Esta entrada de hoy podría ir también en el apartado de “La
muerte y los reencarnacionistas”, pero como está relacionada con la entrada anterior y además son también opiniones muy personales, al final he decidido titularla
de este modo.
En este blog nunca había hablado de proyección astral hasta
hace dos días, básicamente porque ya tenemos suficientes “rarezas” tratando la
reencarnación en general, como para encima añadir más razones por las que nos
tachen de locos. Sin embargo, llevo ya el suficiente tiempo investigando
también la proyección astral, y sobre todo, experimentándola (como se debe hacer
con todo), como para hablar de ella con un mínimo de conocimiento. También me
anima a hacerlo el saber que hay compañeros que llegan al mismo punto al que
llegué yo hace unos dos años: hace muy poco una de esas compañeras comentaba
que después de llevar un tiempo meditando, ha comenzado a tener sueños lúcidos,
y preguntaba por gente que le pudiese contar sus experiencias. Yo le conté las
mías y además le expliqué algo que mucha gente no sabe: los sueños lúcidos son
una de las mejores puertas que existen para salir al astral y vivir en carne
propia una experiencia extracorpórea consciente, que es una de las experiencias
más increíbles que le puede pasar a alguien y que no te dejan ninguna duda de
que somos seres inmortales.
El principal problema hoy en día es que si mencionas la palabra “astral” te asocian directamente con un friki que dice viajar a Saturno todas las noches y encontrarte con seres pleyadianos que te dan importantes mensajes para la Humanidad... y no, esto no suele ocurrir en la realidad. Hasta cierto punto la desconfianza es comprensible porque igual que ocurre con la reencarnación (vale, no, es mucho peor), la desinformación y la charlatanería en internet son la norma. A mí misma me expulsaron de un grupo de Facebook por decir que no entendía por qué no se podía hablar de “viajes astrales” pero sí de experiencias extracorpóreas, cuando el principal tema eran las experiencias cercanas a la muerte, las cuales, en muchos casos, constan de una experiencia extracorpórea en toda regla... que, por si alguien no lo sabe, esto es sinónimo de viaje astral. Todo depende de la nomenclatura que quieras utilizar, y por supuesto, tiene su base en la cerrazón de gran parte de la comunidad científica que no quiere ni oír hablar de viajeros astrales, que sin embargo, son de los que más saben sobre la mente y cómo trabaja... si son serios y racionales, por supuesto. Sin racionalidad no vamos a ninguna parte.
Pues bien, el otro día mencioné un libro que me estaba
leyendo, que es La proyección del cuerpo
astral, de Sylvan Muldoon y Hereward Carrington, publicado en 1929. Hoy he
llegado a la última página, y casi he entrado en éxtasis al leer párrafos que
son casi un calco de lo que yo trato de expresar día sí día no en este blog,
cosas por las que he de soportar ciertas críticas y que muchas personas no
entienden. Por una parte es un placer encontrar a personas con una actitud
racional muy similar a la mía, aunque lleven décadas muertos. Por otra parte,
es algo frustrante, claro, porque como ya dije esto probablemente significa que
nada de lo que yo escriba en este blog va a producir un cambio significativo en el mundo que me rodea, excepto a las pocas
personas a quienes les llegue y se decidan a investigar por su cuenta en lugar de
leer y leer, o leer y dejarme un comentario llamándome “poco evolucionada” o
cerrada de mente. También me produce mucha tristeza comprobar que hoy día no se
le dé apenas valor a las investigaciones que personas como las que escribieron
ese libro llevaron a cabo para intentar saber más sobre nosotros mismos, o que,
en el mejor de los casos, se hayan transformado en una pseudo-religión llamada
espiritismo donde, como es normal en estos casos, abundan los dogmas, las
doctrinas sin fundamento, y hay poco espíritu práctico y/o científico.
