congratula enormemente que alguien se fije en Ghost inside my child y nos traiga esos casos de niños de hoy en día, investigados hoy en día, para que la gente de la calle comience a abrir los ojos a esta fascinante realidad. Creo que es importante hacer hincapié en que son casos actuales, no como los que investigó hace cuarenta años Ian Stevenson, y digo esto porque algunos se quedan anclados en el pasado y ya no se mueven de ahí... aunque de qué me voy a sorprender, si pasa lo mismo con las experiencias cercanas a la muerte. Es obvio que a la gente le cuesta mucho cambiar sus creencias, ya he descrito muchas veces el rechazo con el que me encontré cuando hablaba de reencarnación con personas que supuestamente estaban interesadas en lo que nos pasa después de muertos. Les dices dónde pueden buscar las pruebas, les dices cómo ellos mismos pueden experimentar y sacar sus propias conclusiones, y parece que se dan la vuelta y se tapan los oídos, porque la reencarnación simplemente no encaja con sus esquemas mentales. Si el que lo dice es un científico o un profesor de universidad, quizá le hagan más caso, no como a mí, que a pesar de tener varios títulos universitarios, no les doy la suficiente credibilidad porque valoro mi privacidad y no uso mi verdadero nombre para compartir mis experiencias y conocimiento sobre la materia, como si poner Pepita Pérez en lugar de Eowyn en mi firma fuera a cambiar algo... Creo que no es más que otra manifestación de esa reticencia a no querer creer algo que está delante de sus narices. Pero la verdad es que si ahora, por fin, van a creer en los casos que presenta Íker en sus programas, solo porque es Íker, pues bienvenido sea, porque lo cierto es que es hora de que la Humanidad se vaya dando cuenta de lo que somos y de por qué estamos aquí.

Por supuesto, no es suficiente con solo creer en la reencarnación, eso también lo estaré repitiendo por toda la eternidad. La creencia no te cambia interiormente, más cuando estamos hablando de algo tan personal y subjetivo como el estar convencido de haber vivido antes. Por eso nunca fue mi intención utilizar este blog como un medio divulgativo, sino como un medio para dar a conocer las técnicas que todo el mundo puede utilizar para recordar vidas pasadas.


A pesar de lo interesante que estuvo el programa de Milenio 3 y lo bueno que es que se hable de la reencarnación de manera seria y racional, no pude evitar sentirme también un poco decepcionada. La razón es que sigo pensando que avanzamos muy lentamente y en otros países nos llevan muchos años de ventaja. Casos de niños que recuerdan vidas pasadas hay a montones, y no tienen que salir en un programa de televisión para que la gente los conozca. En el foro en el que yo comencé mi andadura (el mismo que mencioné más arriba, Reincarnation Forum, para todo el que quiera visitarlo) te puedes pasar horas leyéndolos. Es cierto que los casos de niños son especialmente impactantes y son una de las mejores evidencias que apuntan hacia la realidad de la reencarnación, pero sigue siendo frustrante que no se dé la misma importancia a las experiencias de adultos, cuando las verificaciones son —o deberían serlo— las mismas. Parece que solo existe la terapia regresiva o los niños que recuerdan vidas pasadas. Raramente se habla de personas con recuerdos espontáneos o de sueños de vidas pasadas, ni mucho menos se dice en algún sitio (excepto aquí) que cualquier persona puede recordar mediante la meditación o la autohipnosis. Además, siempre tiene que planear la duda sobre todos estos casos, siempre se tiene que hablar de fraude, y siempre se tienen que proponer absurdas teorías científicas que no es que se queden cojas, es que algunas de ellas no sirven para explicar absolutamente nada, como algo llamado “telegonía” que mencionaron en el programa. Parece ser que es posible que una mujer puede tener un hijo con una segunda pareja, y que ese hijo se parezca físicamente a una anterior pareja. Vale. ¿Y? ¿Qué tiene que ver eso con que yo haya podido recordar la vida de un oficial de la Marina Inglesa que no tiene ninguna relación genética conmigo? ¿Hay fraude? Claro que lo hay, pero hay muchas maneras de desenmascarar a los que cometen esos fraudes, incluidos los que dicen tener vidas pasadas famosas sin ningún fundamento. Y, de todas formas, lo mejor siempre es comprobarlo por uno mismo.

En resumen, me he quedado con una sensación algo agridulce. Pero sí estoy contenta de que poco a poco las cosas vayan cambiando a este respecto... al menos aparentemente. Creo que aún no puedo echar las campanas al vuelo.

Más información:

domingo, 21 de diciembre de 2014

Locas divagaciones (7).

Esta entrada de hoy podría ir también en el apartado de “La muerte y los reencarnacionistas”, pero como está relacionada con la entrada anterior y además son también opiniones muy personales, al final he decidido titularla de este modo.

En este blog nunca había hablado de proyección astral hasta hace dos días, básicamente porque ya tenemos suficientes “rarezas” tratando la reencarnación en general, como para encima añadir más razones por las que nos tachen de locos. Sin embargo, llevo ya el suficiente tiempo investigando también la proyección astral, y sobre todo, experimentándola (como se debe hacer con todo), como para hablar de ella con un mínimo de conocimiento. También me anima a hacerlo el saber que hay compañeros que llegan al mismo punto al que llegué yo hace unos dos años: hace muy poco una de esas compañeras comentaba que después de llevar un tiempo meditando, ha comenzado a tener sueños lúcidos, y preguntaba por gente que le pudiese contar sus experiencias. Yo le conté las mías y además le expliqué algo que mucha gente no sabe: los sueños lúcidos son una de las mejores puertas que existen para salir al astral y vivir en carne propia una experiencia extracorpórea consciente, que es una de las experiencias más increíbles que le puede pasar a alguien y que no te dejan ninguna duda de que somos seres inmortales.


El principal problema hoy en día es que si mencionas la palabra “astral” te asocian directamente con un friki que dice viajar a Saturno todas las noches y encontrarte con seres pleyadianos que te dan importantes mensajes para la Humanidad... y no, esto no suele ocurrir en la realidad. Hasta cierto punto la desconfianza es comprensible porque igual que ocurre con la reencarnación (vale, no, es mucho peor), la desinformación y la charlatanería en internet son la norma. A mí misma me expulsaron de un grupo de Facebook por decir que no entendía por qué no se podía hablar de “viajes astrales” pero sí de experiencias extracorpóreas, cuando el principal tema eran las experiencias cercanas a la muerte, las cuales, en muchos casos, constan de una experiencia extracorpórea en toda regla... que, por si alguien no lo sabe, esto es sinónimo de viaje astral. Todo depende de la nomenclatura que quieras utilizar, y por supuesto, tiene su base en la cerrazón de gran parte de la comunidad científica que no quiere ni oír hablar de viajeros astrales, que sin embargo, son de los que más saben sobre la mente y cómo trabaja... si son serios y racionales, por supuesto. Sin racionalidad no vamos a ninguna parte.

