“Un patrón que con frecuencia emerge en el trabajo de regresión a vidas pasadas es el de ser una víctima. Un gran porcentaje de personas con las que trabajo descubren que fueron victimizadas y perseguidas de alguna manera vida tras vida. Normalmente hay temas a los que parecen sentirse atraídos en contra de su voluntad una y otra vez, como por ejemplo una sabia sanadora que es violentamente perseguida por miedo (por ejemplo, una bruja quemada en la hoguera), o un individuo que acaba proscrito o encarcelado a causa de un malentendido. La victimización acaba con frecuencia siendo un patrón arraigado y triste que es repetido durante muchas vidas.
Sin embargo, si somos lo suficientemente valientes como para ahondar más profundamente, aquellos de nosotros que tenemos vidas como víctimas pronto descubriremos la terrible verdad: en algún momento también fuimos agresores. Esto no es un material fácil de sacar a la luz, ni llega fácilmente del subconsciente. Se requiere una gran madurez y honestidad con uno mismo para enfrentarnos a las cosas terribles que debemos haber hecho y que han puesto en movimiento la rueda del sufrimiento”.
Mary Elizabeth Raines. The Laughing Cherub Guide to Past-life Regression: A Handbook for Real People.
Todo ello es cierto. Según mi experiencia, y salvo contadas
excepciones, es mucho más fácil asimilar que fuiste una víctima que reconocer
que fuiste un agresor.
Hace poco tuve que oír una de las típicas frases que les
gusta pronunciar a aquellos que hablan de reencarnación sin haberse molestado
en consultar primero con personas que
recuerdan vidas pasadas: “Si la reencarnación existiera, habría más personas
que recordasen haber hecho cosas malas, y yo no conozco ninguna”. Si piensas así, es probable
que no te hayas informado adecuadamente o que no hayas consultado con las
personas adecuadas. Cualquiera que lleve tiempo investigando sobre este tema
sabe que, igual que la gran mayoría de las personas recuerdan vidas normales y
corrientes, sin grandes eventos, otra gran proporción de personas recuerdan
vidas de ladrones, asesinos, violadores, guerreros que disfrutaban matando y
saqueando, soldados que se vieron obligados a matar... creo que podéis
continuar vosotros con la lista. Lo que ocurre es que, si recuerdas una de
estas vidas, te vas a cuidar muy bien de no reconocerlo públicamente, sobre
todo cuando aún el tema de la reencarnación está acompañado de un gran
desconocimiento y todavía hay gente que piensa que las personas “malvadas” se
merecen estar ardiendo en el infierno, van a reencarnar en una rana, o
directamente, no van a reencarnar.
Sea a través del karma o a través de cualquier otra idea
religiosa ligada a un castigo divino, por lo general somos más felices pensando
que tiene que hacerse justicia y que los que cometen crímenes pagarán por lo
que han hecho tarde o temprano. Y no nos damos cuenta de que esa idea de
justicia no es más que un deseo de venganza inherente al ser humano, totalmente
incompatible con la supuesta existencia de un Dios compasivo que siempre perdona a todas sus
criaturas. Y aunque muchos reencarnacionistas han sustituido esa justicia
divina por el karma, yo no soy uno de ellos.
De lo que sí puedo dar fe es que todos tendemos a pensar que
nosotros jamás haríamos tal cosa, algo que nos produce un gran rechazo, y llegamos
a despreciar a aquellos que sí lo hacen. No sé, pongamos por caso: asesinar a alguien, aprovecharte de la indefensión de un niño o una mujer, robar, acusar falsamente a alguien por venganza, maltratar a esclavos, ser cruel con tus empleados, verte envuelto en tráfico de drogas o de armas, sucumbir a adicciones, despreciar a otros por su raza o su religión, aceptar sobornos... Es muy fácil aceptar tu papel de
víctima porque eso te da una buena excusa para seguir sintiéndote como una víctima: tienes a alguien a quien culpar y una razón por la que seguir odiando al mundo, por la que
seguir sintiendo rencor, odio o dolor por algo que ocurrió en el pasado. Si confiesas públicamente que fuiste una víctima, aunque al principio puede producirte algo de vergüenza, recibirás palabras de apoyo, comprensión y una palmada en la espalda para que sigas adelante. Sin embargo, el día que descubres que tú también
asesinaste o violaste, se cambian las tornas. Esto ya lo no lo puedes pregonar a los cuatro vientos, porque muchos pensarán que sigues siendo la misma persona a pesar de que hayan transcurrido cuatrocientos años. Otros te dirán que cómo puedes confesar eso y no sentirte culpable. Si te sientes culpable, te dirán que no te preocupes, que te perdones a ti mismo y el dolor desaparecerá de la noche a la mañana, cuando ya has comprobado que eso no es tan fácil de hacer. Otros te juzgarán sin ni siquiera haber escuchado las razones por las que lo hiciste... y aunque parece que te comprenden, en realidad solo te ofrecerán una compasión que no necesitas, y seguirán pensando "Pobre alma, rezaré por ella para que encuentre la paz", porque ellos piensan que jamás lo harían porque se consideran almas más "evolucionadas" que tú.
