miércoles, 29 de abril de 2015

Utilizando la reencarnación en el mundo real.

Hace tiempo que no publico nada nuevo en el blog, y es que mi vida se ha convertido en una especie de torbellino en la que apenas encuentro tiempo para hacer todo lo que me gustaría hacer. He vuelto a trabajar, tengo dos libros por acabar de escribir y publicar, otro esperando en algún rincón de mi mente, y múltiples proyectos que sacar adelante. Digamos que mi energía se halla un tanto dispersa, y por tanto me es difícil concretar mis ideas y plasmarlas en una breve entrada. Pero aún así, lo intentaré.

El otro día conocí a una persona que me va a ayudar en uno de esos otros ámbitos de mi vida, y me dijo que se dedicaba a “empoderar” a las personas. Me gustó esa palabra. Por supuesto, se refiere a un “empoderamiento” en el buen sentido, no en la forma de empoderamiento que tienen muchos políticos. Se refería a dar a las personas las herramientas, los conocimientos y la confianza necesaria para trabajar utilizando determinadas técnicas de curación.

Me he dado cuenta de que antes de ella, ya había tenido en mí un efecto parecido el recordar vidas pasadas. Hace tiempo que escribí un artículo sobre los beneficios de recordar vidas pasadas, y siento que hoy podría alargarlo mucho más. Ya era capaz de notar esos cambios internos y profundos en mí, esa transformación que supone hacerte consciente de quién eres, y conocer todas las pruebas por las que has pasado. Pero hasta este momento, cuando he tenido que enfrentarme de nuevo a la vida real, no sabía de verdad cómo de poderosa es esa transformación. Ahora no solo es que vea las cosas de manera distinta, sino que los problemas parecen empequeñecer. Soy capaz de controlar mucho mejor mis emociones, de reaccionar mucho mejor a las adversidades. Incluso soy capaz de comprender mucho mejor a la gente que me rodea y transmitirles cierto sentimiento de paz y tranquilidad, porque aunque ellos no lo sepan, yo sí lo sé: no hay nada en el mundo lo suficientemente grave como para no poder luchar y superarlo. Cuando has vivido varias guerras y has sido testigo en propia piel de lo crueles que pueden llegar a ser determinados seres humanos, las pequeñas preocupaciones del día a día, esas por las que a veces perdemos el sueño, son solo nimiedades que te hacen sonreír. No sé muy bien cómo explicarlo, pero es como si de dentro de ti surgiera un brillo que lo ilumina todo y que puede contagiar a los demás.

Esta mañana me decía a mí misma: “Tal vez es solo el poder de la fe”. ¿Me siento así simplemente porque mis experiencias me han llevado a creer firmemente en la reencarnación y la supervivencia después de la muerte? La respuesta es instantánea: NO. “La fe mueve montañas”, dicen. No es que pueda negarlo, porque el poder de la mente humana no tiene límites. Sin embargo, sé que lo mío es mucho más que fe. Recuerdo varias vidas en las que la fe fue importante, en las que puse mis esperanzas y mis deseos en algo externo a mí. En esas vidas vi cómo otros se entregaban a esa fe, pero eso jamás les condujo a una vida mejor, sino a la resignación más absoluta, permitiendo que otros siguieran cometiendo sus crímenes impunemente. También me apena ser testigo aún hoy día de personas que creen que respondiendo “Amén” en un mensaje de Facebook con una bonita foto de un santo se vayan a solucionar las cosas. No. Las cosas se solucionan actuando, tomando partido, siendo conscientes de que no tenemos nada que perder, que estamos aquí para vivir con todas las consecuencias, no para escondernos detrás del miedo o la inseguridad, que es lo que nos hace pedir a otros que las cosas vayan bien, cuando somos nosotros los únicos que podemos trabajar en ese sentido. A mí la fe por sí sola jamás me sirvió. Pero sí me sirve haber llegado a la convicción, a través de mis propias experiencias, de que la reencarnación es un hecho. Y, sobre todo, haber recordado quién soy y de lo que soy capaz, para no caer en la desesperanza y continuar luchando por construir un mundo mejor, aunque vuelva a fracasar. Después de todo, no es el resultado lo que cuenta, sino la intención. O, al menos, eso dicen...


martes, 7 de abril de 2015

El Ministerio del Tiempo: una serie para reencarnacionistas.