Me sorprende inmensamente que hace casi cien años, hubiese
gente que lo tuviese tan claro y que fuera capaz de explicar lo que ocurre en
el proceso de la muerte mucho mejor que cualquier científico de hoy día, o que
ya supieran que en el transcurso de la anestesia pueden darse experiencias
extracorpóreas involuntarias. Y leyendo fragmentos como estos que pongo a
continuación, no puedo dejar más de lamentarme al ver que nada ha cambiado
mucho. O, si ha cambiado, ha sido para peor:
“En lo que al sueño producido por el uso de narcóticos se refiere, nos hemos limitado, sin embargo, a mencionar simplemente el hecho de que la proyección es posible en esas ocasiones. A fin de completar el tema, resumiremos una interesante experiencia fuera del cuerpo ocurrida bajo los efectos de un anestésico, y comunicada por el doctor George Wyld en su obra La Teosofía o la dinámica del espíritu.
Nuestro autor había estado aspirando cloroformo para mitigar el dolor producido por un pequeño cálculo renal, cuando, para su enorme sorpresa, se encontró vestido y dotado de sus facultades normales de razonamiento, a unos dos metros de la cama, observando su propio cuerpo físico privado de movimiento.
Mientras así permanecía parado, logró comprender el significado de la revelación, consiguiendo más tarde que otras personas corroboraran su experiencia, todo lo cual lo condujo a la conclusión de que las sensaciones se hallan centradas en el cuerpo sutil y de que la acción de los anestésicos se cumple extrayendo al cuerpo etéreo del físico, lo cual hace que este último no pueda sufrir ningún dolor.
Ernest Hunt, que recogió el testimonio de gran número de personas que habían tenido experiencias fuera del cuerpo durante el sueño proveniente de una anestesia, declara que:
"Las descripciones que nos brindan los pacientes son en esencia todas iguales, y, a menos que con entera falta de fundamento presumamos que se han puesto todos de acuerdo en mentirnos, debemos concluir forzosamente que dicen la verdad".
Algunos de ellos han llegado a afirmar que habían observado todas la operaciones practicadas sobre sus propios cuerpos —exactamente como el individuo que abandona su casa mientras la reparan— situados a cierta altura sobre el físico, pudiendo ver y oír todo cuanto abajo ocurría.
J. Arthur Hill, en su obra El hombre es espíritu, cuenta el caso de una tal señorita Hinton quien, a la edad de diecisiete años fue cloroformada para extraerle unas muelas. Su vuelta a la conciencia se demoró considerablemente, acarreando una profunda alarma, pero cuando despertó, declaró haber estado sobre el cuerpo físico, en medio de las personas allí reunidas, y también dijo que había tratado de hablarles pero sin éxito. Dándose por muerta, su mayor sorpresa fue ¡que no la juzgaran!
Las experiencias de este tipo demuestran que, junto con las experiencias proyectivas durante el sueño natural, existe un vasto campo para la experimentación médica mediante el uso de los anestésicos”.
Luego resulta que hay personas que se molestan si digo que en España vamos retrasados cuarenta años respecto a los Estados Unidos en cuando a experiencias cercanas a la muerte se refiere, porque lo único que tenemos es un libro lleno de estadísticas y descripciones de experimentos que no tienen nada que ver con ECM’s ni con EEC’s, y además es un refrito de un libro escrito publicado en 1975 por el Dr. Raymond Moody. Cuando lo cierto es que antes de 1929... ¡ya conocían estos fenómenos y además los interpretaban mejor que nosotros ahora! Por tanto, me quedo corta cuando digo que vamos retrasados. Lo que ocurre es que no hemos avanzado nada desde hace un siglo.
“De todo este estudio de la proyección astral nos encontrarnos ya en condiciones de extraer una idea bastante aproximada de lo que acontece en el momento de la muerte. En efecto, después de todo, la muerte no es sino una proyección permanente, una proyección del cuerpo astral en la que el sujeto no regresa ya a su cuerpo físico. La mayoría de las muertes tienen lugar, a no dudarlo, en estado inconsciente. El doctor Baillie concluye de "todas sus observaciones registradas ante el lecho de muerte, que la naturaleza ha dispuesto las cosas de modo tal que los hombres abandonen el mundo tan inconscientes como a él han venido". Agrega luego este autor: "En toda mi experiencia no he visto un solo caso en que no se cumpliera esta regla contra cincuenta a favor."
