Así es como empezó todo para mí. Y cuando digo todo es TODO.
No fue hasta bien entrada la treintena cuando descubrí que
lo que a mí me pasaba no era ninguna enfermedad mental, ni tampoco una fantasía.
Era solo un sentimiento con un origen real y que es mucho más común de lo que
pensaba entonces. Un origen tan real que llega a estremecer…
Recordar vidas pasadas va íntimamente ligado a las
emociones, a todo tipo de emociones, desde las que identificamos como
características normales de nuestra personalidad, hasta las que pasan más
desapercibidas y surgen solo en determinadas circunstancias, o las que
mantenemos enterradas en nuestro subconsciente, por simple dejadez o porque
intuitivamente sabemos que no debemos removerlas. Recordar vidas pasadas tiene
que ver mucho con nuestra psicología, con conocernos a nosotros mismos, con
saber de dónde venimos, quiénes somos, qué es lo que estamos haciendo aquí y
qué necesitamos experimentar para seguir creciendo. Tiene que ver con mirarte a
un espejo y reconocer tus cualidades pero también todo aquello que te empeñas
en ocultar y que también forma parte de ti. Es por ello que muchos de los
que intentan recordar sus vidas pasadas huyen después del primer intento…
porque se dan cuenta de que la reencarnación es algo realmente serio y que se
van a tener que enfrentar a muchos miedos y a muchos retos. Uno de los retos
más importantes es ser lo suficiente humilde como para reconocer tus propios
errores y darte cuenta de que aún te queda mucho camino por recorrer, por mucho
que desees no volver nunca más a este planeta Tierra.
Un día hablaré en profundidad sobre esa sombra a la que
todos los que recordamos vidas pasadas nos enfrentamos tarde o temprano. Pero
hoy quería detenerme en ese sentimiento que es el culpable de que yo estoy hoy
aquí compartiendo esto. El primer mensaje que escribí para un foro público en
internet, el primer foro en el que me registré, cuando apenas sabía manejarme
en la red, fue a causa de ese sentimiento. Y fue porque alguien más había
mencionado (también en una de sus primeras aportaciones a dicho foro) que toda
su vida había echado de menos a alguien que supuestamente no había conocido
nunca. Esta persona luego se arrepintió y borró su mensaje, sin embargo me
escribió en privado para agradecerme que hubiese respondido, porque para las
dos fue un tremendo alivio descubrir que no estábamos solas en el mundo. A mí
personalmente ese sentimiento me acompañó desde muy niña, luego en mi cabeza
construí un “personaje” ficticio para mis historias literarias que ahora sé era
mezcla de mis recuerdos y de mis propios deseos de volver a encontrar a esa
persona ideal con la que había sido feliz en el pasado… en un pasado muy
remoto. Hubo épocas en mi vida en las que esa imagen borrosa que tenía en la
cabeza casi llegó a desaparecer, preocupada por los acontecimientos en mi vida presente.
Sin embargo nunca lo hizo… y periódicamente el mismo sentimiento de echar de
menos a alguien volvía con fuerza inusitada, contribuyendo incluso a la
depresión que ya sentía por otras causas (algunas también relacionadas con
vidas pasadas).
Las respuestas llegaron solas con un mínimo esfuerzo por mi
parte… solo con saber dónde buscar todo se volvió claro como el agua. Y a lo
largo de unos meses pude descubrir quién era esta persona tan importante para
mí, por qué la echaba tanto de menos y por qué parecía no poder pasar página.
Descubrí que no solo habíamos estado juntos en una vida, sino en varias,
intercambiando papeles como parece ser que es lo normal en los grupos de almas,
si es que existen los grupos de almas… Y solo después de dos años trabajando
sobre ello (que no es mucho) me estoy empezando a dar cuenta de que aprender a
estar sin él debe formar parte del “plan”… si es que existen los planes y las
lecciones a aprender.
