Por supuesto,
me refiero a un reencarnacionista de pura cepa (véase definición), no me valen
los meros “creyentes en la reencarnación”. Y este blog es una buena prueba de
lo dura que es la vida del reencarnacionista, sobre todo si eres una
“activista” como yo y no te escondes en tu casa pensando que no vale la pena
hablar de tus experiencias, sea por la razón que sea.
Las dos
últimas semanas has sido especialmente intensas, después del breve descanso que
me tomé justo después de publicar mi libro. Mi trabajo como reencarnacionista
supone moverme mucho en foros, estar al tanto de todo lo que se publica en
internet sobre reencarnación (que por desgracia el 99% son refritos de
artículos publicados hace mil años), hablar con otros reencarnacionistas (que
es la parte más agradable y satisfactoria), investigar en los últimos avances
científicos para seguir construyendo mis propias hipótesis sobre el mecanismo
de la reencarnación, escribir para mis blogs, escribir en mis diarios privados,
investigar para seguir verificando mis recuerdos... y además, nunca dejo de
recordar y/o sentir emociones relacionadas con mis vidas pasadas. Lo de las
emociones de vidas pasadas está estrechamente relacionado con las emociones que
me producen ciertos acontecimientos en la vida real, no en vano los triggers son una de las principales
formas que tenemos para recordar, posiblemente debido a la estrecha relación
que hay entre los recuerdos y su contenido emocional.
Parece ser
que los reencarnacionistas somos especialmente sensibles a las desgracias que
ocurren en el mundo. Creo que somos mucho más conscientes que la media de la
población del sufrimiento que suponen ciertas decisiones que por lo general
toman los poderes políticos desde los cómodos sillones de sus despachos. Eso
nos entristece profundamente, además de crearnos un gran desasosiego interno
acompañado de un fuerte sentimiento de furia e impotencia porque sabemos que no
podemos cambiar nada, o muy poco. Muchos se quejarán y dirán que no me venga
arriba ni me crea superior a ellos por ser reencarnacionista, que ellos también
lo pasan mal viendo el sufrimiento en el mundo y son igual o más de compasivos
que yo. Sí, es posible. Que me perdonen estas personas, pero creo que no tienen
ni idea de lo que es recordar vidas pasadas, y por tanto no son capaces de
sentir lo mismo que yo en cuanto a empatía o compasión se refiere.
Los
reencarnacionistas somos los únicos que podemos de verdad ponernos en el lugar del otro, aunque sea algo que no
hemos vivido en esta vida, sino en
otras. Tenemos los recuerdos y los sentimientos a flor de piel. Con frecuencia
aún estamos tratando de superar los traumas que un hecho del pasado remoto nos
causó en el alma. Con frecuencia aún sentimos el dolor que nos supuso perder a
alguien, el dolor que nos supuso una muerte a destiempo, la rabia que sentimos
por no poder parar una guerra que destruyó todo lo que teníamos, el miedo de un
soldado empujado a luchar y a matar sin saber muy bien la causa por la que lo
hace. Por ello, en cada soldado que muere, en cada refugiado que huye de su hogar, en cada
víctima de abuso sexual (añadir aquí la experiencia concreta que cada uno haya revivido)... nos vemos a nosotros mismos. Volvemos a sentir lo que eso supone. Eso es lo único que te
hace comprender ese dolor (de ahí que reencarnemos, probablemente).
Al mismo
tiempo, mientras vivimos nuestra vida presente, tenemos que ser testigos de
cómo la misma historia se repite una y otra vez. Pones la televisión y te
parece que aún vivimos en la Edad Media, cuando la vida de un ser humano no
valía nada. Sé de varios compañeros que vivieron en primera persona las guerras
religiosas que tuvieron lugar en Europa en el siglo XVI, y ves que
han pasado quinientos años y las cosas siguen igual. Todo el mundo anda
enloquecido y matando en nombre de su dios. En cualquier momento tu vida puede
estar seriamente en peligro por un bombardeo, quedarte literalmente sin nada
por haberte convertido en refugiado, o tener que morir por dejarle un futuro decente a
tus hijos. Y no hay nada más desalentador que ver todo eso y pensar: “Yo ya he
vivido todo esto antes. ¿Cuántas veces más tengo que vivirlo? ¿Cuándo va a
cambiar la humanidad?” Y no hay respuesta. Lo único que sé es que esto ha sido
así desde que el hombre es hombre, y no parece que esto vaya a cambiar en el
futuro próximo.
Y mientras
(sí, aún hay más), no solo te siguen llegando recuerdos... También tienes que
tener una paciencia infinita para explicarles a la gente por qué estás
convencido de que la reencarnación es una realidad, sabiendo que jamás te van a
comprender mientras no tengan recuerdos propios. Porque esto no se trata de una
“teoría” o una “creencia”. Yo sé muy bien diferenciar mis propios recuerdos de lo
que no son recuerdos. Puedo incluso diferenciar cuándo lo que veo son recuerdos
propios o, quizá, podrían pertenecer a otra persona. Sé muy bien cuándo estoy
soñando y cuándo no. Yo sé cómo he obtenido la información relativa a mis vidas
pasadas y cómo he podido verificarlas. Yo he visto mi retrato en una vida
pasada y sé lo que han dicho otras personas acerca de nuestro parecido físico (incluyendo a parientes que apenas sabían nada de mis recuerdos).
Eso no es ninguna “teoría”. Eso no es una ilusión de mi mente, ni un deseo de
ser otra persona (sobre todo porque esa persona no fue perfecta ni mucho
menos). Eso es reencarnación, simple y llanamente. Y por muy radical que suene
siempre lo he dicho y siempre lo diré: el que aún duda de la reencarnación es
porque no recuerda vidas pasadas o porque no tiene la suficiente información. Pero
día tras día tienes que ser educado y paciente y dejar que los demás piensen
que eres un iluso con poco cerebro, solo por hacerles pensar un poco para que,
con un poco de suerte, se pongan a investigar y a recordar por sí mismos, si es
que de verdad quieren una respuesta.
Esta es mi
vida. Hay veces que me siento como Frodo a punto de llegar a Mount Doom, aunque
la verdad es que después de todo no me puedo quejar. He conocido vidas
peores... Y lo bueno es que el viaje te cambia tanto como le cambió a él.