Existen, sin embargo, algunos pasos excepcionales, en que la conciencia parece haberse conservado hasta el último momento. Sir Benjamín Brodie, conjuntamente con otros investigadores, ha recopilado varios casos de este tipo. El profesor Hyslop es autor de un valioso artículo publicado en el boletín de la S. P. R. (junio de 1898), sobre "La conciencia al morir". Destaca este autor el hecho de que el paciente parece muchas veces ser consciente de su propia muerte y que ello no sería teóricamente posible si hubiera de suponerse que la muerte implica la pérdida de la conciencia, pues ésta no podría ser consciente de su propia extinción. De todo lo cual se desprende que la conciencia no se extingue sino que tan sólo abandona al cuerpo.
Puede considerarse afortunado aquél a quien la muerte lo torna desprevenido, durante el sueño, manifestándose sin violencia. Una muerte violenta representa un serio shock para la conciencia, imprimiendo la "tendencia" del shock en la mente subconsciente. Esto determina, en muchos casos, que la víctima permanezca en un estado de semidemencia, en la atmósfera terrena, como ya vimos en varios ejemplos mencionados en este libro. La tendencia producida por una muerte violenta provoca, frecuentemente, al imprimirse sobre la mente subconsciente, una especie de obsesión en la víctima, impulsándola a vivir una y otra vez su propia muerte en el astral, llevando a veces esta obsesión, incluso, a otros seres”.
“Andrew Jackson Davis que fue testigo de más de una muerte, gracias a su facultad de ver astralmente, ha declarado que jamás presenció dos muertes iguales. En su obra Harmonial Philosophy puede encontrarse la siguiente descripción de un caso por él observado:
"En la cama yace un ser humano prácticamente moribundo. Va a ser una muerte rápida. El cuerpo físico se torna cada vez más frío y negativo, a medida que los elementos del ser espiritual se hacen más positivos y aumenta su temperatura. Los pies son los primeros en enfriase. El clarividente puede ver en este momento, exactamente encima de la cabeza, lo que podría llamarse un halo magnético; es éste una especie de emanación etérea, de aspecto dorado y palpitante, como si estuviera dotado de conciencia. Ahora el cuerpo se ha enfriado hasta las rodillas y los codos. La ola de frío asciende luego por las piernas hasta las caderas y hasta los hombros por los brazos. La emanación se expande más aún, aunque todavía no ha alcanzado a gran altura en la habitación. El frío de la muerte pasa sobre el pecho y a ambos lados del paciente. La emanación casi llega hasta el cielo raso. El sujeto deja de respirar y el corazón de latir. La emanación se alarga hasta tomar el contorno de la forma humana. Está unida por cierto vínculo con el cerebro. La cabeza del sujeto late interiormente; es un latido lento, profundo, desprovisto de dolor; es semejante al latido del mar. Las facultades mentales se conservan intactas, en tanto que casi la totalidad del organismo, se halla muerto. La emanación dorada está unida al cerebro por un hilo vital sumamente delgado.
"Se hace presente entonces en el cuerpo de la emanación algo blanco y brillante, semejante a la cabeza humana; luego se dibuja un débil contorno del rostro; después el cuello y los hombros y por fin, en rápida sucesión, todas las demás partes del cuerpo. Se configura así una resplandeciente imagen del cuerpo físico, si bien algo más pequeña, pero idéntica en todos sus detalles... El fino hilo vital sigue todavía adherido al antiguo cerebro. La última fase del proceso es la separación de este principio eléctrico. Cuando se corta este cable, el cuerpo espiritual se halla libre".
