Es una auténtica aventura adentrarse en el mundillo de la
reencarnación online (es online porque internet es casi el único lugar donde
puedes hablar en profundidad sobre ello sin que te miren raro, no por
otra cosa). Lo digo porque no solo te sirve para conocerte a ti mismo y
encontrar a personas con ideas afines con las que aprendes un montón, sino para
darte cuenta de la curiosa naturaleza humana y cómo nosotros mismos nos creamos
nuestra propia realidad, una realidad que la mayor parte de las veces es falsa,
puesto que no se corresponde con la Verdad… la Verdad verdadera, no la que todo
el mundo quiere imponer sobre nosotros desde que nacemos hasta que morimos.
Ya he hablado antes del karma en este blog, puesto que es
uno de los temas más recurrentes dentro de la reencarnación, y uno de los que
más hablan todos aquellos que alguna vez se interesan en ella, tanto los que
estamos empezando a recordar vidas pasadas y necesitamos respuestas, como los
que ni siquiera saben que es posible recordar vidas pasadas pero les gusta
especular solo por el placer de debatir, chatear un rato en algún grupo de
Facebook, o simplemente porque el tema surge en alguna ocasión puntual. Lo
curioso es que incluso los que nos tomamos la reencarnación realmente en serio
corremos el riesgo de aceptar todo lo que nos presentan, porque seguimos
anclados en una costumbre ancestral humana, que es la de creer que son los
demás los que tienen las respuestas, que siempre hay personas más sabias que
nosotros cuyas palabras están fuera de discusión, y que si algo lleva milenios
aceptado por un grupo de humanos más o menos grande —por ejemplo, los miembros
de una religión— tiene que ser porque es verdad.
El karma es un buen ejemplo. Hace poco alguien sacó el tema
en un foro de reencarnación, y tituló el hilo “Karma: una mirada en
profundidad”. Copió el fragmento de un libro escrito por un supuesto maestro
espiritual de quien fue discípulo, que era más o menos una mezcla de enseñanzas
budistas, de Nueva Era y un mínimo de reflexión personal, dando por supuesto
que existe una Ley de Reencarnación, que irremediablemente debe ir unida
siempre a la Ley del Karma, y afirmando cosas tan interesantes pero
completamente ausentes de base como que lo que deseamos en el momento de
nuestra muerte determina lo que vamos a experimentar en nuestra próxima vida.
Se me ocurrió disentir, basando mis argumentos en experiencias personales
después de casi tres años recordando vidas pasadas y leyendo innumerables
referencias al karma desde varios puntos de vista. Explicaciones que nunca
jamás respondieron a las preguntas que me iban surgiendo según iba deshaciendo la maraña de mis vidas
pasadas, y que al final me llevaron a la conclusión de
que la Ley del Karma es una falacia, una simple creencia que goza de mucha
popularidad y aceptación entre personas que creen en la reencarnación, pero que
no son verdaderos reencarnacionistas (o sea, los que no recuerdan vidas pasadas).
Por supuesto, todo en esta vida es un proceso. Yo no tenía muy claro lo que era
el karma, así que me puse a investigar. Leí lo que decían los budistas —que
dentro de lo que cabe, creo que se aproximan un poco a la realidad—, leí lo que decían los seguidores de la
Nueva Era, leí las opiniones de otros reencarnacionistas, más o menos
“espirituales”, incluso soy conocedora de la existencia de otras “Leyes” que
vienen a decir más o menos lo mismo que dice la susodicha “Ley” del Karma, pero
con otras palabras, como la Ley de la Atracción que tan popular se está haciendo
últimamente, o incluso la Ley de Acción y Reacción de Newton a la que recurren
algunos, como si Newton, en lugar de ser un físico mecanicista del siglo XVII, fuera
otro gurú con conexión directa al Hacedor del Universo y sus leyes. Según mis
propias experiencias se me iban acumulando, me di cuenta de que todas esas
teorías no eran más que eso: palabras. El problema es que cuando decides dar tu opinión y plantear tus dudas a los que creen en el karma de manera tan
acérrima, estos se revuelven contra ti, te atacan con argumentos que no tienen pies