Mucha gente teme perder a sus seres queridos. El apego es
uno de los sentimientos más fuertes en los seres humanos y posiblemente uno de
los que más nos cuesta superar. Sin embargo, toda la vida hubo algo que jamás
entendí: el amor no debería reducirse a los miembros de nuestra familia, a los
de nuestra propia sangre, a los de nuestra raza… el amor debe ser universal,
¿no es eso lo que predican todas las religiones? Siempre me ha parecido extraño
que alguien considere especial el amor que hay entre una madre y un hijo, por
ejemplo… cuando eso no es nada especial, es lo natural, lo realmente especial
es que alguien sea capaz de amar a todos sus semejantes, incluidos los enemigos…
Y ahora que soy adulta (y seguramente menos sabia) aún me cuesta comprender que
alguien tema no volver a ver a sus familiares después de su muerte, tal y como
los conoció en vida… me cuesta comprender que alguien espere volver a encontrárselos
tal cual, allí esperándole, pero no para recibirle en el más allá y ya está,
sino para estar juntos toda la eternidad. ¿No suena egoísta? El amor no debería
ser egoísta… pero lo es. Al menos el humano.
Leyendo 2150 AD de Thea Alexander he reflexionado un poco
sobre esto, y también sobre otros aspectos relacionados con el amor que habían
surgido en Foro Reencarnación días atrás. Aún nos queda mucho para llegar a ese
amor universal, así que sospecho que vamos a seguir reencarnando durante al
menos unos cuantos cientos de años aún. No somos aún conscientes del Amor que a
todos nos espera en el mundo espiritual. Muy pocos nos hemos dado cuenta de lo
poco que significan los lazos de sangre en el más allá. No nos damos cuenta de
que las almas no tienen edad, ni sexo, ni raza, ni son buenas o malas. Y aunque
algunos se consideren cristianos, ni siquiera han integrado una de sus más
importantes enseñanzas, “todos somos hermanos”. Nos empeñamos en otorgar
características humanas al mundo del espíritu, y seguimos pensando que allí
seremos juzgados o perdonados cuando nunca habrá nada que hayamos hecho que
necesite de un perdón. Pero eso nos pasa porque, entre otras cosas, aún creemos
que amar a alguien es querer a tu hijo o a tu madre, al tiempo que despreciamos
a nuestro vecino, al emigrante, a los seres vivos que matamos para comer, o a
los bosques que mantienen fresco el aire que respiramos.
Si solo fuéramos un poco más conscientes de lo que somos en
realidad, de todas las vidas que hemos vivido con las personas que queremos (y
con los que creemos que son nuestros enemigos), si supiéramos que nuestra vida
en la Tierra es solo un mal sueño y que es imposible perder a nadie porque
nadie muere y todos nos volvemos a ver en el otro lado… entonces ya no
tendríamos por qué echar de menos a nadie, ni nos sentiríamos tristes con la
partida de un ser querido, ni tendríamos miedo a perder a alguien en una
relación amorosa, ni sentiríamos celos, ni tendríamos miedo de amar a alguien
de nuestro mismo sexo, o a varias personas a la vez, ni tampoco tendríamos
miedo de ser rechazados.
No es fácil, por supuesto. Recordar tus vidas pasadas y
tener todo esto superado no es algo inmediato. Hay lecciones que deben ser
aprendidas en varias vidas, y sospecho que para mí esta es una de esas lecciones.
Sigo echando de menos a esa persona que mencionaba al principio, a pesar de que
siento que está siempre cerca. Durante mi juventud siempre tuve miedo de dar
demasiado por si la otra persona se iba, por miedo a perder ese amor que
siempre deseamos poseer, a pesar de que ya lo tenemos. Sigo echando de menos a
gente que está lejos y a veces no me doy cuenta de que para amar a alguien hay
que saber dejarle marchar. Y que poco importan mis deseos cuando sé que no hay
nada que desear, puesto que ya todo nos ha sido dado, aunque lo hayamos
olvidado momentáneamente. Cuesta superar toda esa programación mental humana y
recordar que nunca estamos solos. Pero no es imposible. Nada es imposible.