Me encontraba el otro día mano sobre mano, apoltronada en el
sofá... y me puse a pensar sobre el karma. Es que los reencarnacionistas somos
así... Y después de darle unas cuantas vueltas a la cabeza, he llegado a la
conclusión de que la ley del karma es un fraude.
Antes de que los hipotéticos lectores del blog me linchen o
me dilapiden por creer en la reencarnación y no creer en el karma (la verdad es
que espero que a los lectores del blog no se les ocurra hacer nada de eso, pero
nunca se sabe), trataré de explicarme.
Después de más de dos años investigando sobre reencarnación,
recordando mis vidas pasadas, y sobre todo, devanándome los sesos prácticamente
todos los días, me he dado cuenta de que la ley del karma no se sostiene por
ninguna parte. Y a estas alturas no sé cómo soy la única (o casi) que se ha
dado cuenta. No hace falta navegar mucho por la red para encontrarte con miles
de referencias sobre deudas kármicas, astrología kármica, expresiones tipo “eso
es kármico” (parece ser que se utiliza esta expresión para todo lo que tenga
que ver con vidas pasadas), cualquier cosa acompañado del adjetivo “kármico”...
pero, ¿alguien se para alguna vez a analizar qué es el karma?
Según los budistas, la palabra “karma”
significa acción. Toda acción tiene una reacción, unas consecuencias que pueden
ser positivas o negativas, y estas consecuencias tendrán su efecto en nuestra
próxima vida. Según esto, si hemos hecho cosas malas en el pasado, renaceremos
con el peso de ese karma, y tendremos problemas y dificultades sin cesar, causándonos
sufrimiento. Por el contrario, si hacemos cosas buenas, acumularemos un karma “bueno”,
hasta que un día ya no necesitaremos reencarnar porque somos tan puros que
podremos escapar de la Rueda de la Vida, es decir, de la rueda interminable de reencarnaciones en la que, según algunos, estamos atrapados (como si no pudiéramos elegir, hecho que también sería discutible).
Otros dicen que más bien se trata de una cuestión de
equilibrio: si yo he hecho cosas malas en el pasado, para compensar tengo que
vivir esas mismas cosas malas en mi propia piel, es decir, el sufrimiento que
yo he causado me lo devolverá el “Universo” (o quien se encargue de estos
asuntos), para que así sepa lo que significa sufrir y pueda liberarme de ese
karma negativo. O sea, más o menos viene a decir que si a mí me asesinan,
probablemente es porque yo fui un asesino en alguna de mis vidas pasadas.
He de reconocer que nunca he tenido muy claro esto del
karma. Últimamente me sentía más cerca de esta última teoría... pero ahora
mismo creo que es todo una sarta de sandeces (que me perdonen los que piensan
que a veces hablo demasiado claro). ¿Por qué? Pues porque sencillamente,
¿alguien en la Tierra ha estudiado cómo funciona esto del karma? ¿Alguien se ha
molestado en hacer estudios científicos sobre personas que recuerdan vidas
pasadas, ha conseguido verificar que esos recuerdos son ciertos, y luego ha
correlacionado estadísticamente si las desgracias que sufrió en una vida
pudieron ser la consecuencia de sus malas acciones en el pasado? La respuesta
es rotunda: NO. Nadie en el mundo mundial ha hecho esto, ni ahora ni en épocas
en las que supuestamente éramos más espirituales.
La ley del karma no es más que una creencia ligada a
determinadas religiones, y por tanto no es más que otro intento de los hombres
para manipular a sus semejantes mediante el miedo. Nos puede sonar más bonito o
más exótico que el Cielo y el Infierno de los cristianos, pero si lo estudiamos
detenidamente, vemos que no es más que otro sistema de premio y castigo, otra
forma de justicia divina, porque a los seres humanos nos gusta creer que en el
más allá, o en el más acá cuando reencarnemos, los que son “malvados” (siempre
midiendo el grado de bondad y maldad según el baremo correspondiente a la época
de la que estemos hablando) recibirán un “justo castigo”, mientras que los “bondadosos”
encontrarán su recompensa. Es decir, la ley del karma más o menos viene a decir
que si eres malo, tarde o temprano pagarás por ello, sufriendo con una vida
llena de penurias, o viendo sufrir a tus hijos, o naciendo con una malformación
o una enfermedad... mientras que si eres bueno, tendrás una vida de lujo y
comodidad sin mayor preocupación que decidir el color de tu próximo automóvil.
De esta forma (en mi opinión muy peligrosa, por cierto)
encontramos justificación para todo y una explicación para todo el sufrimiento que
hay en el mundo. Si alguien es asesinado, seguro que es porque se lo mereció,
es que está pagando por sus malas acciones en el pasado. Si es desahuciado y
tiene que vagabundear en la calle, tal vez es porque en el pasado él fue el que
puso de patitas en la calle a alguien. La ley del karma es perfecta y justa,
igual para todos, y funciona siempre, aunque sea dentro de mil años... Y estoy
segura de que todavía hay gente que llega a plantearse que tal vez, si es malo,
se reencarnará en cucaracha en su próxima vida, porque como todos sabemos ser
una cucaracha es el peor castigo del mundo, te odian y te pisotean solo por ser
negra y por gustarte los rincones oscuros... pero, ¿alguien se para a pensar si
algo de eso nos va a importar siendo una cucaracha? ¿Son conscientes las
cucarachas del odio sin sentido que mana de los humanos? En el fondo da igual,
porque como la ley del karma suena tan bien, nos la creemos a pies juntillas y
nos maravillamos de que el Universo funcione de esta manera.
