No sé si con los años me estoy haciendo cada vez más
radical, o si hay alguna otra razón, pero cuanto más me adentro en la
reencarnación, cuanto más recuerdo, cuanto más vivo con esos recuerdos, más
convencida estoy de que la palabra “sanación” no tiene ningún sentido. Mucho
menos si va acompañada de los términos “espiritual” o “del alma”.
Puedo echarle la culpa a mi formación científica o a mi
educación racional, que de vez en cuando me hace detenerme y me advierte: “Cuidado.
No te dejes llevar excesivamente por tu cerebro derecho. Piensa un poco, duda,
analiza. Las emociones y la intuición están muy bien, pero es bueno mantener un
equilibrio en todo”. Sin embargo, sospecho que no es la única culpable.
No quiero volver a hablar sobre lo vacío que me parecen las
palabras a las que tanto nos tienen acostumbrados los que parecen saber tanto
sobre reencarnación sin haber recordado vidas pasadas. Con recordar no me
refiero a una visita ocasional al terapeuta de la esquina y un par de flashes
que viste por casualidad al relajarte. Con recordar me refiero a toda una vida
lidiando con sentimientos, sueños, búsqueda, sospechas, averiguaciones,
contacto con otros como tú, dudas, periodos de negación, huida, verificación
que te zarandea como si alguien se empeñara en no dejarte olvidar, lágrimas...
y vuelta a empezar. No es mi caso y yo aún no he pasado por todas esas etapas,
pero sí me empiezo a dar cuenta de que mientras unos parlotean, teorizan y
hablan de cosas tan intangibles como almas, apego, el no sé qué kármico, las heridas espirituales y la “sanación”
de algo que ni siquiera está enfermo, hay otros que sabemos de verdad lo que
significa recordar vidas pasadas, pero seguiremos en silencio porque,
simplemente, no nos merece la pena hablar.
Me empiezo a aburrir. Me aburro de la superficialidad, de la
poca seriedad, de que la gente opine sin saber, sin sentir en su propia piel,
lo que es recordar vidas pasadas. Recuerda, y entonces quizá puedas hablar de
reencarnación. El debate de si la reencarnación existe o no es como el debate de la existencia
de Dios. No lleva a ningún sitio. Cada uno puede creer lo que quiera, y siempre
estará bien. Nadie ha visto a Dios. Como mucho ha visto un ser de luz en una
experiencia cercana a la muerte (o similar) a quien ha llamado Dios. Sin
embargo, sí hay personas que dicen recordar sus vidas pasadas. Y es mucho más que
una creencia porque hay investigación y verificaciones de por medio. ¿Alguien
ha podido verificar la existencia de Dios?
Y mientras muchos reencarnacionistas vivimos con nuestros
recuerdos, tenemos que estar oyendo continuamente que estamos perdidos en el
pasado, que debemos sanar y dejar el pasado atrás, que debemos perdonarnos a
nosotros mismos, que tenemos que equilibrar nuestros chakras, que estamos
obsesionados, que no tenemos ni idea porque solo los lamas en el Tíbet han
conseguido un nivel tan profundo de meditación que sea equivalente a la autohipnosis,
y demás historias sin fundamento.
¿Sanar? ¿Sanar de qué? ¿Hay algo malo en que quiera recordar
constantemente a la persona con la que fui feliz hace doscientos años? ¿Hay
algo malo en sentir nostalgia por querer sentirme de nuevo tan libre como me
sentía navegando en mi barco? ¿En sentirme aún furioso y triste por haber sido
fusilado por mis propios compatriotas, porque quise luchar por mis derechos? Recuerdo
el sentimiento de camaradería que existía entre mis compañeros estudiantes
antes de convertirme en oficial de la Marina; recuerdo mi barco, y cómo lo perdí en una
batalla, junto a mi propia vida y varios de mis hombres, a los que, tristemente, apenas recuerdo
(aunque me gustaría hacerlo). Recuerdo con un detalle asombroso casas de piedra
en las que viví con mucha más miseria que ahora. Recuerdo varias muertes,
traumáticas y no traumáticas. También recuerdo muertes de seres queridos que a
veces duelen y a veces no. ¿He de olvidar todo eso? ¿Por qué? Y si duele,
¿acaso está mal? ¿Acaso no me duele si recuerdo la muerte de mi primera gata en
esta vida? ¿Hay algo malo en el dolor?