La muerte, sin embargo, no es un problema que preocupe demasiado a la mayoría de la gente, y si lo hemos tratado aquí, ha sido solamente en la medida que se relaciona con la proyección del cuerpo astral. Casi nunca se le ocurre pensar al individuo medio, que tiene que morirse algún día. Y si el pensamiento (de su propia muerte) se le ocurre alguna vez, no vacila en arrojarlo lejos de su cerebro como algo indeseable y horrible. Es una curiosa paradoja, si consideremos cuán fuerte es el instinto de autoconservación en todos los mortales.
Son pocos los filósofos que han dedicado una cuidadosa atención al problema. De todos quienes se han ocupado del tema parece ser Carrington el que más ha ahondado en sus misterios. Como dice el profesor Fournier D'Albe en su obra New Light on Inmortality: "El siglo XX se halla demasiado atareado para preocuparse por el problema de la muerte y la existencia que a ésta sucede. El hombre práctico hace su testamento, asegura su vida y le dice adiós al mundo sin ninguna otra consideración ulterior. Las iglesias, interesadas en otros tiempos profundamente en el destino del alma después de la muerte, están dedicadas por completo en la actualidad a la instrucción moral y al mejoramiento de las condiciones sociales de vida. La muerte como tema de controversia o de especulaciones está, prácticamente, muerta... Extraño y casi inexplicable en verdad, resulta el espectáculo de los mil millones de seres humanos que se precipitan hacia la hora del juicio sin ningún conocimiento preciso de lo que ese juicio les reserva, limitándose a tornar la vida como les ha sido dada, con alegría y a la ligera, sin dedicar pensamiento alguno a estos serios problemas. Este espectáculo no es muy diferente de aquel que solía presenciarse en las prisiones durante el reinado del Terror, cuando los prisioneros mataban el tiempo charlando animadamente, sin saber a quién le tocarla ir primero al patíbulo. [...]
Dice el profesor F. C. S. Schiller, de la Universidad de Oxford: "Spinoza tenía razón al afirmar que no existe tema alguno en que los sabios hayan pensado menos que en la muerte, lo cual es, sin duda, una gran lástima para los sabios. Pues no existe ciertamente tema alguno más digno que la muerte, del estudio de aquellos que amen la reflexión y el valor de las opiniones personales..."
Por un lado está el Materialista, quien grita a los cuatro vientos que la muerte representa la completa extinción del individuo. Por el otro, el Espiritualista, para quien la muerte no representa sino el comienzo de una vida mejor. Y entre estas dos escuelas del pensamiento universal existe todo un ejército de cultos, religiones y credos que consideran a la muerte, en su mayoría, como una "maldición" que pesa sobre la humanidad.
Ciertamente que no es la muerte la maldición sino la "vida". La Vida, con todos sus dolores, sus tormentos y amarguras. Ningún estado futuro de felicidad merece ese dolor; no hay nada que pueda compensar la desilusiones y desencantos de la vida. Por cierto que hace falta ser un Estoico para poder disfrutar en otros planos, sabiendo al mismo tiempo que hay otros seres que sufren en éste. Un individuo de esa clase, no merece, a mi juicio, ser feliz. ¿Es posible que los espíritus pierdan ese rasgo divino, la "simpatía"?
"¡Oh muerte! ¿Dónde está tu aguijón? Oh tumba! ¿Dónde está su victoria?", he aquí la verdadera filosofía Estoica. Existe sí un tormento en la muerte: la madre moribunda que se aferra a su hijo, el padre agonizante que deja a su familia sin amparo; el amante que llora sobre el cuerpo frío de su amada. ¡Oh muerte!, he ahí tu aguijón. ¡Oh, Tumba!, he ahí tu victoria. Para mí la vida es una maldición. Yo lamento que la vida exista. No hay mente mortal capaz de escribir el menor argumento en defensa de la vida. ¡Cuánto lamento que el Materialista esté equivocado! Y lamento que la muerte no sea el fin de todo. ¡Cómo desearía que la muerte fuera un largo dormir sin sueños! Pero ay, mis experiencias no pueden haberme demostrado en forma más concluyente que aquello de "polvo eres y polvo serás" no fue dicho del Alma”.