Pues bien, aún no he encontrado ninguna prueba objetiva que
respalde nada de esto. Recuerdo tres vidas como esclava, en épocas y
circunstancias muy distintas. Y también recuerdo haber estado implicado en el
comercio de esclavos. Lo fácil sería decir: “Claro, te esclavizaron porque
tenías karma negativo”. Eso podría ser así si pudiéramos determinar con
exactitud que una acción en concreto provocó una reacción, pero el caso es que
lo de comerciar con esclavos fue posterior a ser esclavizada. ¿Es que estaba
pagando mis supuestas deudas kármicas por adelantado? Es más... si la tónica
general es creer que en el más allá el tiempo no es lineal, sino simultáneo,
¿cómo podemos determinar qué acción tuvo lugar “antes” que la otra?
Es más... ¿existen el bien y el mal absolutos? ¿O esto es
solo una ilusión creada por los seres humanos, desde una perspectiva humana,
variable según en qué momento de la historia nos encontremos y totalmente relativo
en función de las costumbres de una determinada civilización? Y si... hemos
quedado que no existe un Dios sanguinario y justiciero al que temer, sino un
Dios que perdona a todos por igual, ¿por qué lo sustituimos por otra manera de “justicia
divina” que nos obliga a reencarnarnos en cucaracha o a pasar por una vida de
desgracias para “equilibrar” el karma acumulado? La justicia no es más que el
deseo de venganza que todos llevamos en el corazón cuando alguien nos hace
daño... y somos felices imaginando que de una forma u otra, ese alguien “lo
pagará”. Esto solo habla de lo poco que hemos evolucionado espiritualmente en
el transcurso de milenios... si es que de verdad es importante que
evolucionemos espiritualmente.
En conclusión, la ley del karma no tiene ningún sentido.
Cuanto más lo pienso, más segura estoy de que, una vez más, somos presa de la
manipulación mental que proviene de las religiones o pseudo-religiones que nos
acosan por todos lados. Y como no pensamos por nosotros mismos, aceptamos el
primer cuento que nos cuentan, porque nos parece lógico o incluso maravilloso.
Somos tan cortos de miras que ni siquiera nos paramos a pensar que tal vez ser
una cucaracha (o cualquier otro tipo de insecto) no esté tan mal después de
todo. Solo es una criatura de la naturaleza como cualquier otra luchando por vivir, como hacemos todos. Pero nosotros proyectamos nuestro odio o desprecio sobre las cucarachas igual que lo
proyectamos sobre aquellas personas que nos creemos con derecho a juzgar y
despreciar según nuestro “gran” sistema de valores... sin tan ni siquiera
considerar por un segundo que tal vez todo obedece a un plan mucho más justo y
que la maldad solo existe en nuestra pequeña mente humana.
Mi humilde opinión es que venimos aquí a experimentar, y
punto. Lo bueno, lo malo, y lo regular. ¿Por qué? Porque en el más allá todo es
amor, comprensión, y perdón (no de nadie, sino de ti mismo), el más allá es tan perfecto que llega a ser aburrido, no existen desafíos y así no hay manera de saber de qué material estás
hecho. Sin embargo, aquí en la Tierra, unas veces tendrás una vida más fácil, y otras veces será más difícil. Unas
veces serás pobre, y otras veces serás rico. Unas veces pedirás a alguien que
te haga de malo porque quieres saber cuánto eres capaz de soportar, o quizá quieras saber si por
fin puedes controlar tus impulsos de cortarle la cabeza a ese alguien. Otras
veces te prestarás a hacer el papel de débil porque así el otro comprenderá que
no debe aprovecharse de su fuerza. Como decía el maestro de Lobsang Rampa en
uno de sus libros, en cada vida elegimos las herramientas que vamos a utilizar
según lo que queremos aprender (aunque yo sustituiría esta palabra por experimentar). Cuando
empiezas a recordar múltiples vidas, y te das cuenta del gran abanico de
posibilidades, y empiezas a ver que no hay una correlación clara entre unas
vidas y otras, que no hay causa y efecto... comprendes que las cosas no son tan
fáciles y no hay leyes que valgan. Mis propias experiencias me hacen creer que
los grupos de almas y los soulmates existen, y por lo general nadie es perfecto:
la bondad y la maldad que llevas dentro varían según la vida que te haya
tocado, y a veces lo haces mejor que otras. No pasa nada. No existe el karma, y no existe la justicia en el más allá, por
mucho que nos duela que los asesinos en serie no se queden en el bajo astral
por toda la eternidad o que los genocidas estén de nuevo entre nosotros,
llevando vidas normales y pacíficas.
Eso sí, el que quiera puede seguir creyendo en ilusiones y
teorías no demostradas.
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