viernes, 5 de mayo de 2017

Las gemelas Pollock en Cuarto Milenio.

El pasado domingo (temporada 12, programa 35) lo volvieron a hacer: hablaron de reencarnación en Cuarto Milenio (reportaje entero aquí). De nuevo, me provocó sensaciones contradictorias. Al principio no quería ni verlo; estaba convencida de que me iba a cabrear… Y sí, hubo algunas cosas que me encendieron, las cuales comentaré a continuación, pero luego vi que el reportaje no estaba mal del todo. Normal, porque dijeron prácticamente lo mismo que viene en mi libro Niños que recuerdan vidas pasadas. Dudo que se lo hayan leído, porque parece que aún no se han enterado de que hay gente seria en este país estudiando a fondo la reencarnación (y eso que se llaman a sí mismos investigadores). Aún así, me reconforta saber que yo, que no soy periodista de profesión, conseguí reunir básicamente la misma información buscando en internet. Lo que no sé si es bueno o malo… pero sí prueba que cualquier persona que esté mínimamente interesada puede encontrar grandes casos por sí misma. Mi objetivo con el libro era solo facilitar el trabajo a los perezosos.

Porque no nos engañemos, la mayoría de las personas gente que se interesa levemente en la reencarnación, ve un poco lo que hay en internet y luego se cansa— no investiga. Ya sea por desconocimiento de lenguas extranjeras, por desidia, porque crea que no es necesario, o porque tenga cosas mejores que hacer, estas personas no se ponen a leer los trabajos más eruditos de Ian Stevenson, ni por supuesto se van a descargar los artículos científicos publicados hace años (en ocasiones incluso décadas) por ciertos investigadores, para descubrir por sí mismos qué hay en esto de la reencarnación. Yo personalmente tengo que aceptarlo de una vez: a la mayoría de la gente le vale con un corto reportaje escrito por un “periodista del misterio” y presentado con un titular que parece escrito por un becario (ver foto) y un resumen que no puede ser más sensacionalista, para luego dejar comentarios profundos en Facebook tipo:

“¿Por qué no? El problema es que si existe un aborto es un asesinato.”

“Creo que hay vida después de la muerte, pero no una reencarnación. La reencarnación del cuerpo transformándonos en otra cosa o persona, es falsedad.”

“Creo que la madre estaba tan traumatizada que inconscientemente pasó la información a las hijas durante el embarazo, las niñas olvidaron así como todo el mundo olvida sus primeros 30 meses.”

(La ortografía de algunos mensajes ha sido editada para no dañar los ojos de los lectores, pero son comentarios reales).

No, no fueron las hermanas gemelas las que se reencarnaron en las hermanas fallecidas, sino al contrario. Hasta donde yo sé, es imposible reencarnase en un muerto.

Después de esto, creo que se entiende que a veces me quiera suicidar. Aunque repito que el reportaje en sí no estuvo mal. Si alguien prefiere tener la información por escrito, le dejo el fragmento de mi libro que hablaba sobre las gemelas Pollock, aunque le recomiendo encarecidamente que adquiera tal libro para nutrir su biblioteca. En español la literatura es escasa, por no decir inexistente, y la mayoría solo habla de lo bonito que son las regresiones y de cuestiones tan espirituales como falsas, como la famosa Ley del Karma.

Este es un caso también bastante conocido, e investigado a lo largo de muchos años por el Dr. Ian Stevenson. Es descrito en profundidad en su libro Niños que recuerdan vidas anteriores, y también mencionado en su libro Where Reincarnation and Biology Intersect, por la aparición de una determinada característica física en una de las niñas que describiremos en las próximas líneas.

Gillian y Jennifer Pollock eran gemelas idénticas (monocigóticas), nacidas en una localidad llamada Hexham, Inglaterra, el 4 de octubre de 1958. Cuando tenían entre tres y siete años comenzaron a hacer varias afirmaciones y a reconocer una serie de hechos, lo que sugería que ambas tenían recuerdos de las vidas de sus dos hermanas mayores, fallecidas en un accidente de coche diecisiete meses antes de que las gemelas nacieran. Iban de camino a la iglesia cuando desgraciadamente un coche perdió el control y arrolló a ambas y a un amigo. Los tres murieron del impacto de manera instantánea. Las hermanas mayores no habían sido gemelas. La mayor, Joanna, tenía once años, y la pequeña, Jacqueline, seis, cuando murieron. Gillian recordaba la vida de Joanna, y Jennifer la de Jacqueline.