ni cabeza, te cuentan experiencias que tratan de interpretar de modo que
coincidan con su ya establecida creencia, te ignoran, te acusan de querer
imponer sobre ellos tu criterio cuando son ellos los que afirman que creer en
la reencarnación y no creer en el karma es cuando menos ilógico (y eso lo dice
alguien que solo cree tener una sola vida pasada, porque “alguien” le dijo que
tenía esa vida pasada, dan igual los recuerdos propios y por supuesto de
verificaciones ni hablamos), y además son incapaces de darte una sola prueba o
ni tan siquiera un indicio que apunte a que el karma funciona tal y como nos
han contado. Y mira que yo estaba deseando que me dieran esa prueba, porque si
hay que creer en el karma con buenas razones para ello, yo no tengo ningún
problema en creer en el karma. Lo único que creer por creer, pues es tontería…
Bien, pues me encontraba yo tan felizmente inmersa en este
berenjenal que cada vez me aburría más, cuando alguien en mi foro (Foro Reencarnación) posteó sin saber nada de esto una cita de Jiddu Krishnamurti —del
cual no conozco nada excepto el nombre—, que me vino como anillo al dedo para
comprender y definir la actitud de estas personas:
"Ahora bien, la sociedad está tratando siempre de controlar, de formar, de moldear el pensar de los jóvenes. Desde el momento en que nacen y comienzan a recibir impresiones, el padre y la madre de ustedes les están diciendo constantemente lo que deben y no deben hacer, lo que deben y no deben creer; les dicen que hay un Dios, o que no hay un Dios sino un Estado y que cierto dictador es el profeta del mismo. Desde la infancia vierten estas cosas dentro de ustedes, lo cual implica que sus mentes —que son muy jóvenes, impresionables, inquisitivas, que tienen curiosidad de conocer, deseo de descubrir— se vean gradualmente encajonadas, condicionadas, moldeadas para que ustedes se ajusten a una sociedad particular y no sean revolucionarios. Puesto que el pensar conforme a un patrón ya ha sido establecido en ustedes, cuando alguna vez se “repelan” lo hacen dentro del patrón. Como los prisioneros que se rebelan para tener mejor comida, mayores comodidades —pero siempre dentro de la prisión. Cuando buscan a Dios, o tratan de averiguar qué gobierno es el apropiado, lo hacen siempre dentro del patrón de la sociedad, que dice: “Esto es verdadero y aquello es falso, esto es bueno y aquello es malo, éste es el líder justo y éstos son los santos”. Por consiguiente, la rebelión de ustedes —como la así llamada “revolución” que llevan a cabo personas ambiciosas o muy hábiles— está siempre limitada por el pasado. Eso no es rebelión, eso no es revolución; es meramente una actividad más intensa, una lucha más valerosa dentro del patrón. La verdadera rebelión, la verdadera revolución, consiste en romper con el patrón e investigar fuera de él.
Vean, todos los reformadores —no importa quiénes sean— se interesan tan sólo en mejorar las condiciones dentro de la prisión. Jamás nos dicen que no nos amoldemos, jamás dicen: “Ábranse paso por los muros de la tradición y la autoridad, quítense de encima el condicionamiento que sujeta a la mente”. Y ésa es la verdadera educación; no solamente exigirles que aprueben sus exámenes para los cuales se han llenado la cabeza, o que formulen por escrito lo que han aprendido de memoria; la educación es para ayudarles a que vean los muros de esta prisión en que se halla recluida la mente. La sociedad influye sobre todos nosotros, moldea constantemente nuestro pensar, y esta presión que la sociedad ejerce desde lo externo, gradualmente se traduce como lo interno mientras no nos abrimos paso por este condicionamiento. Ustedes tienen que saber lo que piensan, y si están pensando como hindúes, o musulmanes, o cristianos; o sea, si piensan en los términos de la religión a que puedan pertenecer, deben estar conscientes de lo que creen o no creen. Todo esto es el patrón de la sociedad y, a menos que se den cuenta del patrón y rompan con él, siguen siendo prisioneros aunque puedan pensar que son libres.
