sábado, 14 de enero de 2017

El único secreto es mirar en tu interior.

Lo reconozco. A veces estoy aburrida y visito un antiguo grupo de Facebook en el que hablan de experiencias cercanas a la muerte, aquel grupo del que me expulsaron por querer traer luz a temas tan interesantes como la parálisis del sueño o los niños que recuerdan vidas pasadas. Siempre me arrepiento de volver a sitios como ese, porque acabo con la misma sensación que me invade cuando me siento nostálgica y me paso por el foro de Carol Bowman, que es el lugar donde yo empecé a aprender: “¿Me he teletransportado al patio de un colegio?” Las conversaciones no es que sean básicas o típicas de principiantes —que no tengo nada en contra de estas últimas, todos hemos sido principiantes alguna vez—, lo que me hastía es que haya algunas personas que se limiten a parlotear sin más, como si hablar de la muerte o la reencarnación fuera algo que haces en la sala de espera del médico o en la peluquería. Lo que me deja aturdida es el nivel de superficialidad que te encuentras en estos foros; ver lo fácil que es hablar por hablar, sin saber nada del asunto; y sobre todo, ver lo rápida que es la gente en juzgar este tipo de experiencias (algo que, por cierto, no ocurre en Foro Reencarnación).

Y cuando digo “juzgar”, me refiero a juzgar tanto en sentido negativo como en sentido positivo. Por ejemplo, es bastante común oír a la gente decir que siente una envidia sana por las personas que hemos tenido este tipo de experiencias trascendentales, ya sea recordar vidas pasadas, haber estado a punto de morir y haber accedido a lo que parece otro estado de consciencia, o ser capaz de tener experiencias extracorpóreas voluntarias y conscientes. Lo dicen así, como si tener este tipo de experiencias fuera algo fácil, una habilidad que has aprendido igual que otros aprenden a jugar al billar, o un regalo del cielo que te hace ser “especial”. Estas personas no tienen ni idea de lo que supone tener cualquiera de estas experiencias. Muchas veces me dan ganas de decirles: “Ten cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad”.

Y no lo digo porque recordar vidas pasadas sea malo, ni mucho menos. Al contrario, desde aquí animo a todos los lectores del blog a que lo intenten, sobre todo si quieren conocer por sí mismos la Verdad y quieren llegar a estar realmente seguros de que somos seres inmortales que por alguna razón renacemos una y otra vez. Es un mantra que he repetido constantemente en todos los foros/grupos/comunidades/reuniones familiares en los que he estado:

Mira en tu interior, ahí es donde están todas las respuestas.

Pero la gente no se lo cree. No quieren intentarlo. Tienen miedo. Piensan que ellos no pueden hacerlo. O quizá solo se deba a la explicación más frecuente y universal que conozco, aplicable a todos los ámbitos de la vida: los seres humanos son expertos en buscar excusas cuando ven que algo implica un esfuerzo, ya sea cuidar tu salud, hacer ejercicio, dejar de comer carne, o renunciar a cualquier placer que se encuentre en el primer puesto de su lista de prioridades. Qué le vamos a hacer, es la naturaleza humana, yo no puedo hacer nada contra eso. Pero me enfada que luego las quejas y los lloros abunden en grupos como el que mencioné al principio de esta entrada: “Me aterra pensar que cuando muera todo acabará. ¿Alguien puede asegurarme que existe vida más allá?” O, “Estoy desolada por la pérdida de mi hijo. ¿Me reencontraré con él en el otro lado?”

Solo una persona puede responder a esas preguntas: TÚ MISMO. Aunque el precio no va a ser bajo. Mirar en tu interior implica crecer espiritualmente, pero crecer espiritualmente no es equivalente a acudir a un hipnoterapeuta y vislumbrar el periodo entre vidas en un par de sesiones, ni tampoco a ver seres de luz durante el transcurso de una ECM. Crecer espiritualmente consiste en llegar a los rincones más oscuros de tu alma y enfrentarte a tu propia sombra. Es muy posible que antes de llegar a estar completamente seguro de que la reencarnación es un hecho, tengas que armarte de valor para conocerte de verdad a ti mismo. 

Nunca he luchado con nada más difícil que mi propia alma.

A estas alturas hay pocos humanos que me enseñan algo y que me inspiran en mi propio camino vital. Uno de ellos es Iván Guevara, autor del blog El Aprendiz de Mago, a quien conocí tras tener mis primeras experiencias extracorpóreas voluntarias. Es él el que publicó hace muy pocos días una entrada sobre la importancia de mirar en nuestro interior, y gracias a él descubrí que hace milenios, en el Templo de Delfos, ya sabían que ese es el único camino si queremos conocer la Verdad. Allí se encontró una inscripción que decía:


Te advierto, quien quiera que fueres.
¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza,
que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas,
tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa,
¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros.
¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses.