Los padres de las niñas, John y Florencia Pollock, eran católicos. A pesar de sus fuertes creencias religiosas, John estaba convencido de que sus hijas volverían a nacer, y se le metió en la cabeza que su esposa daría luz a gemelas, que serían la reencarnación de Joanna y Jacqueline. En los años 50 todavía no existían los medios técnicos que tenemos ahora y el médico afirmó que solo oía los latidos de un corazón. Sin embargo, se equivocó.

Como en otros casos de gemelos estudiados por Stevenson, las diferencias entre las gemelas Gillian y Jennifer eran considerables, teniendo en cuenta que eran monocigóticas y por tanto su dotación genética es la misma. Jennifer nació con una marca de nacimiento en la cadera que era igual a una que también había tenido Jacqueline. Además también presentaba una marca sobre la ceja derecha, una línea blanquecina, que coincidía con una marca que había tenido Jacqueline, solo que en este caso no era de nacimiento, sino que correspondía con una cicatriz resultado de una caída de la bicicleta cuando tenía tres años.

Cuando las gemelas tenían nueve meses de edad, la familia se trasladó a vivir a Whitley Bay. No volvieron a Hexham hasta que cumplieron los tres años. Y los padres de las niñas se sorprendieron al comprobar que reconocían perfectamente la casa donde habían vivido hasta los nueve meses. También sabían dónde estaba el colegio y conocían la zona muy bien, llegando a describir el parque donde querían ir a jugar, que era el parque al que iban las hermanas mayores. Además eran capaces de llamar por su nombre a algunas personas del pueblo que no conocían con anterioridad.

Según fueron creciendo, se produjeron más coincidencias. Cuando tenían cuatro años de edad, sus padres les regalaron unas muñecas que habían pertenecido a sus hermanas mayores, e instantáneamente las llamaron Mary y Susan, los mismos nombres que habían escogido las hermanas mayores. A los cinco años, describieron a sus padres un atropello. La descripción coincidía exactamente con el accidente donde sus hermanas mayores habían perdido la vida. La madre también notó que a veces jugaban a juegos un poco siniestros. En uno de estos juegos Jennifer permanecía tumbada en el suelo con su cabeza apoyada sobre su hermana, Gillian. Esta le hablaba calmadamente diciendo que su sangre salía de sus ojos porque era ahí donde el coche la había golpeado. Un día ambas entraron en una especie de estado de histeria cuando pasaron al lado de un coche aparcado que tenía su motor al ralentí, y comenzaron a gritar con todas sus fuerzas: “¡El coche! ¡Viene a por nosotras!”

Cuando comenzaron a escribir, se dieron cuenta de que la forma en que Gillian cogía el lápiz era idéntica a la manera peculiar con la que escribía Jacqueline, de manera vertical, apretado en su puño, y esto lo siguió haciendo incluso cuando ya tenía más de veinte años. Joanna había ido a la escuela durante cinco años y había aprendido a coger el lápiz de manera adecuada. Sin embargo Jacqueline solo había ido durante un año antes de su muerte, y los intentos de sus padres y su profesor de corregirla no habían tenido éxito.

Según los padres, nunca mencionaron a sus hijas que habían tenido dos hermanas que fallecieron atropelladas hasta que tuvieron trece años. El Dr. Stevenson llevó a cabo pruebas físicas y realizó entrevistas por separado a cada una de las niñas. Al preguntarles si recordaban algo que hubiera sucedido antes de morir, una de las niñas contestó: “Sentí un dolor muy fuerte en la cabeza y la sangre cubrió mis ojos”.