"Ahora bien, la sociedad está tratando siempre de controlar, de formar, de moldear el pensar de los jóvenes. Desde el momento en que nacen y comienzan a recibir impresiones, el padre y la madre de ustedes les están diciendo constantemente lo que deben y no deben hacer, lo que deben y no deben creer; les dicen que hay un Dios, o que no hay un Dios sino un Estado y que cierto dictador es el profeta del mismo. Desde la infancia vierten estas cosas dentro de ustedes, lo cual implica que sus mentes —que son muy jóvenes, impresionables, inquisitivas, que tienen curiosidad de conocer, deseo de descubrir— se vean gradualmente encajonadas, condicionadas, moldeadas para que ustedes se ajusten a una sociedad particular y no sean revolucionarios. Puesto que el pensar conforme a un patrón ya ha sido establecido en ustedes, cuando alguna vez se “repelan” lo hacen dentro del patrón. Como los prisioneros que se rebelan para tener mejor comida, mayores comodidades —pero siempre dentro de la prisión. Cuando buscan a Dios, o tratan de averiguar qué gobierno es el apropiado, lo hacen siempre dentro del patrón de la sociedad, que dice: “Esto es verdadero y aquello es falso, esto es bueno y aquello es malo, éste es el líder justo y éstos son los santos”. Por consiguiente, la rebelión de ustedes —como la así llamada “revolución” que llevan a cabo personas ambiciosas o muy hábiles— está siempre limitada por el pasado. Eso no es rebelión, eso no es revolución; es meramente una actividad más intensa, una lucha más valerosa dentro del patrón. La verdadera rebelión, la verdadera revolución, consiste en romper con el patrón e investigar fuera de él.
Vean, todos los reformadores —no importa quiénes sean— se interesan tan sólo en mejorar las condiciones dentro de la prisión. Jamás nos dicen que no nos amoldemos, jamás dicen: “Ábranse paso por los muros de la tradición y la autoridad, quítense de encima el condicionamiento que sujeta a la mente”. Y ésa es la verdadera educación; no solamente exigirles que aprueben sus exámenes para los cuales se han llenado la cabeza, o que formulen por escrito lo que han aprendido de memoria; la educación es para ayudarles a que vean los muros de esta prisión en que se halla recluida la mente. La sociedad influye sobre todos nosotros, moldea constantemente nuestro pensar, y esta presión que la sociedad ejerce desde lo externo, gradualmente se traduce como lo interno mientras no nos abrimos paso por este condicionamiento. Ustedes tienen que saber lo que piensan, y si están pensando como hindúes, o musulmanes, o cristianos; o sea, si piensan en los términos de la religión a que puedan pertenecer, deben estar conscientes de lo que creen o no creen. Todo esto es el patrón de la sociedad y, a menos que se den cuenta del patrón y rompan con él, siguen siendo prisioneros aunque puedan pensar que son libres.
Pero ya ven, casi todos nosotros nos interesamos en rebelarnos dentro de la prisión; queremos comer mejor, queremos un poco más de luz, una ventana más grande para poder ver un poco más de cielo. Nos preocupa si el paria debe o no debe entrar en el templo; queremos terminar con esta casta particular, y en el acto mismo de terminar con una, creamos otra, una casta “superior”; por lo que seguimos siendo prisioneros, y dentro de la prisión no hay libertad. La libertad se encuentra fuera de los muros, fuera del patrón de la sociedad; pero a fin de librarnos de ese patrón, tenemos que comprender todo lo que contiene, lo cual implica comprender nuestra propia mente. Esa es la mente que ha dado origen a la actual civilización, a esta cultura o sociedad atada a la tradición. Y, sin comprender nuestra propia mente, tiene muy poco sentido rebelarse como comunista, socialista, esto o aquello. Por eso es muy importante el conocimiento propio, el darnos cuenta de todas nuestras actividades, de nuestros pensamientos y sentimientos —y esto es educación, ¿verdad? Porque cuando somos plenamente conscientes de nosotros mismos, nuestra mente se vuelve muy sensible, muy alerta.
Intenten esto —no algún día en el lejano futuro, sino mañana o esta tarde. Si en la habitación hay demasiadas personas, o si la casa en que viven está atestada, entonces salgan afuera solos, siéntense bajo un árbol o a la orilla del río, y observen con tranquilidad cómo trabaja la propia mente. No la corrijan, no digan: “Esto está bien, aquello está mal”; sólo obsérvenla, como lo harían con una película. Cuando van al cine no toman parte en la película; los que la interpretan son los actores y las actrices, pero ustedes sólo la están observando. Del mismo modo, observen cómo está trabajando la propia mente. Es en verdad muy interesante, mucho más interesante que cualquier película, porque nuestra mente es el residuo de todo el mundo y contiene todo lo que han experimentado los seres humanos. ¿Comprenden? Nuestra mente es la humanidad, y cuando perciban esto, tendrán una compasión inmensa. Cuando esto se comprende, a causa de esta comprensión adviene un gran amor; y entonces, con ese amor, sabrán qué es la belleza."
Jiddu Krishnamurti: el propósito de la educación.
