Habla de la
memoria, y llama la atención sobre un hecho con el que —estoy segura— todos
estamos de acuerdo. Si pensamos en nuestra infancia o adolescencia, no vamos a
recordar detalles muy concretos uno detrás del otro. Aunque pensemos que tenemos
buena memoria y que somos capaces de recordarlo todo, esto raramente es así (de
hecho, existe un nombre médico para esta alteración, la hipertimesia). Lo que
vamos a recordar son cortas escenas, aisladas, y asociadas a algo muy concreto,
que —y esto lo añado yo— suelen ir acompañadas de algún tipo de emoción. Ese
recuerdo puede ser evocado en nuestra memoria al ver en la pantalla del
ordenador un juguete antiguo que formó parte de esa infancia, un libro que
leíamos y que ahora recordamos, un olor característico... Sin saberlo (o eso
parece) Íker estaba describiendo con
total perfección qué es un trigger,
es decir, en pocas palabras, un desencadenante de recuerdos.
No hay nada
paranormal en todo esto, ¿verdad?, excepto quizá que aún no sabemos cómo
funciona la memoria ni nuestra mente. No sabemos qué es lo que hace que algunos
recuerdos se almacenen y otros no, qué factores influyen en que algunas de esas
escenas pasen ante nuestros ojos como si estuviéramos viendo una película de nuestras
vidas, y sin embargo no podamos recordar el nombre de nuestra profesora, ni
tampoco a la mayoría de nuestros compañeros de clase.
Bien. Lo paradójico es que la reencarnación tampoco es nada paranormal, aunque no mucha gente se haya dado cuenta de esto aún. Ocurre que a veces nuestra memoria, usando el método que sea (puede ser espontáneo o puede ser facilitado por alguna de las técnicas que ya deberían conocer los lectores asiduos del blog), salta en el tiempo y nos trae RECUERDOS que nosotros sabemos no pertenecen a nuestra vida actual. Y lo he escrito con mayúsculas, porque sí, son RECUERDOS. No se diferencian en nada de los demás recuerdos. Lo único que no nos permite aceptarlos como recuerdos es la existencia de ideas preconcebidas y prejuicios varios que nos han grabado en la mente casi desde el momento en el que nacimos. Por ejemplo, que solo tenemos una vida. Que todo nuestro conocimiento proviene de nuestra infancia, porque de niños somos como esponjas. Que todos morimos, que no hay nada después (ni antes) de la muerte. Que la reencarnación no existe... ¿Por qué? "Porque lo digo yo", aunque haya miles de indicios en todo el planeta, en todas las civilizaciones, de que la gente ha vivido muchas vidas y ha vuelto.
Cualquier
persona que recuerde vidas pasadas conoce perfectamente este comportamiento tan
curioso de la memoria. Sabe cómo los recuerdos que tiene de otras vidas son a
veces aleatorios, con frecuencia no parecen tener ningún significado
trascendental, aunque sí que es bastante habitual que vayan acompañados de
vivencias más o menos traumáticas, y casi siempre, de fuertes emociones. Luego,
la interpretación que queramos darle a la experiencia en su conjunto es
individual. Lo triste es que, como ocurre siempre con las experiencias que
escapan a la comprensión de los seres humanos, en este punto es cuando aparecen
los “iluminados” que se dedican a construir las creencias religiosas y
pseudoespirituales para que el protagonista de la experiencia se tranquilice y
no tenga que seguir haciéndose preguntas.
También es la razón por la que no tiene sentido pensar que un caso de supuesta reencarnación es más sólido cuanto mayor sea el número de verificaciones
que se hayan podido efectuar comparando lo que un niño dice recordar
con la información proveniente de sus supuestos familiares de esa vida
pasada o de los correspondientes registros. Ni nuestra memoria es
exacta, ni los registros históricos son exactos. Y sin embargo, aún hay
investigadores que se empeñan en dar mayor credibilidad a este tipo de
casos. Ian Stevenson es uno de mis héroes en lo que a reencarnación se
refiere, pero va siendo hora de que avancemos —aunque solo sea un poco—
en el estudio de la consciencia y su supervivencia después de la
muerte.
En realidad
el único misterio de la reencarnación no es que exista (ya que esto es
un hecho), ni tampoco cómo funciona (no lo sabemos todo, pero ya existen hipótesis
bastante interesantes). El único
misterio de la reencarnación es la memoria y cuál es su relación con el
cerebro, o mejor dicho, con la mente. Es así de simple, no hace falta
buscarle tres pies al gato con deudas kármicas y demás milongas.
¿Por qué algunas personas recuerdan y otras no (aparentemente)?
¿Es verdad que los niños recuerdan datos más concretos de sus vidas pasadas o simplemente depende de cada persona?
¿Qué es lo que hace que algunos adultos comiencen a recordar?
¿Es un fenómeno puramente fisiológico?
¿Depende de la estructura o el desarrollo de nuestro cerebro durante la infancia?
¿Es cierto que personas con buena memoria de por sí recuerdan mejor sus vidas pasadas?
El futuro de
la investigación en reencarnación debería estar encaminado, en mi opinión,
hacia dos direcciones fundamentales: una, determinar qué es exactamente el
alma; y dos, profundizar en el estudio de la memoria para conocer mejor su
funcionamiento.