Sin embargo, lo que más me asombra es cuán cierto es esto
que afirma el autor al final del libro:
“La objeción más común y más contundente levantada contra las ciencias ocultas, especialmente la Clarividencia, el Hipnotismo, etc., es la teoría de los demonios, es decir, que todas estas manifestaciones no son sino el producto del Demonio o de otros espíritus malignos. En estos últimos años una poderosa organización religiosa (que seguramente todos mis lectores conocen) se ha embarcado en una formidable cruzada contra las prácticas ocultas. Puede tenerse cierta idea de los alcances y el éxito de su campaña, si se repara en el hecho de que la edición de uno de sus libros alcanzó, en 1928, la fantástica cifra de 3.500.000 ejemplares. Y como éste, ¡han publicado por lo menos una veintena de libros! Sus recursos parecen inagotables. Sus conferencias se han transmitido por las más poderosas emisoras radiales y sus propagandistas están diseminados por todo el mundo.
Fuera de ésta, existen otras poderosas organizaciones movidas por el mismo propósito, como así también ciertas personalidades como O'Donnell, que insisten vigorosamente en la afirmación de que todos los fenómenos ocultos son de origen diabólico. En consecuencia, han sido muchos los investigadores de las ciencias ocultas que han debido abandonar sus investigaciones y estudios, debido a injustas acusaciones surgidas de la tergiversación de los hechos reales”.
Lamentablemente, siento que hoy en día la influencia de las religiones (y no solo la católica) ha supuesto un grave obstáculo para el conocimiento de la verdadera naturaleza humana, cuando debería haber sido al contrario. Y en este país en el que vivo, aún nos va a costar mucho remontar tantos años de confusión, ignorancia y creencia en absurdas supersticiones. Por desgracia, son muy pocas las personas que comparten conmigo este espíritu que quiero transmitir en este blog y en el foro que administro:
“A todos aquellos a quienes interese averiguar la verdad o falacia de esta cuestión, es decir, si los fenómenos psíquicos pertenecen a la esfera espiritual del hombre o a los dominios del Demonio, yo quiero decirles que toda vez que experimenten una proyección del cuerpo astral, ya no podrán dudar de la posibilidad de existir fuera del cuerpo físico. Entonces el lector no se verá forzado a aceptar ninguna teoría. Entonces no tendrán que buscar para su creencia en la inmortalidad, el apoyo de las palabras de un médium, de un pastor o de las Sagradas Escrituras, puesto que por sí mismo habrá logrado la prueba de lo que buscaba.
Yo por mi parte puedo decir que aunque jamás se hubiera escrito un libro sobre la inmortalidad del alma, que aunque jamás se me hubiera hablado de la "supervivencia" del espíritu, que aunque jamás hubiera presenciado una sesión de espiritismo o hubiese conversado con un médium; en suma, aunque nadie jamás en el mundo hubiera sospechado la existencia de la "'vida después de la muerte", yo no estaría por ello menos persuadido de ser inmortal, puesto que he experimentado la proyección del cuerpo astral”.Cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede recordar vidas pasadas y verificarlas. Cualquiera puede aprender a meditar. Es solo cuestión de tiempo el empezar a tener sueños lúcidos y después, conociendo dos o tres técnicas de lo más sencillas, poder lograr una proyección consciente. Son estas experiencias las que te cambian el pensamiento y la vida, no lo que lees en un libro o lo que te cuenta alguien, aun cuando lo haya vivido también. Nunca me cansaré de decir que el despertar espiritual no nos va a caer del cielo, ni vamos a “ascender” solo porque así lo deseemos, por mucho que digan los mensajes que reciben aquellos que dicen tener contacto con entes superiores. El despertar depende de cada uno de nosotros.
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