Pues bien, el otro día mencioné un libro que me estaba leyendo, que es La proyección del cuerpo astral, de Sylvan Muldoon y Hereward Carrington, publicado en 1929. Hoy he llegado a la última página, y casi he entrado en éxtasis al leer párrafos que son casi un calco de lo que yo trato de expresar día sí día no en este blog, cosas por las que he de soportar ciertas críticas y que muchas personas no entienden. Por una parte es un placer encontrar a personas con una actitud racional muy similar a la mía, aunque lleven décadas muertos. Por otra parte, es algo frustrante, claro, porque como ya dije esto probablemente significa que nada de lo que yo escriba en este blog va a producir un cambio significativo en el mundo que me rodea, excepto a las pocas personas a quienes les llegue y se decidan a investigar por su cuenta en lugar de leer y leer, o leer y dejarme un comentario llamándome “poco evolucionada” o cerrada de mente. También me produce mucha tristeza comprobar que hoy día no se le dé apenas valor a las investigaciones que personas como las que escribieron ese libro llevaron a cabo para intentar saber más sobre nosotros mismos, o que, en el mejor de los casos, se hayan transformado en una pseudo-religión llamada espiritismo donde, como es normal en estos casos, abundan los dogmas, las doctrinas sin fundamento, y hay poco espíritu práctico y/o científico.

Me sorprende inmensamente que hace casi cien años, hubiese gente que lo tuviese tan claro y que fuera capaz de explicar lo que ocurre en el proceso de la muerte mucho mejor que cualquier científico de hoy día, o que ya supieran que en el transcurso de la anestesia pueden darse experiencias extracorpóreas involuntarias. Y leyendo fragmentos como estos que pongo a continuación, no puedo dejar más de lamentarme al ver que nada ha cambiado mucho. O, si ha cambiado, ha sido para peor:

“En lo que al sueño producido por el uso de narcóticos se refiere, nos hemos limitado, sin embargo, a mencionar simplemente el hecho de que la proyección es posible en esas ocasiones. A fin de completar el tema, resumiremos una interesante experiencia fuera del cuerpo ocurrida bajo los efectos de un anestésico, y comunicada por el doctor George Wyld en su obra La Teosofía o la dinámica del espíritu.

Nuestro autor había estado aspirando cloroformo para mitigar el dolor producido por un pequeño cálculo renal, cuando, para su enorme sorpresa, se encontró vestido y dotado de sus facultades normales de razonamiento, a unos dos metros de la cama, observando su propio cuerpo físico privado de movimiento.


Mientras así permanecía parado, logró comprender el significado de la revelación, consiguiendo más tarde que otras personas corroboraran su experiencia, todo lo cual lo condujo a la conclusión de que las sensaciones se hallan centradas en el cuerpo sutil y de que la acción de los anestésicos se cumple extrayendo al cuerpo etéreo del físico, lo cual hace que este último no pueda sufrir ningún dolor.


Ernest Hunt, que recogió el testimonio de gran número de personas que habían tenido experiencias fuera del cuerpo durante el sueño proveniente de una anestesia, declara que:


"Las descripciones que nos brindan los pacientes son en esencia todas iguales, y, a menos que con entera falta de fundamento presumamos que se han puesto todos de acuerdo en mentirnos, debemos concluir forzosamente que dicen la verdad".


Algunos de ellos han llegado a afirmar que habían observado todas la operaciones practicadas sobre sus propios cuerpos —exactamente como el individuo que abandona su casa mientras la reparan— situados a cierta altura sobre el físico, pudiendo ver y oír todo cuanto abajo ocurría.


J. Arthur Hill, en su obra El hombre es espíritu, cuenta el caso de una tal señorita Hinton quien, a la edad de diecisiete años fue cloroformada para extraerle unas muelas. Su vuelta a la conciencia se demoró considerablemente, acarreando una profunda alarma, pero cuando despertó, declaró haber estado sobre el cuerpo físico, en medio de las personas allí reunidas, y también dijo que había tratado de hablarles pero sin éxito. Dándose por muerta, su mayor sorpresa fue ¡que no la juzgaran!


Las experiencias de este tipo demuestran que, junto con las experiencias proyectivas durante el sueño natural, existe un vasto campo para la experimentación médica mediante el uso de los anestésicos”.


Luego resulta que hay personas que se molestan si digo que en España vamos retrasados cuarenta años respecto a los Estados Unidos en cuando a experiencias cercanas a la muerte se refiere, porque lo único que tenemos es un libro lleno de estadísticas y descripciones de experimentos que no tienen nada que ver con ECM’s ni con EEC’s, y además es un refrito de un libro escrito publicado en 1975 por el Dr. Raymond Moody. Cuando lo cierto es que antes de 1929... ¡ya conocían estos fenómenos y además los interpretaban mejor que nosotros ahora! Por tanto, me quedo corta cuando digo que vamos retrasados. Lo que ocurre es que no hemos avanzado nada desde hace un siglo.

“De todo este estudio de la proyección astral nos encontrarnos ya en condiciones de extraer una idea bastante aproximada de lo que acontece en el momento de la muerte. En efecto, después de todo, la muerte no es sino una proyección permanente, una proyección del cuerpo astral en la que el sujeto no regresa ya a su cuerpo físico. La mayoría de las muertes tienen lugar, a no dudarlo, en estado inconsciente. El doctor Baillie concluye de "todas sus observaciones registradas ante el lecho de muerte, que la naturaleza ha dispuesto las cosas de modo tal que los hombres abandonen el mundo tan inconscientes como a él han venido". Agrega luego este autor: "En toda mi experiencia no he visto un solo caso en que no se cumpliera esta regla contra cincuenta a favor."

