Diversos acontecimientos me han tenido alejada de mis vidas
pasadas, aunque no de la reencarnación, ya que eso es imposible. Pero no tiene
nada que ver pensar y teorizar sobre la reencarnación, con tener que lidiar con
tus recuerdos, eso está claro. Aparte de eso, también he estado más centrada en
mi vida actual, con problemas de trabajo, nuevos proyectos, cursos... y todo
ese movimiento me ha restado energía para invertir en la reencarnación. Poco a
poco todo va quedando en el pasado, y a veces llegas a preguntarte si todo
aquello que viste y sentiste en esas regresiones, todo el trabajo que hiciste,
fue solo una ilusión, una ida de olla, una etapa que pasaste “en las nubes” que
para nada es real. Y resulta que luego un día, de manera totalmente inesperada,
algo sucede que te vuelve a trastornar, y te recuerda que no, por supuesto que
no, tus vidas pasadas siguen siendo parte de ti. No solo eso: te siguen
afectando emocionalmente. La reencarnación es real. No puedes dudarlo.
Ayer se me ocurrió ir a visitar la exposición que las
Fuerzas Armadas habían organizado en Madrid, con motivo de la celebración del 5
de Junio. Mi pareja y yo nos enteramos a última hora, y como no teníamos nada
mejor que hacer, era cerca de casa, y era gratis, decidimos acudir. A pesar de
mi vida en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría, mi interés en todo lo
militar antes de recordar era prácticamente nulo. Pero mi trabajo en el
Ejército estadounidense en la Alemania Occidental de los años 60 fue bastante
entretenido, y eso siempre me trae buenos recuerdos: cuidaba del mantenimiento
de los helicópteros, sabía tirarme en paracaídas, hacía vuelos de prueba,
conducía un camión militar... En todo eso iba pensando mientras nos acercábamos
a la exhibición, deseando poder meterme en la cabina de un avión o en un
tanque. Nada más llegar, el enorme helicóptero que había a la entrada nos dejó
sin habla... pero enseguida llamó mi atención un vehículo con una cruz roja que
había detrás. Luego vi que no solo había un vehículo, sino que habían levantado
un hospital de campaña. Eso me traía recuerdos de la Segunda Guerra Mundial...
y eso ya no es tan divertido.
Me imagino que muchos lectores podrían pensar que mi propia
sugestión hizo el resto. “Creo firmemente” que viví terribles acontecimientos
traumáticos en un hospital de campaña alemán en territorio francés, así que mi
propio cerebro hizo que mis piernas comenzaran a temblar y que me detuviera a
la entrada. Supongo que solo yo sé que esto no lo produce una simple creencia. Le dije a mi pareja que no estaba segura de querer entrar ahí. Yo
lo llamo un “cambio en la energía”, porque los súbitos sentimientos que te
invaden no tienen nada que ver con lo que sentías hasta entonces. Me forcé a mí
misma a avanzar. No podía desaprovechar la oportunidad de ver en realidad un
hospital de campaña (algo que jamás había hecho antes), y quizá obtener alguna
pequeña verificación, pequeña ya que al fin y al cabo este era un hospital moderno,
no uno de la Segunda Guerra Mundial.
Bueno, creo que no había mucha diferencia... Entré y la
sensación fue como transportarme a 1942. Sobre todo quería comprobar que las
paredes daban la sensación de ser sólidas como si fuera un edificio... porque
esa era la sensación que tenía en mis recuerdos, que no parecían ser las
paredes de “una tienda”. Vi las camas metálicas y las camillas con grandes
ruedas y neumáticos. Vi los instrumentos médicos (estos no me produjeron
ninguna sensación, porque los veo todos los días por mi profesión). Pero la
visión del quirófano al fondo fue lo que más me impresionó, porque era exactamente
así como lo recordaba... Las ganas de llorar que tenía desde el principio
comenzaron a hacerse más fuertes, y luego se unió la terrible rabia que aún
siento cuando recuerdo todo aquello. Flashes de soldados heridos y mucha
sangre. Y sobre todo, cuando veía aquellas gruesas lonas con cremallera en las
camillas, como sacos de dormir que me imagino se usan para mantener a los
pacientes calientes, solo podía imaginar que en su interior había cadáveres.
Empecé a sentir ansiedad también, y mi mente me susurraba: “Sal de aquí”.
Así lo hice. Si hubiera estado sola quizá habría aguantado
hasta ser presa de lo que llamo “La Reacción”. Fue una amiga la que utilizó
este término para describir las reacciones físicas que sufrimos a veces los que
recordamos vidas pasadas cuando nos vemos en una situación como esa, en la que
la escena que estás viendo te trae recuerdos del pasado muy vívidos y
dolorosos. También la pueden sufrir personas que aún no tienen recuerdos
conscientes, como es común entre los turistas que van a visitar Auschwitz, sin
saber que fueron víctimas del Holocausto. Necesitaba... aún necesito, liberar
todas esas emociones que no acaban de salir, a pesar de lo que mucho que he
llorado ya en mis regresiones. El dolor continúa enquistado. La muerte de mi
novio por fuego enemigo, sin que yo como enfermera pudiera hacer nada para
evitarlo, no se olvida fácilmente. Yo no quería ser el foco de atención ni
ponerme a vomitar ni caer desmayada, así que salí del hospital. Pero las
emociones aún no se han ido.
Estoy convencida de que si hubiera estado enchufada a un monitor, se habrían notado los cambios fisiológicos en mi organismo. Puedes fingir un ataque de ansiedad, pero eso no se refleja en un electroencefalograma. Yo no llegué a tanto, pero creo que si hubiera estado dos minutos más, quizá sí habría llegado. Más tarde mi pareja me dijo que me había puesto blanca. Y,
desde luego, las ganas de llorar ya me acompañaron durante el resto de le
exhibición, y también una gran furia interna que ya no me permitió disfrutar de
la visita.
Hace solo unos días le decía a una amiga para animarla que
yo era prueba de que se podía sanar, que ya no me acordaba apenas de mis vidas
pasadas. Menos mal que sé que no pude engañarla...