Esta semana me preguntaron directamente en el foro cómo
recuerdo mis vidas pasadas, si son imágenes que surgen, o algo que sé que es así porque me viene tal cual
durante la meditación. Pensé que estaría bien contarlo también en el blog,
puesto que estoy segura de que muchos lectores tendrán esa misma duda.
Muchos de los que empezáis a recordar vidas pasadas no
sabéis muy bien qué esperar. Además de dudar constantemente de si lo que veis
es un recuerdo o imaginación, también tenéis la idea de que a la primera va a ser como
sumergirte de lleno en una película en tecnicolor, con una historia perfecta y
llena de emociones de principio a fin. Bien, esto no es así, obviamente. A mí
también me pasaba al principio. Leía las experiencias de otras personas y me
quedaba anonadada por la cantidad de información que tenían, por cómo habían
logrado verificarlas, cómo habían logrado identificar a personas que conocían
en sus vidas actuales, incluso tenían claro lo que habían aprendido en sus
vidas pasadas. Esto hacía aflorar mi escepticismo, para qué lo voy a negar, así
que entiendo que todo aquel que lea algo sobre mis recuerdos, también puede
creer que me lo he inventado todo. Esto es porque cuando empecé no tenía ni
idea de todo el trabajo que había detrás de recordar mediante la autohipnosis o
la meditación. Ese trabajo no es de un par de días o de unos meses, sino de
años. Y es así porque por mucho que lo deseemos hay factores que no podemos
controlar. Por ejemplo, puede que pienses que si tienes un trauma te vas a
concentrar en él y enseguida vas a tener todas las respuestas. Pues no. Lo
habitual es que tu mente tenga siempre el control. Sobre todo al principio va a
ir muy poco a poco y te va a mostrar solo lo necesario. Y no importa que tú
creas que ya has trabajado suficientemente esos primeros recuerdos y estás
listo para más. Aunque creas que algo no te afecta, puede que a nivel
subconsciente sí lo esté haciendo todavía. Tu mente es más sabia que tú y
elegirá el momento adecuado para seguir con el trabajo. Estas fases de bloqueo
son muy frustrantes, pero cuanto más lo fuerces, más difícil te será recordar.
Después de un año o dos recordando puede que tengas las
piezas suficientes para ir construyendo el puzle de tu vida pasada. Cada pieza
son pequeños fragmentos que corresponden a distintos periodos de esa vida y que
debes ordenar cronológicamente para que tengan sentido. Ahí es cuando te das
cuenta de que todo el trabajo mereció la pena. Aún así, siempre quedan huecos o
puntos no muy claros. Por eso siempre digo que desconfíes si alguien es capaz
de describirte toda una vida pasada, de principio a fin, con profusión de datos
y ni una sola duda.
¿Cómo fue mi proceso? En mi caso —que no tiene por qué
coincidir con la experiencia de otras personas— empecé con breves flashes que
surgieron espontáneamente cuando meditaba. “Unas botas con espuelas y un
caballo con manchas, soy un joven vaquero, veo una mujer pelirroja”. Eso es
todo. ¿Fue un recuerdo o una imaginación? Evidentemente, no lo sabes. Así que
lo apuntas y lo dejas en cuarentena. En la misma meditación me podían llegar
otros flashes. “Diría que soy una mujer joven. Toco el piano en una casa de
aspecto colonial”. Lo apunto también.
Días, semanas o meses después, quizá surgían nuevas escenas
que parecían corresponderse a la misma vida. “Soy un vaquero, pero aparento más
edad. Estoy en una cantina discutiendo con unos hombres. Enfrente de mí veo a
otro joven. Es mi amigo, reímos, pero en el fondo no me gusta su actitud”. Esto
ya es bastante más que un flash. Empiezan a surgir emociones. Esto por lo
general es un signo de que es un verdadero recuerdo. Ahora puedo empezar a
estar más segura de que en otra vida fui un vaquero, pero aún no sé apenas
nada. ¿A qué me dedico? ¿Quién es ese amigo? ¿Qué pasa con él? ¿Tengo novia?
¿Qué hay de mi familia? Todas estas preguntas puedes ir haciéndotelas según
meditas. Algunas encontrarán respuesta, otras aún no. Al hacerte la pregunta,
puede que la respuesta te venga inmediatamente, como un pensamiento, o puede
que surja también en forma de escena que se empieza a desarrollar. Por ejemplo,
te preguntas “¿Tengo padre?” y enseguida lo ves como un hombre no muy viejo
pero castigado por el paso del tiempo y con una muleta. “¿Por qué lleva una
muleta?” Y sabes que le hirieron en una batalla, por lo que puedes intuir que
fue soldado. De esta forma, los recuerdos se van encadenando. Aquí es muy
importante no precipitarse y asumir cosas que no son, ni tampoco debemos interferir
con nuestra lógica y nuestro razonamiento, puesto que si comenzamos a analizar
lo que vemos, dejamos de trabajar con nuestra intuición, y es mucho más fácil
equivocarnos. Hay que dejar siempre el
análisis de los recuerdos para después de la meditación.
Muchas veces estaba recordando una vida y de pronto parecía
que el flujo de información se detenía. Por mucho que esperara o me hiciera a
mí misma nuevas preguntas, no surgía nada más. Hacía un breve descanso (o no) y
al volver comenzaba a recordar otra vida. Con el tiempo esto me dejó de suceder
y entonces era más fácil concentrarme en una sola vida por sesión. Aún no sé
por qué ocurre esto, pero supongo que era porque en aquel entonces todos mis
recuerdos necesitaban salir a la luz y lo hacían de manera bastante
descontrolada, quizá porque mi mente tenía menos entrenamiento.
Así, muy poco a poco, vas juntando la información y la vas
ordenando en tu cabeza. Hay recuerdos que se repiten y se amplían, hasta que se
van quedando bien grabados en tu memoria y se sienten exactamente igual que
recuerdos de esta vida. Es muy frecuente que al principio te sientas algo raro,
no te logras identificar totalmente con ese personaje. Esto suele pasar cuando
no hay emociones, cuando crees que es
alguien demasiado distinto a ti, y sobre todo cuando ese alguien actuó de
alguna manera que detestas. No quieres reconocer esa parte oscura de ti y
entonces puedes llegar incluso a bloquear esos recuerdos o a negarlos. Es lo
que llamamos “periodos de negación”. Pero esa es otra historia...