No sé si es por mi espíritu revolucionario, mis ansias de
conocimiento, mi deseo de conocer la Verdad verdadera —que sé que es
inalcanzable— o porque razono más que la media de la población y mi educación
científica me hace analizar todo con mucho cuidado, pero yo jamás acepto lo que
me cuentan a la primera. Escucho con atención, muestro interés, estudio con
profundidad… si me parece que puede haber algo de cierto, bien. Lo compararé
con mis propias experiencias y sacaré mis propias conclusiones. Si me parece
que hay puntos débiles o que lo que me cuentan es demasiado fantástico, o no
coincide con mis experiencias, lo pondré en cuarentena hasta que pueda decidir
si puedo creérmelo o no. Lo que no voy a hacer nunca es dejar de dudar, ni
siquiera de mis propias teorías y pensamientos, pues sé que yo también puedo
estar equivocada, a pesar de que en ocasiones me guste ser clara y contundente
con mis opiniones para provocar reacciones en la gente y así conocerlos mejor…
o bien porque espero de corazón y con todas mis buenas intenciones que sus
argumentos sean realmente buenos, me hagan pensar y me lleven a cambiar mis
propias ideas. Si esto ocurre, suele ser siempre para mejor, porque el
resultado suele ser que estoy más cerca de la Verdad, sea cual sea esa Verdad.
Es así como he llegado hasta aquí, a base de escuchar, reflexionar, aprender,
dudar, y romper todos los esquemas que me había hecho hasta ese momento.
Esta no suele ser una actitud muy frecuente en el mundo de
la reencarnación. Todos nosotros buscamos respuestas, pero muchas personas
siguen esperando encontrar una nueva religión en la reencarnación: tal o cual
gurú o iluminado que les ofrezcan en bandeja lo que deben creer y lo que no
deben creer, un “sistema de creencias” que te resuelva todas tus dudas al
momento, para que así ya no tengas que seguir preguntándote durante el resto de
tu vida, que ahora tendrá un perfecto sentido y podrás dormir tranquilamente
todas las noches. El caso es no pensar por ellos mismos. Hasta cierto punto es
comprensible, porque ciertas enseñanzas son tan deslumbrantes, tan bonitas, y
parecen estar tan llenas de significado, que si nos descuidamos, podemos acabar
aceptándolas sin más… sobre todo cuando apenas tienes recuerdos propios y te
interesas en la reencarnación porque para ti es, por ejemplo, una gran
alternativa a lo que cree la mayoría de la gente en nuestro mundo occidental:
que la muerte es el fin, o bien que tras la muerte todos vamos al Cielo y nos
ponemos a tocar el arpa con los angelitos. Nosotros mismos nos creamos aquello
en lo que queremos creer, por las razones que sean. Salimos de nuestra
educación religiosa que tanto nos manipula y nos limita, y pasamos a creer en
otras cosas que nos limitan igualmente pero que nos hacen sentir más felices o
más cómodos. Es exactamente lo que dice Krishnamurti, el error que seguimos
cometiendo los humanos en nuestra búsqueda espiritual, sin darnos cuenta
de que las respuestas están dentro de nosotros. Es mi opinión que mientras no
nos liberemos de esa forma de conducirnos por la vida, no va a haber una
verdadera “revolución espiritual”, no nos vamos a liberar de todo lo malo que
nos han traído y nos siguen trayendo las religiones, seguiremos siendo
prisioneros de doctrinas que tienen miles de años de antigüedad y que ya no son
aplicables en nuestra sociedad ni en el ser humano actual, sin hacernos
conscientes de que para que una Nueva Era comience, tenemos que convertirnos en
Nuevos Seres Humanos, no en versiones más o menos descafeinadas de lo que ya
hemos sido.
Yo no sé cuál es la auténtica Verdad, pero sí sé que es Una
y es incomprensible para la mayoría de los seres humanos actuales. Me acusan de
querer imponer mis propias creencias —que en este caso serían más bien
“no-creencias”, no deja de ser extraño— y no puedo más que sonreír porque la realidad
es que sigo llena de dudas, y uno de mis lemas sigue siendo lo que había
escrito en el póster de Mulder de la serie Expediente
X: “I want to believe”. Quiero
creer, pero no voy a creer en cualquier cosa. Es más, he resuelto algunas de
mis dudas (o eso creo), pero en general puedo decir: “Quiero creer, pero aún no
sé en qué creer”. No es una actitud escéptica, sino racional. Para mí la
diferencia es evidente. Otros piensan que los que nos negamos a aceptar el
karma nos gusta negar por negar, o es porque aún no nos hemos dado cuenta de
tamaña “realidad”. Ironías de la vida…
Más información:
¿Qué es el karma?
Más información:
¿Qué es el karma?
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