Ya ha pasado mucho tiempo desde que escribí mi primera (y única) entrada sobre reencarnación
animal, así que creo que va siendo hora de tocar de nuevo este tema. A pesar de
que me aburre sobremanera, lo haré por esa gran fracción de la población
mundial hispanohablante a la que parece preocuparle mucho, a juzgar por el
éxito de esa primera entrada, la más leída en toda la historia del blog.
La verdad es
que me resulta difícil entender por qué ha tenido tanto éxito, pero quizá la
respuesta sea sencilla: es el reflejo de la seriedad con que la gente se toma
la reencarnación. Les preocupa más si su perro volverá a nacer en forma de otro
perrito, o si esa gata callejera que ha adoptado es la reencarnación del gato
que se murió hace un mes, porque tiene una mancha en la cara muy similar, que conocer sus propias vidas pasadas para conocer de verdad qué clase de persona eres.
Quizá, incluso, hay algunos que se preguntan si su suegra reencarnará en
cucaracha, que es lo que se merece por lo mala que es… A mí, que soy veterinaria
y vegana, este tema, el de si los animales reencarnan, jamás me ha quitado el
sueño. Me es suficiente con saber que es muy probable que sobrevivan a la
muerte, como todos nosotros. Y me es indiferente si es un animal que ya estuvo
bajo mi cuidado antes, creo que todos son igualmente merecedores de ese cuidado
y esa protección.
Pero, como
siempre, hay que puntualizar: si con reencarnación animal nos estamos
refiriendo a que un animal reencarne en otro animal, pues vale, puede que sí
exista, especialmente si como pienso la reencarnación es un fenómeno natural y
universal. No sé hasta qué punto se podrían intercambiar especies, pero es lógico
pensar que la reencarnación animal sí se produce. Como digo, es algo que no me
preocupa en exceso.
Ahora, si
con reencarnación animal nos estamos refiriendo a la posibilidad de que un ser
humano haya sido en el pasado un animal, o que vaya a reencarnar en un animal
en el futuro, aquí he de ser taxativa: mi CREENCIA es que no existe. Destaco la
palabra “creencia”, no sea que me vayan a intentar linchar como la última vez. No
poseo la verdad absoluta. Pero para creer que la reencarnación humano-animal o
viceversa no existe me baso en varios puntos. No es la única ni probablemente
la más importante, pero una de las razones por las que digo esto es la gran
escasez de casos fiables —y, como es obvio, verificables— de personas que afirmen tener
recuerdos de haber sido un animal en una vida pasada. Para empezar, creo que si
todos hubiéramos sido animales en el pasado, estos casos serían mucho más frecuentes.
Y además, serían mucho más significativos, no meras anécdotas imposibles de
corroborar.
Los
investigadores serios no suelen molestarse ni tan siquiera en estudiar estos
casos, precisamente porque no son verificables. De vez en cuando encuentras
algún testimonio, yo incluso conozco de alguna persona que afirma haber sido un
zorro en una vida pasada, y lo que describe podría ser realmente la vivencia en
primera persona de un zorro… Pero en mi opinión hay otras posibles
explicaciones a este fenómeno, siempre aceptando que esta persona no miente ni
quiere burlarse de nosotros, por supuesto.
Recientemente
me he encontrado con las opiniones de dos investigadores sobre la reencarnación
animal. Me ha resultado muy interesante conocerlas:
Helen
Wambach, en una entrevista radiofónica a finales de los años 70, afirmaba:
Creo que he tenido 8 sujetos de 5000 que cuando les he dicho que miren sus manos, tristemente me confesaron más tarde: “Cuando miré hacia abajo, vi unas cosas peludas y tenía unas garras sobresaliendo”, y yo dije “Oh, Dios mío”, pero no rellenaron los formularios, así que puedo decir con sinceridad que no he tenido formularios de datos como esos.Pero aún más interesante es lo que dice Jim Tucker en su libro Return to Life al respecto. Describe dos casos de niños que afirmaban haber sido un animal. El primero de ellos fue investigado por un asociado de Ian Stevenson mientras ambos estaban en Tailandia: un niño llamado Dalawong decía que había sido un ciervo en una vida anterior, y que después de que le mataran unos cazadores, había renacido como serpiente pitón. Antes de que Dalawong fuera concebido, su padre había estado comiendo carne de pitón que un conocido le había servido. Este conocido, el señor Hiew, había matado a la pitón después de una larga lucha. Cuando Dalawong tenía tres años de edad, Hiew acudió a una fiesta que se celebraba en la casa de al lado. Cuando Dalawong le vio se enfureció y trató de buscar un martillo o un palo para atacarle. Dijo que Hiew le había matado cuando era una serpiente y dio detalles sobre cómo lo había hecho, confirmados posteriormente por Hiew. Dalawong dijo que después de que le mataran, su espíritu vio a su futuro padre y pensó que él era más amable que los otros hombres que se comieron la carne de serpiente. Le siguió a casa y pronto entró en el cuerpo de su madre.