Bien, ¿qué es lo que no me gustó del programa? Pues, básicamente, un par de cosas. La primera es que sigo sin entender por qué ya bien entrada la primera mitad del siglo XXI tenemos que estar comentando casos que se desarrollaron en los años 60 (más de 50 años atrás, por Dios, como si no existieran casos recientes). Vale que la investigación seria, como la que llevaba Ian Stevenson en su época, lleva un tiempo, y los trabajos científicos y los libros no salen a la luz hasta años, incluso décadas, después. Vale también que la ignorancia en nuestro país respecto a reencarnación es inmensa, y los divulgadores tenemos que referirnos a casos antiguos porque sabemos que son desconocidos para la mayoría de la población. Sé que esto no es culpa directa de los periodistas que hacen Cuarto Milenio, pero creo que con este tipo de divulgación lo único que hacemos es perpetuar ideas equivocadas y obsoletas como aquellas que dicen que solo los niños pueden recordar vidas pasadas, o que los recuerdos que obtienen los adultos por hipnosis no son fiables. Estoy bastante harta de esto, porque me consta que no es verdad. Hay docenas, por no decir cientos, de personas adultas que recuerdan sus vidas pasadas, y en muchos casos, han conseguido averiguar su identidad pasada. No solo lo que se publica en revistas científicas es cierto. El otro día leí cómo la misma Jenny Cockell, en su cuenta de Facebook, protestaba porque los investigadores tienden a despreciar su caso al pensar que se trata de un caso de hipnosis, cuando en realidad Jenny ya tenía recuerdos espontáneos desde niña (dato que yo misma desconocía). Y decía que cada vez que intentaba corregir esto en su página de la Wikipedia, alguien volvía a cambiarlo con datos erróneos, como si esa mano negra que muchas veces el propio Íker Jiménez menciona también estuviera actuando en contra de verdaderos reencarnacionistas como Jenny Cockell. Desde mi punto de vista, Jenny está en pleno derecho de querer que la información que habla de ella sea correcta. Lo que me fastidia es que tenga que defender su caso diciendo que ya tenía recuerdos espontáneos de niña, como si así su caso fuera más fiable que los de hipnosis, cuando esto no es más que una mentira propagada por los escépticos que no se han molestado en estudiar casos de adultos.

El segundo aspecto que no me gustó fue que se sugiriera antes del reportaje una posible explicación al caso de las gemelas Pollock afirmando que esos supuestos recuerdos podrán haber surgido gracias a la especial conexión que existía con la madre. Se llegó a sugerir incluso que tal información se podría transmitir a través de la piel. En serio, WTF. No deliremos, que Cuarto Milenio se las da de programa sensato y amigo de lo científico. En su tiempo, Ian Stevenson ya tuvo en cuenta la posibilidad de las impresiones maternas para explicar la existencia de estos recuerdos, incluso la telepatía… y ya llegó a la conclusión de que no servían para explicar todas las características de este tipo de casos. Quizá, si se hubieran leído mi libro (o alguno de Ian Stevenson, que a mí me da lo mismo, ¿eh?) lo habrían sabido. Me autocito otra vez 😎:

Aunque esta hipótesis es mencionada ocasionalmente en las investigaciones del Dr. Ian Stevenson, y algunos investigadores como Jürgen Keil parecen darle alguna validez, no es útil para explicar la gran mayoría de los casos expuestos en este libro.
Las impresiones maternas tienen su origen en la India y la China antiguas, y en el folclore de los pueblos africano y asiático. Constituyeron una hipótesis bastante famosa en el siglo XVIII para explicar la aparición de ciertos defectos de nacimiento en los recién nacidos. Se creía que las experiencias de la mujer durante su embarazo podían impresionarla de tal forma que llegaban a afectar al feto en gestación. Por ejemplo, un niño podría nacer sordo debido a que la mujer sufrió un fuerte impacto al oír un gran estruendo estando embarazada. O podría nacer ciego debido a que la mujer se quedó mirando a una persona ciega. O el bebé nació sin un brazo porque la mujer se asustó al cruzarse con un mendigo que solo tenía un brazo, y al temer que su hijo nacería con esa amputación, ese miedo se acabaría haciendo realidad. Enfermedades como la ictiosis (una enfermedad de la piel caracterizada por la aparición de escamas) se explicaban porque la mujer tenía miedo a las serpientes.