Esto es algo que no acaban de comprender todos aquellos que se interesan por la vida después de la muerte, todos aquellos que piensan que los que tienen las respuestas o saben cómo funciona la reencarnación son los espíritus, todos aquellos que se imaginan que recordar vidas pasadas consiste en que te hipnoticen una vez para saber que fuiste un gladiador romano que acabó desangrado en un circo, y ya está. Todos aquellos que se piensan que los que afirmamos recordar vidas pasadas somos unos frikis despistados que creemos en la reencarnación porque una vez soñamos con la época medieval. Esas personas no saben nada de emociones de vidas pasadas, ni de verificaciones históricas, ni de ardua búsqueda en registros, ni de edificios que viste en tu mente y luego encontraste tal cual en fotos de hace un siglo, ni de síndrome de estrés postraumático que parece durar eternamente, porque el trauma que lo originó tuvo lugar en el siglo XIV. Esas personas son las que siguen creyendo que “los malvados” no reencarnan o que todos tenemos (o tendremos) deudas kármicas que pagar, las que creen que ellos nunca hicieron nada malo en el pasado, las que aún creen que hay algo externo que debe juzgarte después de muerto, las que aún no han descubierto su propia sombra, las que aún no saben que la lucha es únicamente contigo mismo. Como bien escribió Iván Guevara en su blog:
   
“El subconsciente, nuestra sombra, es nuestro demonio. Todo lo que no hemos superado, todo lo que nos ha herido, todo lo que nos ha frustrado, todo lo que no hemos sido capaces de comprender, se esconde allí. Ese es el demonio que nos perturba ahora y seguramente después de muertos.”

Alguien decía en ese grupo de Facebook que no le parecía bien que solo hablaran de experiencias cercanas a la muerte positivas e ignoraran las negativas, porque eso le quitaba la esperanza de encontrarse con algo bueno después de la muerte. Una visión tan parcial de la realidad solo es posible cuando no te has molestado en investigar lo suficiente; cuando solo buscas el bálsamo que te alivie tus miedos y no la Verdad con mayúscula; cuando solo te vale la creencia y no la certeza de que vivimos, morimos y volvemos a vivir; cuando no quieres asumir la responsabilidad de que la realidad en la que vivimos es consecuencia de nuestros pensamientos y nuestras acciones. Creer siempre es más fácil que saber.

En consonancia con una de mis citas preferidas de Carl Jung, la que reza Uno no alcanza la iluminación imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”, Iván Guevara también reflexionaba:

“Bajar al infierno, es abrir e iluminar esas partes oscuras de nuestra psicología. Allí, encontraremos al demonio. Ese demonio, es más poderoso, horrible, y perverso, si es que lo hemos ocultado, amarrado, censurado, despreciado. Ese demonio, tiene las llaves de los tesoros que nos faltan. Ese demonio, necesita ser comprendido, aceptado y amado. Pero, ¿por qué deberíamos hacer eso? Porque ese demonio es también parte de nuestra alma.”



Si estás dispuesto a hacer esto, a bajar al infierno y encontrarte con tu demonio personal, el que tiene la llave de lo que quieres saber, adelante. No tengas envidia sana, eso no te conduce a ningún sitio. La acción es lo que cuenta. Ponte a ello y recuerda vidas pasadas, o al menos inténtalo. Es mucho más fácil de lo que parece, en serio. Cuando yo quise tener experiencias extracorpóreas conscientes, ¿me puse a quejarme de lo difícil que es eso o a envidiar a los que tienen esta habilidad desde jóvenes? No, busqué a gente que sabía, seguí sus consejos, entrené arduamente durante un mes seguido, hasta que lo conseguí. Recordar vidas pasadas es igual. Es también un entrenamiento de la mente, es querer hacerlo, dejar atrás tus propias barreras mentales, olvidar lo que te han enseñado. Como si fueras uno de esos viajeros que acudían al Templo de Delfos, debes mirar en el abismo de tu alma, sin vértigo, sin miedo, y estar dispuesto a conocer la oscuridad que alberga tu corazón. Si eres sincero contigo mismo, estás preparado psicológicamente, y quieres de verdad llegar hasta el fondo, tal vez, solo tal vez, recordarás... y con el tiempo, SABRÁS que la reencarnación es un hecho.

2 comentarios:

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La autora de este blog tiene una amplia formación científica y por ello piensa por sí misma para llegar a las conclusiones y opiniones que aquí se ven reflejadas. La reencarnación es un fenómeno natural y universal. El único objetivo de este blog es reflexionar y ofrecer algunas claves para que todo el mundo pueda darse cuenta de ello por sí mismo.

En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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