Mi consejo sería que no escuches a este tipo de personas. A veces hemos de recorrer solos parte del camino, y aunque resulte doloroso, serás tú el que acabará fortalecido. Porque reconocer tus posibles errores, saber que ninguna elección es fácil, exponerte a las críticas de los demás, y dejar la culpa atrás, requiere una gran fortaleza... y poco a poco la transformación tendrá lugar por sí sola. Te darás cuenta de que si sigues despreciando a los criminales, te desprecias a ti mismo. Si piensas que ciertos criminales merecen la pena de muerte, ya no podrás quejarte por haber sido ajusticiado salvajemente en el pasado. Si crees que es justo que algunos de ellos sufran maltrato en las cárceles, ya no podrás lamentarte de que te torturaran solo por robar una gallina. Súbitamente te puedes poner en el lado del otro, crece la empatía y la compasión. Comprendes que por muy malo sea algo que ha hecho una persona (dejando aparte el hecho de que el bien y el mal son relativos), nadie se merece un maltrato desproporcionado. Dejas de juzgar. Solo cuando ves las dos caras de la moneda, empiezas a ver por qué la reencarnación nos iguala a todos y por qué no tiene ningún sentido establecer diferencia alguna entre los seres humanos, sean quienes sean y hayan hecho lo que hayan hecho.
Mi consejo sería que no escuches a este tipo de personas. A veces hemos de recorrer solos parte del camino, y aunque resulte doloroso, serás tú el que acabará fortalecido. Porque reconocer tus posibles errores, saber que ninguna elección es fácil, exponerte a las críticas de los demás, y dejar la culpa atrás, requiere una gran fortaleza... y poco a poco la transformación tendrá lugar por sí sola. Te darás cuenta de que si sigues despreciando a los criminales, te desprecias a ti mismo. Si piensas que ciertos criminales merecen la pena de muerte, ya no podrás quejarte por haber sido ajusticiado salvajemente en el pasado. Si crees que es justo que algunos de ellos sufran maltrato en las cárceles, ya no podrás lamentarte de que te torturaran solo por robar una gallina. Súbitamente te puedes poner en el lado del otro, crece la empatía y la compasión. Comprendes que por muy malo sea algo que ha hecho una persona (dejando aparte el hecho de que el bien y el mal son relativos), nadie se merece un maltrato desproporcionado. Dejas de juzgar. Solo cuando ves las dos caras de la moneda, empiezas a ver por qué la reencarnación nos iguala a todos y por qué no tiene ningún sentido establecer diferencia alguna entre los seres humanos, sean quienes sean y hayan hecho lo que hayan hecho.
Cuando empiezas a investigar de verdad y conoces las
desgarradoras historias de otras personas, que se suman a lo que tú mismo has
sentido en tus regresiones, y te das cuenta de que hay algo en lo que nos
cuentan que no es para nada cierto, algo en ti empieza a cambiar. Nadie es
castigado en el más allá por haber sido un criminal, nos guste o no nos guste,
por mucha rabia que nos produzca saber que el asesino de nuestra hija no
afrontará ningún tipo de sufrimiento eterno. Como mucho, la culpa atormentará
un tiempo a esa persona, o puede que vuelva para vivir lo que él hizo que
vivieran esas otras personas (pero posiblemente por propia elección, no porque
alguien lo sentencie así). A todos se nos da otra oportunidad. Muchos creen que
si mataste a espada, morirás a espada. Pero lo cierto es que ni siquiera
podemos estar seguros de esto. Es más probable que, dada la cantidad de
situaciones distintas en las que nos encontraremos en nuestros cientos de
vidas, algunas veces te tocará matar y otras veces te tocará morir, porque lo
que importa es experimentarlo todo desde todos los puntos de vista posibles. No
es cuestión de recompensa o castigo. Simplemente de vivir, para poder saber lo
que se siente.
Si todavía no te has tenido que enfrentar a tu propia sombra, aún no has visto el cuadro completo. Todos tenemos un lado oscuro que cuesta mucho aceptar. Hacerlo es uno de los mayores desafíos que te encuentras cuando empiezas a recordar vidas pasadas.
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