Cuando muchos de nosotros descubrimos los libros de Michael
Newton y/o escuchamos a otras personas hablar sobre la posibilidad de que
elijamos nuestras vidas, desde el cuerpo que vamos a tener, nuestros padres, la
región geográfica en la que vamos a nacer... hasta el más mínimo detalle de las
experiencias que nos van a marcar, siempre acaba por surgir la pregunta: “Y
bien, si resulta que todo está preplanificado, ¿dónde queda nuestro libre
albedrío? ¿Qué sentido tendría la vida si toda está ya prefijado antes de
nacer? ¿Decidimos de verdad, o en realidad es el Destino el que determina de
antemano lo que vamos a decidir?”
Yo también me hice todas estas preguntas, claro. Cuando lo
pienso, entiendo que a algunas personas les resulte un poco surrealista que antes
de cada encarnación, cuando estamos entre el espacio entre vidas, vayamos a
visitar a nuestros supuestos guías espirituales y ellos nos muestren en lo que
parece una especie de pantalla tridimensional futurista o una atracción de
realidad virtual varias posibles vidas futuras que nosotros podemos elegir
vivir o no en función de lo que queramos hacer. Aunque yo mantengo mis
reservas, siempre pienso: ¿por qué no? Y como soy curiosa y tengo un gran
espíritu investigador, prefiero comprobarlo por mí misma y recordar si es
posible... de momento no lo he logrado, pero sí he podido recordar varias vidas pasadas y eso me ha hecho reflexionar profundamente sobre esta cuestión:
¿elegimos o no nuestras vidas antes de nacer? Según Michael Newton, en esta
especie de atracción futurista elegimos qué cuerpo vamos a tener, la familia en
la que vamos a encarnar, las circunstancias que nos van a rodear, y los
principales retos a los que nos enfrentaremos. No creo que en ningún caso lleguemos
a ver toda esa vida, como mucho se nos enseñan los puntos clave en los que
tendremos que actuar, y en función de esas decisiones o acciones, el futuro
podrá ser distinto. Esto a mí me parece más lógico que pensar que antes de
nacer estamos flotando en el cielo, vemos a una pareja feliz (o no), y
decidimos encarnar en el futuro bebé que van a concebir estos padres. Esto es
lo que describen muchos niños que recuerdan vidas pasadas... pero como en los
casos de ECM’s, pienso que no debemos tomarnos todo al pie de la letra, y mi
opinión es que en estos casos estos niños están interpretando de una manera
simplificada lo que vieron o experimentaron en ese periodo de preplanificación
junto a sus guías.
Aún así, no es imprescindible haber leído a Michael Newton
para que estas interrogantes se nos planteen en un momento u otro de nuestro
camino. Si la vida se rige por destino o azar es una pregunta que todos nos
hacemos desde muy jóvenes, porque a veces realmente tenemos la impresión de que
determinado encuentros o acontecimientos en nuestras vidas estaban planeados.
Yo siempre he creído en el destino, pero a la vez siempre he pensado que nuestro
libre albedrío es indiscutible. Porque, en efecto, sin él, nada tendría
sentido, y mucho menos la reencarnación. Si se supone (solo se supone) que
estamos aquí para aprender o para crecer espiritualmente, ¿cómo lo vamos a
hacer si todo está ya planificado al detalle y se puede predecir lo que vamos a
hacer o decidir en cada momento? Sin embargo, creo que pensar que absolutamente todo está preplanificado
es lo mismo que pensar que la genética explica todo lo que somos. Está última afirmación es falsa. La genética
solo indica una predisposición a
padecer cierta enfermedad, a tener cierta personalidad, a desarrollar ciertos
comportamientos... pero esto no quiere decir que siempre vaya a ser así,
dependerá de muchos otros factores como la educación, el ambiente en el que
hemos crecido, incluso nuestra fortaleza mental. Igualmente, venir a la Tierra
con un guión sobre lo que pensamos hacer, no quiere decir que todo lo que venga
en ese guión va a suceder así. Yo creo que siempre hay lugar para la
improvisación.
Pero el momento en el que más profundamente reflexioné sobre
este tema fue cuando recordé haber matado a alguien en una vida pasada. Muchos
aseguran que las experiencias que vivimos en cada vida las elegimos nosotros.
Bien, ¿significa esto que nosotros mismos elegimos ser asesinados, o ser
víctimas de violación, o ser maltratados de niños por un padre o una madre? Si
esto es así, ¿qué ocurre con el agresor? ¿Ha llegado a algún tipo de acuerdo
con esta alma antes de encarnar para matarla/violarla/maltratarla? La verdad es
que no llego a descartar del todo esta posibilidad (y lo digo por experiencia
propia), pero no creo que sea así en todos los casos, ni que el grado de
crueldad sea siempre el acordado antes por estas almas... es decir, las cosas
se pueden desmadrar. Puede que yo acuerde con el que va a ser mi padre tener
una relación conflictiva porque él va a ser alcohólico y yo necesito pasar por
la experiencia de tener un padre alcohólico, por la razón que sea, pero quizá
resulte que esa alma, una vez encarnada, se enfrente a una situación que le
sobrepasa y la adicción le lleve a cometer actos que no estaban planeados.
