Iba a
titular esta entrada “El sentido espiritual de la reencarnación”, pero creo que
eso no sería correcto. ¿Sentido espiritual de reencarnar? Ninguno.
Probablemente es un fenómeno fisiológico, tan natural como respirar. ¿Tiene
algún sentido espiritual respirar? No. Simplemente lo hacemos para vivir. También reencarnamos para vivir. Si
queremos adornarlo un poco, para experimentar la vida física, para hacer cosas
que en estado inmaterial no podemos hacer. Ya está. Es tan simple como eso.
Ahora, ¿qué
sentido tiene recordar vidas pasadas? Eso ya no parece ser tan natural. Y digo “parece” porque seguramente es más
natural de lo que pensamos, solo que estamos tan ciegos a la realidad y tan
programados mentalmente casi desde que nacemos a creer que no existe nada ni
antes de nacer ni después de morir, que ni
siquiera reparamos en que esas afinidades, esos gustos y esas reacciones
viscerales que tenemos a veces provienen sin duda de alguna experiencia
anterior a nuestro nacimiento. La cuestión es llegar a hacer conscientes
esos recuerdos de vidas pasadas, porque reencarnar, todos hemos reencarnado. Y
hacerse consciente de haber vivido antes, hasta el punto de revivir varias
muertes y estar completamente seguros de que la reencarnación es un hecho, no,
eso no lo hace todo el mundo.
Y los que lo
hacemos, ¿qué sacamos de ello? Pues son tantas cosas que no podría enumerarlas
en el corto espacio que ocupa esta entrada en mi blog. Ya las resumí una vez y
las publiqué tanto en mi foro como en mi libro La caja de Pandora. Pero hoy quiero ir un poco más allá.
Al contrario
de lo que piensa la gente, la
reencarnación así a secas no te hace evolucionar espiritualmente, no
necesariamente al menos. No creo para nada que ese sea el propósito
principal de reencarnar, como he comentado en otras ocasiones. No sé, sería
como decir que vamos a la escuela para hacernos mejores personas. Pues no. Eso
depende de cada uno. Tú puedes ir a la escuela y no aprender nada. Puedes ir a
la escuela y no entender qué te están contando. Puedes sentirte fuera de lugar.
Puedes encontrar una aplicación a lo que te enseñan ahí, en todo ese
conocimiento que dicen que es tan valioso, o puedes encontrar que no te sirve
para nada. Eso sí, cuando acabes la escuela, habrás tenido la experiencia de
haber ido a la escuela, y eso siempre es valioso de por sí. Tú eliges qué hacer
con lo que te enseñaron, con lo que viste, con los compañeros que conociste,
y con las cosas buenas y malas que te pasaron. En el fondo no importa si aprobaste o no. Lo que importa es que
hablaste con otras personas, y seguro que todos ellos tenían cosas interesantes
que decir. También tú.
Recordar
vidas pasadas es distinto. Es muy probable que lo que hacemos recordando vidas
pasadas ya lo hacemos también cuando morimos, pero después de la muerte vemos las
cosas desde otra perspectiva. Sospecho
que no duele tanto. Podemos analizar los hechos de manera más objetiva,
pero con tanta distancia que quizá, no nos afectan igual. Intuyo que recordar vidas pasadas estando encarnados
es bastante más duro, porque las emociones del pasado vuelven a nosotros como
si esos hechos hubieran sucedido ayer. Las reflexiones cuestan más, porque
desde nuestra perspectiva humana hay sentimientos que vuelven a cobrar fuerza,
como la culpa, las injusticias, la tristeza, la ira. Estoy casi segura de que si quedaron emociones sin resolver, solo
podemos resolverlas desde este plano. Quizá esa es la única razón por la
que algunas personas recordamos, cuando hemos acumulado ya tantas cuestiones
sin resolver que necesitamos hacer un alto en el camino para dejar atrás todo
ese equipaje de vidas pasadas que empieza a pesar demasiado.
La cuestión
es que recordar es sobre todo conocerte
a ti mismo, y pocas cosas hay más difíciles que mirarte a ti mismo en el
espejo y reconocer lo que hiciste mal, o darte cuenta de tus debilidades. Quizá
veas que siempre tropiezas en la misma piedra, vida tras vida. Y eso te hace
comprender por qué algo siempre te sale mal en esta vida. Según te vas
conociendo y reparas en que no eres muy diferente a todos aquellos a los que no
dejas de criticar, empiezas a hacerte más compasivo, más tolerante, menos
impaciente. Controlas más tus impulsos, porque ahora sabes adónde te condujeron
en el pasado. Te conviertes un poco en espectador de lo que ocurre en la
Tierra, porque sabes que todos esos errores que cometen los otros, los
cometiste tú también, y todos debemos aprender a nuestra manera, pasando por
ello, igual que aprenden los niños. Al mismo tiempo, sabes que debes cuidar
mejor del planeta, porque sabes que vas a volver, y te gustaría que el planeta
fuera un sitio agradable donde vivir.
Según vas
recordando vidas pasadas, profundos cambios se van generando en ti, y un día te das cuenta de que ya no eres el
mismo que eras cuando no sabías si creer o no en la reencarnación. Recordar
vidas pasadas sí que te hace evolucionar espiritualmente, de tal manera que es
difícil de imaginar para alguien que lo ve desde fuera o solo se ha atrevido a
hacer una sola sesión de regresión con un profesional y aún se pregunta si fue
todo su imaginación. Llegar hasta el fondo requiere tiempo, esfuerzo, y sí,
cierto grado de sufrimiento también, porque a pesar de que al principio suena
fenomenal esto de investigar tu pasado y averiguar quién eres realmente, recordar tiene un precio. Es un precio
emocional. Pero, en mi opinión, nunca es demasiado alto si lo comparas con todo
lo que habrás ganado al final de tu camino.
¿Estarías
dispuesto a pagarlo?
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