En la primera mitad del siglo XX esta idea quedó desechada como simples supersticiones, junto a la creencia de que las mujeres embarazadas “solo debían exponerse a estímulos agradables”. Los avances en anatomía y fisiología mostraron que no existe ningún tipo de conexión física entre la mujer gestante y su bebé a través de la placenta o de algún otro modo que pudiera posibilitar que una imagen mental de la madre acabara expresándose en el cuerpo del bebé. Algunos investigadores afirmaron entonces que tal vez la mente podía ejercer esa influencia por “medios inusuales”. El propio Ian Stevenson analizó un gran número de este tipo de casos, incluyendo uno en el que el hermano de la mujer gestante había sufrido la amputación del pene a causa de un cáncer, y a ella le fue imposible evitar la curiosidad y echar un vistazo. Posteriormente esta mujer dio a luz un hijo al que le faltaba el pene. La incidencia de este tipo de defecto congénito es de 1 en 30.000.000, lo cual parece indicar que, quizá, no podamos descartar del todo las impresiones maternas.

Otro dato importante es que el estímulo que aparentemente producía el defecto congénito tenía lugar con mucha más frecuencia en el primer trimestre de gestación, lo que parece sugerir que es importante la susceptibilidad del embrión a la impresión materna. Durante ese periodo el embrión también es más susceptible al efecto de ciertos fármacos como la talidomida y a infecciones virales como la rubeola.


En algunos casos descritos por Stevenson, la mujer pudo ser testigo de las heridas que eran producidas en otra persona, o quizá ella misma sufría algún tipo de lesión. En otras ocasiones pudo contemplar el cadáver de la persona cuya vida luego decía recordar su hijo. Algunas mujeres se sentían muy impresionadas, tenían miedo, o incluso se preocupaban de manera obsesiva y no podían dejar de pensar sobre ello. Algunas temían que sus hijos pudieran resultar afectados, pero otras no. Unas pocas confiaban, equivocadamente, que sus hijos nacerían normales. Stevenson describe dos casos de este tipo en su libro Where Biology and Reincarnation Intersect, pero en ninguno de ellos el niño dio muestras de recordar una vida pasada ni se pudo averiguar si sus defectos de nacimiento correspondían a las lesiones de otra persona. Sí se comprobó que las madres habían tenido ese tipo de sentimientos respecto a acontecimientos que habían tenido lugar en su entorno.


Por tanto, aunque esta explicación podría llegar a ser plausible en determinados casos muy aislados, es evidente que en la mayoría se puede descartar. La madre, por lo general, no tiene conocimiento de la otra familia, ni ningún contacto con la supuesta vida pasada de su hijo, ni ningún miedo que pueda explicar las marcas o defectos de nacimiento que aparecen en sus hijos.

No retrocedamos al siglo XVIII, por favor. Incluso en el caso de que nuestro razonamiento nos llevara a pensar que la ciencia ha avanzado mucho en los últimos años y podría existir algún mecanismo desconocido por el que esa información se transmitiera de madre a hijo, seamos sensatos:
  • Qué casualidad que siendo gemelas homocigóticas, los recuerdos de Joanna pasaron solo a Gillian, y los recuerdos de Jacqueline pasaron solo a Jennifer.
  • No hablamos solo de “información” como si fueran datos fríamente transmitidos de algún sitio sin determinar a las células de las gemelas. Hablamos de RECUERDOS: imágenes en primera persona, emociones, marcas de nacimiento, lugares físicos que son capaces de reconocer. Que se sepa, la memoria de momento se localiza en el cerebro, y el ADN no transmite ese tipo de información, mucho menos cuando la persona no ha tenido oportunidad de reproducirse, como es el caso de las gemelas (si eres de los que piensa que la memoria genética es la responsable de los supuestos recuerdos de vidas pasadas, te recomiendo que leas esto).
  • La gran mayoría de los casos de reencarnación ni son de gemelos, ni son en la misma familia, así que digo yo que habrá que buscar otras hipótesis si no nos vale la reencarnación. Por alguna extraña razón, a mucha gente le cuesta aceptarlo, incluso les cuesta reconocer la posibilidad de su existencia. Si ellos supieran…

Así que, así sigue estando el panorama en España. No avanzamos. Y eso, a pesar de todos mis esfuerzos. 😢

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