La verdad es que muy difícil creer que los guionistas de esta serie, que además está llena de guiños a una serie mítica como Dr. Who, no hayan pensado en algún momento en la reencarnación. Pero como esta palabra parece ser tabú en nuestro país, no se menciona en ningún lugar. También me parece muy curioso que seguramente una gran cantidad de fans que han surgido a consecuencia de la serie española algunos de los cuales son historiadores y se entretienen buscando inexactitudes en cuanto a la época de los hechos no serán conscientes de dónde les viene esa especial afinidad que sienten hacia ciertos periodos históricos. En momentos como estos suelo sonreír, porque me doy cuenta de cuánto de cierto hay en eso que suelo afirmar: la Verdad está delante de nuestras narices, pero somos incapaces de verla. Creo que lo que está pasando es muy parecido a lo que pasa en Estados Unidos y otros países (el nuestro incluido, aunque aquí no es tan frecuente) con los grupos de “reenactors”, actores aficionados que de vez en cuando se reúnen para representar batallas épicas, poniendo un gran énfasis en que no haya ni un solo anacronismo, dándose el placer de sacar sus reproducciones de armas a la calle, y vistiendo con ese uniforme militar que tanto les costó conseguir. Detrás de muchos de estos reenactors, los reencarnacionistas sabemos que hay personas que vivieron realmente en esa época que tanto disfrutan representando, o de la que saben más que un historiador de verdad. Pero, lamentablemente no son conscientes de ello. O quizá, si lo sospechan, nunca se atrevieron a mencionárselo a nadie.

Representación de la batalla de Antietam en Sharpsburg, Maryland. 
Desde que comenzó la serie abrimos un hilo en el foro que ha tenido bastante éxito, porque es evidente que muchos de nosotros (gente que recuerda sus vidas pasadas) disfrutamos especialmente viendo películas que pertenecen a aquella era en la que vivimos, entre otras cosas porque eso nos puede desencadenar nuevos recuerdos. Además, en la serie se dan constantemente circunstancias y situaciones que no son nuevas para nosotros. Uno de los mejores ejemplos para mí es cuando Amelia descubre su propia tumba. Algo que para muchos puede parecer excesiva imaginación, no es para nada raro en las historias que podemos compartir los reencarnacionistas. De hecho, es uno de los momentos más extraños y a la vez más emotivos a los que nos llegamos a enfrentar: el momento en que tras muchos años de recordar, investigar y verificar, encuentras el lugar en el que te enterraron, a veces con nombre y apellidos, otras veces sin ellos. Algunos, como es mi caso, ni siquiera tenemos tumba, porque en una de mis vidas arrojaron mi cuerpo al mar. Aunque sí puedo contar una pequeña anécdota: una vez leí que un hombre tenía guardado el cráneo de otra de mis vidas pasadas. Puede parecer divertido, pero lo cierto es que hasta que no te pasa no sabes lo raro que se siente descubrir estas cosas.

Llegar a conseguir una verificación de este calibre hace que te sacudas de arriba abajo, porque es como si de repente aquello que creías eran solo delirios de tu mente se hace real y tangible. Puede que hasta ese momento solo hayas hablado de “posibles recuerdos”, de un nombre que crees que es el tuyo pero sabes que tal vez te lo estás inventando. Cuando por fin hallas una referencia histórica clara e indudable de que ese ser existió, y su vida coincide con lo que tú recordabas, todo se derrumba de nuevo. No tienes más remedio que aceptar que la reencarnación es un hecho, porque sabes que tú no te has podido sacar de la manga todos esos detalles, ni tendrían por qué afectarte tanto si es solo una historia de ficción. El tiempo deja de tener el mismo sentido. Notas cómo el pasado y el presente se han fundido en uno. Pero a la vez también te das cuenta de que todo (o mucho) de lo que fuiste ya no está. El sentimiento de pérdida también se hace más fuerte. La nostalgia es abrumadora. Y si aún no has llorado lo suficiente, tendrás que pasar por el duelo para poder pasar página.


El Ministerio del Tiempo es una serie que gusta a los reencarnacionistas porque en parte nosotros podemos hacer lo mismo: viajar en el tiempo. No nos sentimos del todo pertenecientes a este mundo moderno, en el que nos sentimos incómodos. Nos gustaría volver a otras épocas en donde éramos más felices o donde no nos sentíamos fuera de lugar. Creo que en la serie se ve muy bien cómo viajar al pasado no constituye un gran problema. Pero cuando viajas al futuro te encuentras descolocado y no sabes muy bien qué hacer para encajar. Vives en el presente, pero a la vez vas a dormir a tu época, y sigues teniendo los problemas que tenías en tu época. La única diferencia es que nosotros hemos cambiado de cuerpo. Muchos creen erróneamente que la muerte significa dejar todo atrás. Pero los reencarnacionistas sabemos que eso es solo una ilusión.