Existen, sin embargo, algunos pasos excepcionales, en que la conciencia parece haberse conservado hasta el último momento. Sir Benjamín Brodie, conjuntamente con otros investigadores, ha recopilado varios casos de este tipo. El profesor Hyslop es autor de un valioso artículo publicado en el boletín de la S. P. R. (junio de 1898), sobre "La conciencia al morir". Destaca este autor el hecho de que el paciente parece muchas veces ser consciente de su propia muerte y que ello no sería teóricamente posible si hubiera de suponerse que la muerte implica la pérdida de la conciencia, pues ésta no podría ser consciente de su propia extinción. De todo lo cual se desprende que la conciencia no se extingue sino que tan sólo abandona al cuerpo.


Puede considerarse afortunado aquél a quien la muerte lo torna desprevenido, durante el sueño, manifestándose sin violencia. Una muerte violenta representa un serio shock para la conciencia, imprimiendo la "tendencia" del shock en la mente subconsciente. Esto determina, en muchos casos, que la víctima permanezca en un estado de semidemencia, en la atmósfera terrena, como ya vimos en varios ejemplos mencionados en este libro. La tendencia producida por una muerte violenta provoca, frecuentemente, al imprimirse sobre la mente subconsciente, una especie de obsesión en la víctima, impulsándola a vivir una y otra vez su propia muerte en el astral, llevando a veces esta obsesión, incluso, a otros seres”.


“Andrew Jackson Davis que fue testigo de más de una muerte, gracias a su facultad de ver astralmente, ha declarado que jamás presenció dos muertes iguales. En su obra Harmonial Philosophy puede encontrarse la siguiente descripción de un caso por él observado:

"En la cama yace un ser humano prácticamente moribundo. Va a ser una muerte rápida. El cuerpo físico se torna cada vez más frío y negativo, a medida que los elementos del ser espiritual se hacen más positivos y aumenta su temperatura. Los pies son los primeros en enfriase. El clarividente puede ver en este momento, exactamente encima de la cabeza, lo que podría llamarse un halo magnético; es éste una especie de emanación etérea, de aspecto dorado y palpitante, como si estuviera dotado de conciencia. Ahora el cuerpo se ha enfriado hasta las rodillas y los codos. La ola de frío asciende luego por las piernas hasta las caderas y hasta los hombros por los brazos. La emanación se expande más aún, aunque todavía no ha alcanzado a gran altura en la habitación. El frío de la muerte pasa sobre el pecho y a ambos lados del paciente. La emanación casi llega hasta el cielo raso. El sujeto deja de respirar y el corazón de latir. La emanación se alarga hasta tomar el contorno de la forma humana. Está unida por cierto vínculo con el cerebro. La cabeza del sujeto late interiormente; es un latido lento, profundo, desprovisto de dolor; es semejante al latido del mar. Las facultades mentales se conservan intactas, en tanto que casi la totalidad del organismo, se halla muerto. La emanación dorada está unida al cerebro por un hilo vital sumamente delgado.


"Se hace presente entonces en el cuerpo de la emanación algo blanco y brillante, semejante a la cabeza humana; luego se dibuja un débil contorno del rostro; después el cuello y los hombros y por fin, en rápida sucesión, todas las demás partes del cuerpo. Se configura así una resplandeciente imagen del cuerpo físico, si bien algo más pequeña, pero idéntica en todos sus detalles... El fino hilo vital sigue todavía adherido al antiguo cerebro. La última fase del proceso es la separación de este principio eléctrico. Cuando se corta este cable, el cuerpo espiritual se halla libre".


La muerte, sin embargo, no es un problema que preocupe demasiado a la mayoría de la gente, y si lo hemos tratado aquí, ha sido solamente en la medida que se relaciona con la proyección del cuerpo astral. Casi nunca se le ocurre pensar al individuo medio, que tiene que morirse algún día. Y si el pensamiento (de su propia muerte) se le ocurre alguna vez, no vacila en arrojarlo lejos de su cerebro como algo indeseable y horrible. Es una curiosa paradoja, si consideremos cuán fuerte es el instinto de autoconservación en todos los mortales.


Son pocos los filósofos que han dedicado una cuidadosa atención al problema. De todos quienes se han ocupado del tema parece ser Carrington el que más ha ahondado en sus misterios. Como dice el profesor Fournier D'Albe en su obra New Light on Inmortality: "El siglo XX se halla demasiado atareado para preocuparse por el problema de la muerte y la existencia que a ésta sucede. El hombre práctico hace su testamento, asegura su vida y le dice adiós al mundo sin ninguna otra consideración ulterior. Las iglesias, interesadas en otros tiempos profundamente en el destino del alma después de la muerte, están dedicadas por completo en la actualidad a la instrucción moral y al mejoramiento de las condiciones sociales de vida. La muerte como tema de controversia o de especulaciones está, prácticamente, muerta... Extraño y casi inexplicable en verdad, resulta el espectáculo de los mil millones de seres humanos que se precipitan hacia la hora del juicio sin ningún conocimiento preciso de lo que ese juicio les reserva, limitándose a tornar la vida como les ha sido dada, con alegría y a la ligera, sin dedicar pensamiento alguno a estos serios problemas. Este espectáculo no es muy diferente de aquel que solía presenciarse en las prisiones durante el reinado del Terror, cuando los prisioneros mataban el tiempo charlando animadamente, sin saber a quién le tocarla ir primero al patíbulo. [...]

Dice el profesor F. C. S. Schiller, de la Universidad de Oxford: "Spinoza tenía razón al afirmar que no existe tema alguno en que los sabios hayan pensado menos que en la muerte, lo cual es, sin duda, una gran lástima para los sabios. Pues no existe ciertamente tema alguno más digno que la muerte, del estudio de aquellos que amen la reflexión y el valor de las opiniones personales..."


Por un lado está el Materialista, quien grita a los cuatro vientos que la muerte representa la completa extinción del individuo. Por el otro, el Espiritualista, para quien la muerte no representa sino el comienzo de una vida mejor. Y entre estas dos escuelas del pensamiento universal existe todo un ejército de cultos, religiones y credos que consideran a la muerte, en su mayoría, como una "maldición" que pesa sobre la humanidad.


Ciertamente que no es la muerte la maldición sino la "vida". La Vida, con todos sus dolores, sus tormentos y amarguras. Ningún estado futuro de felicidad merece ese dolor; no hay nada que pueda compensar la desilusiones y desencantos de la vida. Por cierto que hace falta ser un Estoico para poder disfrutar en otros planos, sabiendo al mismo tiempo que hay otros seres que sufren en éste. Un individuo de esa clase, no merece, a mi juicio, ser feliz. ¿Es posible que los espíritus pierdan ese rasgo divino, la "simpatía"?