El padre de
Dalawong contó que cuando Dalawong vio a Hiew, le tocó en su hombro izquierdo y
le dijo que había sido mordido justo ahí por una serpiente. Hiew tenía una
cicatriz en ese punto por una mordedura de serpiente. Nadie más mencionó este
aspecto de la historia. Dalawong superó su ira inicial hacia Hiew y dijo que
era mejor ser humano que serpiente. Lo más llamativo del caso es que Dalawong
nació con ictiosis, una enfermedad de la piel que hacía que su cuerpo, especialmente
la mitad inferior, estuviera cubierta de escamas, lo que le da una apariencia
de piel de serpiente.
Niño con ictiosis. |
El segundo
caso es el de una madre estadounidense que escribió al Dr. Tucker contándole
que cuando dio a su hijo Peter, que tenía entonces seis años de edad, un collar
de golosinas, este le dijo: “Cuando era un chimpancé un niño me lanzó uno en mi
jaula. No sabía qué hacer con él”. La madre le preguntó cómo había llegado a la
jaula, y Peter respondió que había caído en una trampa y le habían llevado al
zoo. Le preguntó qué sucedió después de que muriera como chimpancé, antes de
meterse en “el estómago de mamá”, pero él solo respondió: “Nada”. Nunca más
volvió a hablar de nada parecido.
Personalmente
no creo que estos casos signifiquen que la reencarnación animal-humano o
viceversa existe. El primer caso me parece más bien una historia elaborada por la
mente de Dalawong, probablemente de manera inconsciente, para dar explicación a
dos hechos que sí parecen reales: su enfermedad y cierta percepción
extrasensorial mediante la cual puede conocer hechos que sucedieron en el
pasado a otras personas. Y si no es percepción extrasensorial, podríamos decir
que es un conocimiento que pudo tener el alma de Dalawong antes de nacer y que
él interpreta como recuerdo, pero no necesariamente tuvo que estar encarnado en
esa serpiente. El Dr. Tucker lo interpreta de manera parecida: quizá, mientras
Dalawong estaba desencarnado, su consciencia pudo tener conocimiento de alguna
manera de lo que sucedió con esa serpiente. No tiene sentido pensar que
Dalawong pudo SER esa serpiente, porque obviamente el cerebro de una serpiente
no tiene la misma capacidad de reconocer a una persona o analizar los
acontecimientos como lo hace Dalawong. Pero sí podría ser que Dalawong hubiera
sido testigo de los hechos, igual que alguien que está teniendo una ECM puede
estar percibiendo cosas en habitaciones contiguas a las que no podría acceder
en condiciones normales.
Yo iría un
poco más allá. El proceso de reencarnación, tal y como yo lo concibo, no haría
posible que un ser humano se manifestara en el plano físico como un animal. Es
decir, yo creo en la existencia de almas animales y almas humanas, y no existe
ningún tipo de “evolución espiritual” entre ellas, que haga posible que un alma
animal acabe convirtiéndose en un alma humana. Sin embargo, sí que creo posible
que desde un estado espiritual (desencarnado), o incluso por algún tipo de
proyección mental (encarnados o desencarnados), pudiéramos “ocupar”
momentáneamente el cuerpo físico de otro ser, y experimentar por un corto
espacio de tiempo la vida tal y como lo hace ese ser. Entonces veríamos y
sentiríamos el mundo a través de sus sentidos físicos, y esto lo percibiríamos
en primera persona, y, como es lógico, lo interpretaríamos como un “recuerdo”
de vida pasada, aunque en realidad no lo sea, porque no hemos reencarnado como
animal, sino que por un tiempo le hemos pedido prestado su cuerpo. En cierto
modo sería igual que lo que hacen algunos espíritus que quieren manifestarse en
el mundo físico, utilizando el cuerpo de un médium para ello. Por supuesto,
aceptando que este fenómeno es real y no un fraude.
Esta es, al
menos, mi propia interpretación de los hechos.