Nos queda mucho para llegar a Cloud Atlas, pero espero que los guionistas españoles sigan por este camino.

domingo, 5 de abril de 2015

¿Se puede ser reencarnacionista e investigadora a la vez?

A raíz de determinados acontecimientos después de publicar mis dos últimas entradas, he estado dándole vueltas a esta cuestión. He compartido mis pensamientos con otros reencarnacionistas (recordemos una vez más que con esto me refiero a personas que RECUERDAN vidas pasadas), y me ha agradado comprobar que en líneas generales estaban de acuerdo conmigo. De hecho, no es que no puedas ser reencarnacionista y dedicarte a investigar seriamente la reencarnación (y a publicar trabajos serios sobre ello), sino que en un mundo perfecto, deberíamos ser los reencarnacionistas quienes investigáramos la reencarnación. ¿Por qué? Porque solo nosotros, repito, SOLO NOSOTROS, podemos saber lo que significa realmente recordar vidas pasadas.

Como me he movido siempre en un ambiente académico relacionado con las ciencias de la salud, pondré un ejemplo médico: ¿puede un médico cualquiera investigar el virus Ébola? Sí, por poder, claro que puede. Si es un buen científico (que esta es otra historia), lo hará bien. Pero lo que nadie puede negar es que nunca sabrá lo que realmente implica sufrir una fiebre hemorrágica hasta que no haya estado en persona en algún lugar de África viviendo una epidemia de Ébola. Hasta que no se haya puesto el traje de seguridad biológica de nivel 3 y se haya pasado una hora tratando a pacientes con Ébola, no sabrá de verdad lo que es el Ébola. Y cuando vuelva a su país, no solo habrá pasado por una experiencia que muy pocos conocen, sino que además el horror de lo que ha vivido no se borrará jamás de su mente, y esto posiblemente le llevará a querer investigar con mucho más ahínco para conocer mejor el virus y poder desarrollar mejores armas contra él. Esta persona no solo tendrá la teoría, sino que tendrá también la práctica. Además estoy segura de que su amargura y decepción no tendrán límites cuando sea testigo de cómo los que no han vivido de cerca tal situación tratan de buscar soluciones desde la comodidad de sus despachos, tomando decisiones que no serán las correctas o ideando protocolos de actuación que no se ajustarán a las necesidades reales.


Bien, pues lo mismo ocurre con la reencarnación. Desde que empecé a recordar me he encontrado con montones de gente que creen en ella, que desean conocer más porque lo ven como algo posible, o que han investigado durante años el trabajo de campo que hicieron otros hace más de treinta años. Estos últimos pueden llegar a pensar que son unos expertos en la materia. Pueden incluso llegar a pensar que solo ellos cuentan con la autoridad suficiente para decidir si lo que recuerda una persona merece su atención o no. Pueden decirte que tus recuerdos e incluso tus verificaciones, que tanto tiempo te ha llevado obtener, no significan nada, simplemente porque comenzaste a recordar de adulto o porque esos recuerdos te vinieron mediante autohipnosis. Están tan desconectados de la vida real que incluso pueden calificar tu trabajo de poco serio si no has publicado un artículo en una revista científica.

Y, sin embargo, no tienen la menor idea (o solo lo saben “de oídas”) de lo que supone recordar. Suponen que es difícil distinguir un sueño normal de un sueño de vida pasada porque jamás han tenido un sueño de vida pasada. Se asustan al escuchar la palabra “hipnosis” porque jamás se les ha ocurrido probar una de esas grabaciones tan populares en Youtube. Piensan que todos los adultos que recuerdan tienen la misma capacidad de discernimiento que una rana y por ello dan más fiabilidad a lo que dice un niño de tres años. Tampoco son conscientes de la intensidad emocional y las secuelas psicológicas de algunos recuerdos traumáticos. Están tan preocupados en la clasificación y en la nomenclatura de sus datos que se olvidan de que detrás de esos recuerdos, que pueden ser más o menos exactos, hay personas cuyo comportamiento y forma de pensar han venido durante años determinados por algo que vivieron hace siglos. No conocen el proceso por el cual los recuerdos comienzan a aflorar de tu subconsciente y se convierten en parte de ti, dándote la respuesta a muchas de tus preguntas y ayudándote a enfrentarte a los problemas de tu vida actual. Francamente, yo jamás contaría a este tipo de investigadores lo que he pasado para llegar hasta aquí. Tendría la impresión de estar hablando con unos escolares que aún no saben distinguir entre virus y bacterias, cuando yo lo que quiero es tratar con alguien que comprenda de verdad lo que es el miedo de pincharte con una aguja contaminada o ver a alguien frente a ti desangrándose por las hemorragias espontáneas que le provoca el virus Ébola. En cierto modo, es muy parecido a lo que sentimos todos aquellos que recordamos vidas pasadas militares. Solo el que ha luchado en una guerra puede comprenderlo.