"¡Oh muerte! ¿Dónde está tu aguijón? Oh tumba! ¿Dónde está su victoria?", he aquí la verdadera filosofía Estoica. Existe sí un tormento en la muerte: la madre moribunda que se aferra a su hijo, el padre agonizante que deja a su familia sin amparo; el amante que llora sobre el cuerpo frío de su amada. ¡Oh muerte!, he ahí tu aguijón. ¡Oh, Tumba!, he ahí tu victoria. Para mí la vida es una maldición. Yo lamento que la vida exista. No hay mente mortal capaz de escribir el menor argumento en defensa de la vida. ¡Cuánto lamento que el Materialista esté equivocado! Y lamento que la muerte no sea el fin de todo. ¡Cómo desearía que la muerte fuera un largo dormir sin sueños! Pero ay, mis experiencias no pueden haberme demostrado en forma más concluyente que aquello de "polvo eres y polvo serás" no fue dicho del Alma”.


Sin embargo, lo que más me asombra es cuán cierto es esto que afirma el autor al final del libro:

“La objeción más común y más contundente levantada contra las ciencias ocultas, especialmente la Clarividencia, el Hipnotismo, etc., es la teoría de los demonios, es decir, que todas estas manifestaciones no son sino el producto del Demonio o de otros espíritus malignos. En estos últimos años una poderosa organización religiosa (que seguramente todos mis lectores conocen) se ha embarcado en una formidable cruzada contra las prácticas ocultas. Puede tenerse cierta idea de los alcances y el éxito de su campaña, si se repara en el hecho de que la edición de uno de sus libros alcanzó, en 1928, la fantástica cifra de 3.500.000 ejemplares. Y como éste, ¡han publicado por lo menos una veintena de libros! Sus recursos parecen inagotables. Sus conferencias se han transmitido por las más poderosas emisoras radiales y sus propagandistas están diseminados por todo el mundo.

Fuera de ésta, existen otras poderosas organizaciones movidas por el mismo propósito, como así también ciertas personalidades como O'Donnell, que insisten vigorosamente en la afirmación de que todos los fenómenos ocultos son de origen diabólico. En consecuencia, han sido muchos los investigadores de las ciencias ocultas que han debido abandonar sus investigaciones y estudios, debido a injustas acusaciones surgidas de la tergiversación de los hechos reales”.


Lamentablemente, siento que hoy en día la influencia de las religiones (y no solo la católica) ha supuesto un grave obstáculo para el conocimiento de la verdadera naturaleza humana, cuando debería haber sido al contrario. Y en este país en el que vivo, aún nos va a costar mucho remontar tantos años de confusión, ignorancia y creencia en absurdas supersticiones. Por desgracia, son muy pocas las personas que comparten conmigo este espíritu que quiero transmitir en este blog y en el foro que administro:
“A todos aquellos a quienes interese averiguar la verdad o falacia de esta cuestión, es decir, si los fenómenos psíquicos pertenecen a la esfera espiritual del hombre o a los dominios del Demonio, yo quiero decirles que toda vez que experimenten una proyección del cuerpo astral, ya no podrán dudar de la posibilidad de existir fuera del cuerpo físico. Entonces el lector no se verá forzado a aceptar ninguna teoría. Entonces no tendrán que buscar para su creencia en la inmortalidad, el apoyo de las palabras de un médium, de un pastor o de las Sagradas Escrituras, puesto que por sí mismo habrá logrado la prueba de lo que buscaba.
Yo por mi parte puedo decir que aunque jamás se hubiera escrito un libro sobre la inmortalidad del alma, que aunque jamás se me hubiera hablado de la "supervivencia" del espíritu, que aunque jamás hubiera presenciado una sesión de espiritismo o hubiese conversado con un médium; en suma, aunque nadie jamás en el mundo hubiera sospechado la existencia de la "'vida después de la muerte", yo no estaría por ello menos persuadido de ser inmortal, puesto que he experimentado la proyección del cuerpo astral”.
Cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede recordar vidas pasadas y verificarlas. Cualquiera puede aprender a meditar. Es solo cuestión de tiempo el empezar a tener sueños lúcidos y después, conociendo dos o tres técnicas de lo más sencillas, poder lograr una proyección consciente. Son estas experiencias las que te cambian el pensamiento y la vida, no lo que lees en un libro o lo que te cuenta alguien, aun cuando lo haya vivido también. Nunca me cansaré de decir que el despertar espiritual no nos va a caer del cielo, ni vamos a “ascender” solo porque así lo deseemos, por mucho que digan los mensajes que reciben aquellos que dicen tener contacto con entes superiores. El despertar depende de cada uno de nosotros. 


jueves, 18 de diciembre de 2014

Locas divagaciones (6).

La verdad es que vivo desconcertada. Sobre todo cuando me decido a salir de mi refugio (léase autoaislamiento) y echo un vistazo al mundo que me rodea. Es una paradoja que viviendo en este mundo que creemos tan evolucionado, lleno de personas que creen que hemos alcanzado la cúspide de la perfección y que la ciencia nos traerá respuestas a todo, la mayoría aún tenga tantas dudas acerca de lo que somos realmente y lo que ocurre cuando morimos y abandonamos nuestro cuerpo físico. El mundo es una ilusión, dicen unos. Sí, en eso estoy de acuerdo. La realidad es aquella que nosotros mismos nos creamos (ver entradas como La cuchara no existe). Otros afirman, como si hubieran descubierto de pronto algo en lo que nadie nunca antes había reparado, que estamos controlados por razas extraterrestres, e incluso llegan a dudar, en el colmo de las fantasías sin sentido, que el túnel que algunos han visto en sus experiencias cercanas a la muerte, no es más que otra ilusión en la que alguien nos convence de que tenemos que seguir reencarnando para que no podamos escapar a esa Rueda de la Vida, concepto que se originó en la religión hinduista. Sí, es como intentar explicar algo no demostrado con algo que también está sin demostrar. Una especie de festival de la incongruencia, generalmente organizado por personas que han leído mucho pero han entendido poco y desde luego no lo han vivido en persona. Estamos saturados de información, pero información muchas veces tan falta de base y sentido común, que hay otra parte de la población que decide enviar todas esas fantasías a la basura y arrimarse a la extrema racionalidad de la ciencia. Tan extrema que niega todo lo que sus microscopios no pueden ver y todo lo que sus fórmulas matemáticas no pueden explicar. Así, tenemos que esperar cuatro años para que un científico considerado por sus colegas casi una eminencia en el estudio de la muerte, nos comunique los resultados de su estupendo estudio: que de 2060 pacientes que sufrieron un paro cardiaco, solo nueve experimentaron una experiencia cercana a la muerte, de estos solo dos una experiencia extracorporal, y por supuesto, ninguno pudo decir qué imágenes aparecían en una pantalla situada en lo alto de la habitación mientras trataban de reanimarlo... sobre todo porque cuando lo sufrieron no había ninguna de esas pantallas en su habitación. Eso sí, parece que está empeñado en hacernos resucitar como sea, igual que aquellos que abogan por la criogenización de nuestros cadáveres, cuando en realidad ya somos inmortales...