Parece ser que sí. Los seres humanos nos empeñamos en poner
etiquetas a todo. O es bueno o es malo. Ser feliz es bueno, estar triste es
malo. Vivir en pareja es bueno, estar solo es malo. Centrarte en el presente es
bueno, vivir en el pasado es malo. Comportarte como un borrego, según lo que
marca la sociedad, es bueno. Ser un rebelde es malo. Quedar bien con todo el mundo es bueno, ser políticamente incorrecto es malo. Sonreír es bueno, llorar
es malo. Necesitas sanar porque estás sufriendo. Y más si lloras por algo que
pasó hace quinientos años.
Las emociones no son buenas ni malas. Son solo emociones.
Nuestros recuerdos van casi siempre acompañados de emociones, porque son la
vida misma. Mucha gente aún no ve que tener cuerpos distintos no significa que
tengamos vidas distintas. No significa que tengamos que olvidar todo lo que
vivimos antes de nuestro nacimiento, y que si lo recuerdas es algo patológico.
Hay personas que recuerdan porque algo les está afectando, y muchos empezamos a
recordar por eso. Pero muchas otras personas recuerdan y ya está. No sufren de
depresión, ni de ansiedad, ni de estrés postraumático, ni echan de menos a
nada ni nadie, ni tienen pesadillas, ni sufrieron muertes especialmente
traumáticas, ni se sienten culpables de nada. Han pasado ya más de dos años
desde que empecé a recordar, y según esos recuerdos se transforman en parte de
mí, ahí permanecen y no se van a borrar jamás. No quiero que se borren. Me los
tatuaría si pudiera. Eso me haría recordar también el dolor que los acompaña,
para tenerlo también presente cada día de mi vida. Porque son parte de mí y
porque estoy orgullosa de ellos. Porque no es verdad que mi alma necesite
ninguna curación, tal vez ni siquiera necesite perdonar a nadie, tampoco a mí
misma, porque tampoco existen acciones malas ni buenas, solo acciones con las
que crecemos... o no. Lo que la gente no ve es que tenemos una única vida, una
vida sin fin en la que vamos experimentando y en la que no dejamos de cruzarnos
con seres que ya hemos conocido antes, cuando teníamos otro cuerpo. No puedes
seguir bien un libro si olvidas el capítulo anterior o lo que pasó hace diez
capítulos. Y muchos siguen pensando que recordar no es algo natural o que si lo
haces es porque algo va mal en tu espíritu, cuando no siempre es así.
Yo prefiero recordar antes que vivir en la ignorancia,
creyendo que vine de la nada y volveré a la nada. O aún peor, creyendo que
alguien juzga mis acciones y me recompensará o castigará por ellas. No soporto
a esos que dicen “Y qué importa, ya lo descubrirás cuando mueras”. No, claro
que importa. Y lo quiero saber ahora, y quiero estar preparada para cuando la
muerte me llegue. Me da igual lo que pase después de muerta, porque sé que
entonces estaré bien. Me da igual si hay espíritus vagando en el astral o
cuánto tiempo pasa entre la muerte y la siguiente encarnación. Lo que quiero
son recuerdos y más recuerdos, porque eso es lo que me hace ser, eso es lo que da significado a mi existencia y una profundidad a lo que soy, a lo que he sido... no el nombre
que pusieron en mi carnet de identidad. Eso sí que no me transmite nada.
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