Pensar que alguien ha elegido ser víctima tiene un peligro evidente, y es
pensar que eso, desde nuestro punto de vista del agresor, justifica nuestra
acción. Eso te quita un gran peso de encima, de eso no hay duda. Sin embargo, creo
firmemente que eso nunca es así. Creo
que siempre podemos elegir. Aun
cuando las cosas pasen por algo y acontecimientos como el Holocausto o el
lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki hagan que la humanidad se dé cuenta de que eso no debe volver a ocurrir (y por lo que vemos
todos los días, aún no se ha dado cuenta y por tanto esos acontecimientos no
sirvieron para nada, excepto posiblemente a nivel individual), las malas
acciones nunca están justificadas y
siempre podemos echarnos atrás en el último momento. La cuestión aquí tal vez
sería “¿Por qué seguimos siempre eligiendo la opción equivocada?” O... ¿existen
las opciones equivocadas? Tal vez no... En todo caso, tengo muy claro que la
responsabilidad es nuestra y solo nuestra.
Por tanto, la visión personal que yo tengo sobre la
preplanificación es que elegimos a grandes rasgos nuestra próxima vida: la
infancia siempre es fundamental en el desarrollo de una persona, por tanto es
lógico que elijamos a nuestros padres, y aquel entorno que nos va a permitir
tener una base que nos permita llegar a donde queremos llegar. En ese guión va
a haber unos puntos marcados con asteriscos por su importancia, aquellas
experiencias por las que queremos pasar sí o sí. También habrá otros puntos
menos importantes pero que son cruciales para llegar a los otros. Y luego,
existirán infinidad de pequeños senderos y atajos que elegiremos o no, según lo
que nos apetezca hacer en cada momento. Evidentemente, al nacer no recordamos
conscientemente nada de esto, y por ello dicen que los guías espirituales están
ahí para ayudarnos a decidir lo que más nos conviene. Y también es evidente que
para que el guión se cumpla, se requiere la presencia de muchas otras personas
que se cruzarán en nuestro camino y en cuyo guión tal vez también estemos
nosotros, dando lugar a un intrincado entramado de contactos y decisiones que
se toman minuto tras minuto, que van construyendo poco a poco nuestro futuro.
Sea como sea, creo que el libre albedrío es nuestro derecho
fundamental como seres espirituales, totalmente inviolable. Nosotros somos los
amos de nuestra existencia, decidimos cuándo queremos reencarnar, cuándo
queremos morir, y qué queremos hacer, tanto en este plano como en el plano
espiritual. Creo que es un error intentar extrapolar nuestra visión humana al
mundo espiritual y pensar que en el otro lado somos como niños a quienes nos
imponen unas obligaciones, con unas reglas fijas y unos señores ancianos que
velan por el cumplimiento de las leyes... Otra cosa es que existan seres con
más experiencia que nosotros y que nosotros acabemos cediendo a sus consejos, aunque
sea a regañadientes, porque en el fondo sabemos qué es lo que nos conviene...
Una teoría que me gusta mucho personalmente es aquella que
dice que en este guión también existen unas “puertas de salida”, es decir,
varios puntos en los que si queremos podemos decidir morir... bien porque
pensemos que ya lo hemos hecho todo, o bien porque queremos tirar la toalla,
abrumados por los acontecimientos. Nuestro espíritu o yo superior siempre es
más sabio que nosotros... y quizá se manifieste a través de nuestra intuición y
haga que en el último momento decidamos no subir a ese avión que se estrella o
no acudir a ese lugar en el que hay un atentado terrorista. Muchos piensan que
esto es el Destino de esa persona, que “no era su hora”. Pero en este caso, yo
siempre pienso: “¿Pero sí era la hora de las otras 247 víctimas del accidente?”
¿Planeamos nuestra muerte en accidentes... o fue de verdad un “accidente”? Si
estuviera planeado, ¿no sería más fácil para algunas de estas personas aceptar
haber muerto cuando aún tenían tantas cosas que hacer? Yo siempre digo que la
casualidad no existe, pero no descarto que sean posibles los dos casos... Lo
cierto es que aún no tengo una conclusión definitiva. Y creo que hay muchos
misterios de la vida (y la muerte) que solo podremos esclarecer cuando por fin
lleguemos al otro lado...