Como salir de mi refugio me suele dar ganas de llorar, no tardo en volver a él, para darme de cabezazos contra la pared, quejarme donde haga falta (generalmente en el Facebook, que total, ya saben que soy una borde, o en mi foro, que hay confianza), o simplemente seguir a mi rollo, que es el de estudiar sin descanso, porque aún busco respuestas, o el de recordar mis vidas pasadas, porque ya que puedo, no quiero dejar de hacerlo.

Y, sin embargo, es curioso que las pocas veces que decido expresar lo que pienso o siento, y trato de hacer llegar a la gente mi mensaje de que dejen de preocuparse, porque la muerte no existe y tenemos formas de comprobarlo, también acabo malparada. Bien porque no me creen, bien porque les molesta que yo lo tenga tan claro (como me pasó aquí), o... la verdad es que no lo sé. Digas lo que digas, la gente sigue dudando. Sí, yo también, a veces. Pero después de todas las experiencias que he tenido y lo que he aprendido, tengo una seguridad interna que me hace tomarme las cosas de una forma distinta a como lo hacía antes. Mi seguridad de que sobrevivimos a la muerte es total, aunque por lo general diga que es del 99% para no levantar ampollas y que no me acusen de iluminada (aunque la verdad es que te lo van a llamar de todas formas. Eso o vidente, aunque no lo seas). Las dudas a las que me refiero son otras, mucho más dañinas: las dudas de todos aquellos que pierden a alguien querido y su primer deseo es recibir un mensaje o encontrárselos en el astral; las dudas de los que ven fantasmas y aparte de pasar mucho miedo, temen que les tomen por locos o que se burlen de ellos; o las dudas de los que recordamos vidas pasadas y somos incapaces de dejar de pensar que es nuestra imaginación o que el psicólogo tiene razón y va a ser que padecemos algún trastorno mental, por ejemplo una depresión que solo es posible curar si te pasas drogado todo el día. También son preocupantes las dudas de los que escriben revistas de misterio y ven que todo el mundo alrededor se ha vuelto más y más loco, y en vez de ahondar de otra manera en los fenómenos paranormales, toman una actitud más escéptica y los reportajes se van convirtiendo en artículos pseudo-científicos que insinúan que todo es producto del cerebro.

Por eso, cuando de pronto descubro un libro publicado hace más de cien años y veo que lo que ahí se describe son crudas experiencias, relatadas por su protagonista, tratando de darle una explicación lógica y racional, sin ninguna floritura “espiritual” ni la presencia de extraterrestres grises de ojos almendrados, y resulta que esas experiencias coinciden en gran medida con mis propias experiencias y las de otras personas que conozco y que sé son serias y confiables, me pregunto: ¿qué nos ha pasado? ¿Por qué cien años después parece que hemos retrocedido en nuestro conocimiento del ser humano? ¿Por qué, si hace cien años, ya existían personas que investigaban las apariciones, por ejemplo, y eran capaces de proyectarse astralmente y dar una explicación racional a los poltergeists, hoy seguimos sumidos en el desconocimiento? Me pasó lo mismo con el primer libro que me leí sobre el cuerpo astral: por entonces buscaba respuestas a mis propias experiencias, que es lo que me impulsa principalmente, aparte del propio conocimiento (y mi curiosidad insaciable). Y en ese libro no es que estuvieran todas ellas, pero me ayudó a entender mucho mejor lo que estaba experimentando y mi propia naturaleza humana. Ese libro procedía de una época en la que el espiritismo estaba en auge y existían muchos círculos ocultistas. Y también se estudiaban con mucha seriedad e interés los fenómenos psíquicos. Después, alguien dijo que todo lo que hacían aquellos hombres y mujeres, empezando por las hermanas Fox, no era más que un fraude, y debe ser que ganó la partida ya para la posteridad. Parece ser que eso se hizo extensible a todos aquellos estudiosos, y hoy todo ese amplio conocimiento permanece en la oscuridad. Digo conocimiento aunque es probable que esté incompleto o equivocado, por supuesto. Igual que ahora, aquellos hombres solo tenían teorías para explicar lo que vivían, solo que hoy es más normal encontrarte con gente que afirma saberlo todo que encontrarte con alguien que diga que seguimos sin saber nada, y que lo que tenemos que hacer es experimentar y comprobarlo por nosotros mismos. Pero resulta que a pesar de que ese conocimiento podría estar incompleto o equivocado, le da mil vueltas a lo que los científicos creen saber hoy, la mayoría de ellos ciegos a lo que cuentan numerosas personas, solo pendientes de sus experimentos de laboratorio tan limitados, e incapaces de aproximarse a estos temas desde otra perspectiva. Hoy solo podemos ser testigos de ese tipo de investigaciones parapsicológicas cuando determinados grupos aficionados las realizan y las graban para algún programa de televisión... pero como es televisión, seguro que está amañado también, así que casi nadie se lo toma en serio. Por tanto, cuando pensamos en la muerte, seguimos estancados en esa visión materialista que dice que todos nos reduciremos a polvo... y es paradójico, porque hay infinidad de evidencias que demuestran lo contrario, queramos o no queramos verlo, tengamos o no tengamos explicación.