He de reconocer que me cuesta bastante ser optimista. Pero por un día lo voy a ser.

Señores investigadores de la reencarnación (si es que en España hay alguien que de verdad investigue con la misma seriedad, rigurosidad, formación científica y experiencia que yo): las cosas van a cambiar. No sé cuándo, pero lo van a hacer. Hay una generación entera de jóvenes muy bien formados que recuerdan vidas pasadas y que quieren demostrar que la reencarnación es un hecho. Estos jóvenes saben muy bien de lo que hablan, no son unos fanáticos religiosos ni creen ciegamente en nada, salvo en lo que la ciencia puede explicar. La ciencia necesita un nuevo enfoque, nuevas hipótesis, nuevas formas de experimentar. No podemos seguir anclados en el pasado, repasando una y otra vez lo que otros autores dejaron escrito en sus obras hace cuarenta años como si eso fuera algo novedoso. Los niños que recuerdan vidas pasadas están muy bien, y sin duda para muchas personas son una gran evidencia de que la reencarnación existe y es un fenómeno natural y universal. Pero hay mucho más aparte de los niños. Hay montones de personas que recuerdan sus vidas pasadas y que hablan de ellas con naturalidad, y una gran parte de estas personas tienen el cerebro y la inteligencia suficientes como para distinguir fantasía de realidad. Además de tener una gran experiencia para poder ayudar a otras personas que también empiezan a recordar, pueden hacer estadísticas, realizar gráficos y analizar cuantitativa y cualitativamente los datos que obtengan de sus investigaciones. También pueden relacionar esos datos con nuestros conocimientos actuales en numerosas disciplinas, desde la biología a la física cuántica, y sacar conclusiones que dejarán atónitas de una vez y para siempre a toda la comunidad científica.

Aún así, costará mucho convencerles, porque el grado de materialismo al que hemos llegado es altamente preocupante. Por desgracia no vivimos en un mundo perfecto y a los que realmente sabemos de reencarnación y de recordar vidas pasadas nos tratan de silenciar, nos dicen que nuestros recuerdos son basura en su mayor parte, o nosotros mismos elegimos callar, porque de todas formas sabemos que casi nadie nos va a comprender.

Pero no importa, porque eso va a cambiar.

Tal vez solo esté soñando, pero Einstein también soñaba. Kekulé también soñaba. Muchos buenos científicos lo hacen, y saben la Verdad mucho antes de poder demostrarla. Con la inversión actual que hace mi país en investigación, no creo que yo pueda llegar a demostrar nada, al menos no en esta vida. Pero tarde o temprano nos darán la razón a los reencarnacionistas. Y espero estar aquí para verlo.

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La validez de la hipnosis para verificar vidas pasadas.

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La autora de este blog no pertenece a ninguna religión ni a ninguna secta, ni tampoco es ferviente seguidora de ninguna doctrina espiritual, espírita o new age. Tampoco es una fanática lectora de ningún escritor más o menos popular que hable en sus libros sobre terapia o hipnosis regresiva.

La autora de este blog tiene una amplia formación científica y por ello piensa por sí misma para llegar a las conclusiones y opiniones que aquí se ven reflejadas. La reencarnación es un fenómeno natural y universal. El único objetivo de este blog es reflexionar y ofrecer algunas claves para que todo el mundo pueda darse cuenta de ello por sí mismo.

En ningún caso la autora de este blog posee la Verdad Absoluta. Las opiniones de la autora de este blog son personales, intransferibles y siempre sujetas a discusión. Solo ha vivido una serie de experiencias personales que la han transformado interiormente en los últimos años. Puede dar consejos a todo aquel que lo solicite, pero en ningún caso puede ofrecer ayuda profesional.

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