Una de las causas que me desconciertan es precisamente esa: desde que me dedico a investigar los fenómenos paranormales (o sea, casi desde que tengo uso de razón), he visto que aquí cada uno va a su bola. Unos contra otros. Los seguidores de doctrinas como la espírita o aquellos que saben de esoterismo (por supuesto, hablo del serio, no de los echadores de cartas), se sienten incomprendidos por los científicos. Los científicos, a su vez, se han atrevido en contadas ocasiones a estudiar la clarividencia y otros fenómenos de percepción extrasensorial, pero siempre encuentran alguna excusa para creer que no queda nada demostrado o que todo puede ser explicado por el cerebro. Llevamos desde mediados del siglo XX con innumerables estudios sobre experiencias cercanas a la muerte, regresiones, y psicoterapeutas que afirman que hay personas que recuerdan sus vidas pasadas. Y, por supuesto, hay muchas otras personas que dicen poder salir de su cuerpo a voluntad, o que pueden detectar e incluso comunicarse con espíritus. ¿Se sientan todos alrededor de una mesa para intentar resolver el misterio de la naturaleza humana? No. Cada uno sigue con lo suyo sin importarle lo que hacen los demás: unos sin experiencia propia pero elaborando complicadas teorías que corren el riesgo de acabar en religión; otros sin experiencia propia pero analizando hasta la última neurona, empeñados en que el misterio se resolverá cuando comprendamos cómo funciona el cerebro; y otros experimentando espontáneamente sucesos que les dejan tan atemorizados que no pueden ni hablar, o que acaban volviéndose locos porque cada persona con la que habla le dice algo distinto... Nadie escucha a nadie, y por eso no salimos de la confusión.

Yo en cambio relaciono unos fenómenos con otros y para mí todos encajan a la perfección. Un día encontraremos la forma de comprender hasta el más mínimo detalle y posiblemente la ciencia “descubrirá” por fin algo que otros saben desde hace siglos: que la mente es una entidad separada del cerebro. Hasta entonces, no entiendo por qué unos ignoran a otros. Estoy segura de que si colaboraran se enriquecerían unos a otros y avanzaríamos mucho más rápido. Me recuerda a esa imagen del elefante que ya he utilizado en alguna otra ocasión: cada uno está tan obcecado en ser él quien posea la Verdad, que no se dan cuenta de que su visión es solo parcial, y hasta que no abran su perspectiva, no se darán cuenta de que todos están estudiando distintas manifestaciones de una misma realidad. 

Quizá mi error sea esperar que un día esa confusión desaparecerá. Si hace cien años parecíamos saber más que ahora, no hay razón para pensar que esto será distinto dentro de cien años, especialmente si nos autodestruimos en una guerra nuclear y los supervivientes tienen que empezar de cero en un mundo post-apocalíptico. Solo se preocuparán de comer y no de nuestra naturaleza espiritual.

Lo que está claro es que todos los caminos espirituales son únicos e individuales. Cada uno debe buscar sus propias respuestas, del modo que le parezca más adecuado. Es imposible luchar contra los condicionamientos mentales de todas esas personas que luchan por encontrar su verdad, pero que sin darse cuenta se van adentrando en un laberinto cada vez más y más tortuoso. Creo firmemente que la Verdad está dentro de nosotros, pero incluso eso es difícil de hacer entender a alguien que tan acostumbrado está a que le lleven de la mano a todos los sitios. En ese camino hacia la Verdad, todos (yo incluida) nos tenemos que liberar de todas esas creencias que nos han implantado en nuestra mente, o todo aquello que hemos leído y hemos dado por cierto. Te tienes que despojar de todas esas envolturas y quedarte con lo más básico, con tu esencia, y con tus experiencias, sin ningún tipo de análisis. Si no sabes explicarlas, no lo hagas, porque hay cosas que solo pueden ser explicadas a través del espíritu. Es curioso que leyendo ese libro sobre la proyección astral he podido por fin entender algo que me pasó de niña, cuando un día desperté a oscuras en medio de mi cuarto totalmente desorientada. Así es como la mayoría de nosotros nos pasamos toda nuestra vida. Pero un día llegan las respuestas. Y entonces te das cuenta de que ni siquiera hacía falta buscar tanto. Si todos pudiéramos retornar de algún modo a aquel momento en el que solo éramos un niño o una niña sin ningún tipo de condicionamiento mental, tal vez recordaríamos que ya entonces sabíamos que la muerte no existe. Tal vez recordaríamos que ya entonces nos sentíamos extraños en un cuerpo que de pronto se había vuelto a hacer pequeño, y teníamos una nueva madre. Tal vez recordaríamos que nuestra abuela, ya muerta, venía a visitarnos de vez en cuando, aunque solo nosotros pudiéramos verlo. Igual que ocurre con ese conocimiento que nos legaron los ocultistas, todo eso de lo que jamás dudábamos porque para nosotros era lo más natural del mundo, lo fuimos olvidando según crecíamos e íbamos llenando nuestra mente de nuevo conocimiento que creíamos útil o más lógico (porque así nos lo decían), solo para descubrir al final que en realidad ya lo sabíamos todo y no hacía falta complicar tanto las cosas. La Verdad es una y no es necesario que nadie la reinterprete para nosotros: solo hace falta escuchar a la intuición para saber que la muerte no existe. Lo triste es que la gente no escucha o no quiere escuchar. O, en su defecto, tampoco quiere experimentar. Y contra eso, nadie puede hacer nada.

martes, 16 de diciembre de 2014

Verificaciones (2).

Desde que empecé con esto de la reencarnación y el recuerdo de vidas pasadas hace ya tres años, he sido testigo en innumerables ocasiones de cómo otros compañeros reaccionaban cuando por fin lograban verificar históricamente sus recuerdos. Al principio me producía una sana envidia, claro, porque cuando empiezas en esto lo más normal es que ni siquiera tengas recuerdos propios. Luego, cuando los tienes, piensas que los tuyos no tienen nada que ver con la cantidad de detalles que tienen los de otras personas, que parecen saber con pelos y señales quién fueron, dónde vivieron, cómo eran físicamente, y hasta los nombres de sus hijos en esa otra vida. No te das cuenta de que tener todos esos datos no es cuestión de un mes ni de dos, sino de años recordando e investigando. Pero poco a poco, con mucho esfuerzo, tú también vas consiguiendo tus supuestos recuerdos. Todavía tienes muchas dudas y el 90% de los días te estás preguntando si no se te estará yendo la cabeza o si no será que quieres ver cosas donde no las hay. Tal vez al final resultará que tu familia o tu doctor tienen razón y deberías dedicarte a algo más productivo y “menos fantasioso” que meditar o llenar cuadernos con todos tus sueños, para ver si encuentras alguna pista que te permita saber algo de tus vidas pasadas.  

Como es normal que nuestra curiosidad nos obligue a investigar esos recuerdos, muchos de nosotros podemos verificar pequeños detalles, como por ejemplo si es verdad que en el siglo XVIII en Francia las mujeres llevaban los vestidos que tú viste, o si ya entonces existían canalizaciones de agua en los edificios. Pero esto, ya se sabe, puede ser una simple casualidad, y cualquier escéptico a quien se lo cuentes te dirá que no alucines, porque eso seguro que es criptomnesia. O sea, seguro que lo has visto en alguna película y se te ha metido de alguna forma en tu mente y luego ha surgido en tu regresión o en tu sueño. Vale, en este punto no puedes discutir… a pesar de que un escéptico ni siquiera sepa cómo se sienten los verdaderos recuerdos. De todos modos, como leí una vez, todos cumplen su función, y no está mal que de vez en cuando te hagan dudar, porque eso te hace mantener los pies en el suelo y además vas a buscar con más ahínco esas verificaciones que son tan importantes (sí, lo son, para todos).

Después de llevar tanto tiempo queriendo encontrar esa verificación, el día que lo consigues te asaltan un montón de emociones que jamás antes habías experimentado. Comprobar por ti mismo que el conocimiento que ha surgido de tu interior, un conocimiento que ni siquiera sabías de dónde venía, se corresponde con algo que existió de verdad, es algo que no tiene precio. Y produce tal satisfacción que es imposible explicarlo a alguien que no sea reencarnacionista. Resulta que lo que parecían recuerdos borrosos e intangibles de una persona cualquiera, de una época cualquiera, de pronto se ven respaldados por evidencias físicas: un nombre en un censo, en un registro en un Ayuntamiento de un pueblecito, una referencia en un libro sobre la Guerra de los Cien Días, una persona de carne y hueso de la que se sabe poco, pero lo poco que hay coincide con lo que tú habías recordado… y además tú mismo eres capaz de rellenar los huecos de lo que la historia no sabe. Ahora que me diga el escéptico qué explicación hay para él que sea más convincente que la reencarnación.


Pero eso no es lo más importante, porque llega un momento en que dejas de prestar atención a los escépticos, que no hacen más que arrojar palos a las ruedas de tu carro. Lo más importante es que ahora sabes que no era tu imaginación, y sabes que has vivido antes. Recuerdas incluso tu muerte y sabes todo lo que dejaste atrás. Aunque siempre te quede un poco de duda, sobre todo porque hemos sido educados en la lógica y la razón, y cuesta mucho confiar en lo que nos dice nuestra intuición, ahora no puedes obviar el hecho de que lo que tienes apunta directamente a la existencia de la reencarnación… y por tanto, la muerte no existe. Esto son palabras mayores. Y cuesta aceptarlo.

Ha pasado tiempo desde mi primera gran verificación, y sin embargo, no logro acostumbrarme del todo. Especialmente cuando se trata de vidas que lograron su huequecito en la historia, pero no en el lado de los “personajes ilustres”, sino en el de los “personajes infames”. Aunque, por lo que cuentan otros compañeros, si resulta que has recordado una vida famosa de las realmente famosas, la situación puede ser aún peor. Harás lo que sea por negarte a ti mismo que fuiste esa persona. Vuelves a repasar una y otra vez todo el camino que te llevó ahí, casi deseando encontrar ese error en tu investigación que te demuestre que estabas equivocado. A veces el propio “universo” te envía nuevas señales para hacerte comprender que no tienes razón para pensar que estabas equivocado, y lo mejor es que aceptes de una vez quién fuiste e integres esos recuerdos que aún te pueden estar afectando.

Es difícil expresar en palabras lo que se siente cuando vives todo esto, más cuando recuerdas varias vidas como yo y si un día no obtienes nada de una, lo obtienes de otra, muchas veces sin ni siquiera buscarlo. Esto parece ser especialmente cierto en el caso de las verificaciones. Ya puedes pasarte noches enteras dejándote los ojos en Google, desesperándote porque no encuentras nada, que el día que menos te lo esperes es cuando te llegará esa verificación… y no, no será un detalle cogido con pinzas que pueda deberse a la casualidad, sino algo que dejará fuera de toda duda que tus recuerdos son reales y tú fuiste esa persona que sospechas. Tal vez estos momentos no pueden dejarse al azar, porque son los que te llegan a un nivel realmente profundo, los que te impactan y hacen estremecer a tu espíritu, hasta el punto de que necesitas de varios días para asimilarlo y recuperarte.

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martes, 2 de diciembre de 2014

Emociones y vidas pasadas (2).

Sabía que había hablado antes sobre esto. Cuando he buscado la entrada correspondiente, he recordado que una de mis citas favoritas en la actualidad ya la leí hace mucho tiempo en un libro de Roger Woolger, psicoterapeuta estadounidense que todo el que esté interesado en recordar vidas pasadas debería conocer. La cita, de Carl Jung, dice así:

“No es posible alcanzar la conciencia sin dolor. Uno no alcanza la iluminación imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”.

Hacer consciente la oscuridad significa que de dentro de ti van a surgir emociones que ni siquiera sabías que estaban ahí. Significa despertar a la bestia que llevas dentro. Significa darte cuenta de que tú también eres capaz de odiar, engañar, violar, matar. Cuando llevas un tiempo en esto de la reencarnación, eres capaz incluso de saber si una persona ha recordado de verdad vidas pasadas, y cuántas ha recordado, solo leyendo sus opiniones o la idea que tiene sobre ciertos temas. Por ejemplo, ya sabemos que si cree en el karma, lo más seguro es que no haya recordado aún o haya recordado muy poco. Y, si aún no comprende cómo es posible que las personas malvadas reencarnen o que vivan vidas felices, tampoco ha recordado mucho. También si tiene la idea de que ella es una persona fabulosa y se horroriza tan solo pensando en las atrocidades que “otros” (siempre son otros, claro) hayan podido cometer en sus vidas. Y si les hablas claro sobre lo que te ha pasado a ti o lo que has hecho en tus vidas pasadas, su respuesta será algo como: “Pobre... qué mal lo debes estar pasando. Pero no te preocupes, sin duda puedes sacar algo positivo y en cuanto te perdones a ti mismo o a aquellos que te hicieron daño, tu alma habrá ganado en compasión”.

Perdonar. Hemos creído toda la vida que el perdón es instantáneo. Te metes en un confesionario, le cuentas al cura que todos los días le pones tres velas negras a tu vecina del cuarto porque no soportas que le vaya bien con ese chico del vecindario al que tú dejaste, el cura se lleva las manos a la cabeza, te dice que reces diez avemarías y asunto zanjado. Dios te perdona. Y así al día siguiente puedes volver a hacer lo mismo.

Pero lo cierto es que el perdón lleva algo más de tiempo. Tal vez porque nosotros no somos como Dios, de acuerdo. Y si no, que se lo digan a las víctimas de malos tratos, a las víctimas de violación, a los padres que han perdido un hijo porque alguien lo asesinó, o a los que pasaron treinta años en el corredor de la muerte hasta que los ejecutaron por inyección letal. ¿Cómo perdonas a tus agresores? ¿Te los imaginas delante de ti rodeados de un halo luminoso y les dices “Hala, te perdono. Todos los años de sufrimiento que he pasado por tu culpa se esfuman a la cuenta de tres. Uno, dos, tres”? Pruébalo, verás que no se esfuman tan fácilmente. Tal vez creas que esto no funciona porque no tienes a un hipnoterapeuta al lado que te implante una inducción hipnótica en tu cerebro que diga “Chip de perdón instantáneo. Di el nombre del agresor y los años de sufrimiento causados por él se esfumarán en cuanto chasquees los dedos”. Pruébalo también, si tienes dinero para pagar a un hipnoterapeuta. No solo te quedarás sin dinero, además pensarás que eres realmente malvado porque ese chip no funciona contigo. Alguien te dijo que el perdón no tiene que ser de palabra, sino de corazón, y aún te estás preguntando cómo se hace eso. ¿No existe un manual sobre cómo perdonar con el corazón? Tienes el odio y el dolor tan enquistados que es imposible que te los extraigan del alma y en su lugar aparezca eso que llaman “amor universal”.

Las cosas se complican aún más si eres a ti mismo a quien tienes que perdonar. ¿Qué es exactamente lo que tienes que perdonar? ¿Ser como eres y haberla fastidiado en varias vidas por no haber elegido la opción correcta? ¿Qué es esto, un concurso televisivo en el que te mandan a un pozo con harina, huevo batido y plumas de ave si no sabes la respuesta? ¿Tienes que perdonar tu propia estupidez por haberte dejado violar? ¿O por haberte volado la tapa de los sesos cuando estabas en medio de una depresión que no te dejaba ni respirar? ¿O por haber reaccionado violentamente contra tus enemigos, buscándote tú mismo que te capturaran y te torturaran hasta la muerte? ¿O por haber sentenciado a criminales a ser crucificados cuando ese era el método de ejecución normal para la época? ¿O por haberme defendido y haber derribado a una docena de cazas antes de que me derribaran a mí? ¿Y cómo me perdono a mí misma? ¿Me imagino dentro de un halo luminoso y me envío buenos deseos para ver si dejo de odiar a los americanos que me hicieron desaparecer cuando tiraron la bomba atómica en Hiroshima?

¿Cómo diablos se sanan las emociones?

Diría que esta es la pregunta más frecuente que nos hacemos los que recordamos vidas pasadas. Si no recuerdas vidas pasadas, ni siquiera te la planteas. Estás más preocupado en saber si en tu próxima vida te reencarnarás en cucaracha por atracar un banco, o si te puedes estar comiendo a un pariente lejano que se ha reencarnado en pollo de corral. En cambio, una vez que, por la razón que sea, abres la puerta a los recuerdos, vienen recuerdos, sí... pero nunca vienen solos. Van acompañados de fuertes emociones que ya no se van a ir durante años. Son como hijos que nunca se van de casa. Intenta echarlos, sí, cambia la cerradura de la puerta, darles dinero y que se vayan a donde sea, pero que se vayan... No. Por desgracia, esto no funciona así. Los recuerdos y las emociones de vidas pasadas van y vienen cuando les apetece. Y a veces es difícil convivir con ellas.

Después de un tiempo recordando, me he dado cuenta de que la mayoría de las emociones tienen su origen en el dolor. El dolor es lo que subyace detrás de ellas: tristeza, depresión, ansiedad, odio, miedo, frustración, celos, rabia, desesperación, sentimiento de injusticia, desesperanza, impotencia, vulnerabilidad. De hecho, hace tiempo que tengo la sospecha de que lo único que importa en nuestras vidas es la forma en la que reaccionamos a ese dolor. La gente tiende a clasificar a las personas como buenas o malas, y les es incluso difícil imaginar que un “alma buena” haya sido alguna vez “mala”. Consciente o inconscientemente, todos nosotros nos clasificamos a nosotros mismos como almas “buenas”, “malas” o “regulares”, comparándonos con lo que podría ser la media de bondad/maldad nacional. Posiblemente todos nosotros diríamos que somos regulares, porque en los extremos están los santos como la Madre Teresa de Calcuta por un lado, y los “seres demoníacos” tipo asesinos en serie por el otro. Y nadie se da cuenta de que en realidad todos somos iguales y la línea que separa la “bondad” de la “maldad” es demasiado fina como para quedarnos tranquilos. Déjate llevar por alguna de esas emociones, por tus instintos más básicos, solo por un segundo, y verás qué pronto te conviertes en un asesino.

Recuerdes o no vidas pasadas, las emociones están ahí, quizá algo adormiladas, pero están igualmente. Alguien puede tener tendencias suicidas desde su juventud sin que nadie entienda por qué... y puede tenerlas por algo que le ocurrió en la guerra de Vietnam, en una vida anterior. He conocido varios casos de este tipo, incluyéndome a mí misma. Vivir algo tan traumático como una guerra, seas soldado o civil, víctima o agresor, deja profundas huellas en el alma que no se borran tras la muerte. Muchas veces lleva más de una vida superarlas. El dolor puede hacer que sientas una ira inexplicable hacia todo lo que tienes alrededor, sean personas o cosas. También puede hacer que a consecuencia de ese dolor que alguien te infligió en otra vida, ahora tengas miedo a determinadas situaciones, porque temes que te vuelva a ocurrir lo mismo. Puede traerte deseos de autodestrucción, que te rebeles contra una vida que tuviste antes pero que perdiste y aún no comprendes el porqué. Puede que decidas hacer sufrir a los demás como venganza por lo que tuviste tú que sufrir. Los seres humanos somos harto complicados, y muchos reencarnacionistas nos preguntamos con frecuencia cómo cambiaría el mundo si solo tuviéramos una perspectiva un poco más amplia y fuéramos capaces de comprender que nuestras vivencias no se reducen a lo que hayamos podido experimentar en nuestra corta existencia actual.

Nos queda aún tanto por aprender...

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